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Ana Cristina Ruelas

10/10/2016 - 12:00 am

Memoria y Verdad

Este año ha estado marcado por una serie de sucesos que parecen ser el preludio de la caída de nuestras sociedades, o por lo menos, de cómo las conocemos y cómo las hemos vivido. Nadie, ninguno de los habitantes de esta tierra conoció otra época y no nos imaginamos un cambio, pero no podemos negar […]

La clase política de nuestro país no ha sido capaz de rendir cuentas sobre casos como Tlatelolco, Guerra Sucia, Halconazo, Aguas Blancas, Campo Algodonero, Atenco, Acteal, San Fernando, Cadereyta, Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan, Tanhuato, etc. Foto: Valentina López / SinEmbargo
La clase política de nuestro país no ha sido capaz de rendir cuentas sobre casos como Tlatelolco, Guerra Sucia, Halconazo, Aguas Blancas, Atenco, Acteal, San Fernando, Ayotzinapa, etc. Foto: Valentina López, SinEmbargo

Este año ha estado marcado por una serie de sucesos que parecen ser el preludio de la caída de nuestras sociedades, o por lo menos, de cómo las conocemos y cómo las hemos vivido. Nadie, ninguno de los habitantes de esta tierra conoció otra época y no nos imaginamos un cambio, pero no podemos negar que algo está pasando.

Las decisiones y actuaciones de la ciudadanía –para muchos irracionales- se están volviendo la forma de pensar y de actuar. Las luces de la razón que dieron pauta a la Edad contemporánea se apagan y aparentemente nos vuelven al oscurantismo, al momento en que Nietzsche se refería como la intención de ennegrecer nuestra imagen del mundo, y oscurecer nuestra idea de la existencia[1].

Durante casi 300 años aprendimos de un modelo del pensamiento que cuestionaba el modelo burgués y avivó la democracia, aquél que confiaba en una sociedad más igualitaria con mayores libertades y un amplio reconocimiento de derechos.

Sin embargo, en el modelo contemporáneo de los últimos años, la clase política se ha convertido en la nueva burguesía haciendo que las desigualdades en las sociedades democráticas se vuelvan cada vez más dolorosas y cínicas.

Poco a poco hemos ido optando por el bienestar individual sobre el social y así, en un contrasentido a los valores sociales promovidos y aceptados en la época, nos topamos con países que optan por la segregación -a pesar del modelo de paz y colaboración que supone la Unión Europa; con una sociedad que rechaza la paz; con un grupo de personas que reniegan sobre la igualdad de grupos con distintas religiones o preferencias sexuales, y con un candidato presidencial que, lejos de hablar de “libertad y democracia”, encarna el odio e promueve las divisiones sociales.

Si bien todo esto deviene de un conjunto de diversos factores que han han abonado a la decadencia, el común denominador para mí, es la desinformación. La falta de reconocimiento de un pasado y el rechazo a la memoria. Sin duda, el olvido se convierte en un elemento clave para la repetición y hace imposible el perdón, la reivindicación y la justicia.

Todos estos acontecimientos me hicieron inevitable recordar que la faltan de reconocimiento de las múltiples violaciones graves a derechos humanos en México han permitido que estas vuelvan a suceder una y otra vez. La clase política de nuestro país no ha sido capaz de rendir cuentas sobre casos como Tlatelolco, Guerra Sucia, Halconazo, Aguas Blancas, Campo Algodonero, Atenco, Acteal, San Fernando, Cadereyta, Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan, Tanhuato, etc. Aunque parezca irracional, esta clase política que -aparentemente esta conformada por ciudadanas y ciudadanos- ha optado por la violencia y no por la paz. Entonces no somos diferentes.

Hoy por hoy la sociedad carece de información suficiente sobre las víctimas, quiénes eran, por qué es importante recordarlas; lo que pasó y aquellos que permitieron que sucediera o que participaron en los hechos; sobre los procesos de acceso a la justicia; sobre los responsables y las sanciones a las que han sido sometidos. La verdad se ha fragmentado. Requerimos una construcción social de la verdad para exigir justicia, reparación, no repetición y reconciliación.

El día de mañana a las 10:00 am, en el Centro Cultural de Tlatelolco, ARTICLE 19, el Centro Miguel Agustín Pro Juárez, Fundar, Centro de Análisis e Investigación, el Instituto Nacional de Acceso a la Información y el Programa de Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana, presentaremos la Plataforma Memoria y Verdad. Una pieza de un rompecabezas que requiere de muchas más para hablar y exigir.

Esta por verse si la voluntad de esta clase política dará pauta a la memoria y a la verdad o es una prueba de la intención de ennegrecer nuestra imagen del mundo.

[1]                Nietzsche, F. (1878) Human, All Too Human Vol. II, Part 1, 27. Cambridge University Press; 2 edition (November 13, 1996). ISBN 978-0-521-56704-6

 

Ana Cristina Ruelas
Ana Cristina Ruelas, colabora en la oficina regional para México y Centroamérica de ARTICLE 19. Es abogada y maestra en administración pública y políticas públicas. Se desempeño como Directora Regional y Oficial del Programa de Derecho a la Información en la misma organización y ha trabajado en organizaciones de derechos humanos en México y en Perú en temas relacionados con participación ciudadana y educación para el desarrollo.

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