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Germán Petersen Cortés

14/07/2015 - 12:01 am

¿Qué tan incapaz es el Estado mexicano?

En aras de dimensionar lo sucedido el sábado por la noche en el CEFERESO número 1, conocido usualmente como “Almoloya”, conviene quitarle los nombres al relato. En un lugar X, sumido desde hace nueve años en la peor espiral de violencia desde la Revolución, ocurrida hace más un siglo, se captura a sujeto Y, el […]

En aras de dimensionar lo sucedido el sábado por la noche en el CEFERESO número 1, conocido usualmente como “Almoloya”, conviene quitarle los nombres al relato.

En un lugar X, sumido desde hace nueve años en la peor espiral de violencia desde la Revolución, ocurrida hace más un siglo, se captura a sujeto Y, el criminal más buscado no solo de ese lugar X sino del mundo.

Decir “captura”, empero, no es tan preciso. Se trata en realidad de una recaptura, pues sujeto Y había sido ya encarcelado antes y se había fugado de un penal de máxima seguridad, presuntamente en el carrito de la ropa sucia.

Menos de un año después de su recaptura, sujeto Y se vuelve a fugar, aunque esta vez del que supuestamente es el penal de mayor seguridad en el país. Y no es una escapada cualquiera: salió por un túnel de kilómetro y medio de largo, iluminado y con ventilación, que iba de su regadera a una casa aparentemente abandonada. La construcción del pasadizo supuso, según expertos, la movilización de 350 camiones de tierra y alrededor de un año de trabajo.

El lugar X, como se sabe, no es una villa medieval, un pueblo californiano del siglo XIX –del llamado “Viejo oeste”– o una prisión africana. No, es México –el México de las reformas– en pleno siglo XXI.

En este contexto, cabe preguntarse: ¿qué tan incapaz es el Estado mexicano? La pregunta no es exagerada, extremista ni retórica, sino de sentido común

Si un Estado no puede retener en prisión al máximo criminal del país, quien se le escapa por segunda vez, aunque ahora –el dato no es menor– por un túnel con mejor infraestructura y equipamiento que la inmensa mayoría de los que hay en el país y cuya construcción nadie alertó o si alertó no actuó en consecuencia, ¿qué tan incapaz es ese Estado? Enormemente.

La fuga de Guzmán Loera muestra en toda su crudeza el fracaso de las instituciones. El hecho en sí mismo es gravísimo, pero es más preocupante lo que revela: la incapacidad extrema de las instituciones incluso para algo que les es tan importante como mantener al “Chapo” en prisión.

El Estado mexicano está carcomido por dentro por la corrupción, falla cotidianamente en la provisión de seguridad, no es capaz de aplicar la ley y mucho menos de aplicarse la ley, quienes lo administran y lo legislan prácticamente no rinden cuentas, el ámbito público no contribuye al crecimiento de la economía y poco o nada ha hecho el Estado ante la impresionante concentración del ingreso. Ahora, se le fuga, caminado cómodamente por un túnel, el capo más importante en la historia de México.

Ante la incapacidad institucional para mantener a Guzmán Loera en prisión surgieron reacciones sociales de franca risotada cuando no de celebración, tendentes a relativizar lo sucedido.

Sobra decir que por fortuna cada quien está en todo su derecho de reaccionar como quiera. Ahí no está el “pero”, sino en las implicaciones de las distintas reacciones de cara a la resolución del problema. Las burlas aludidas preocupan en tanto dudan que lo sucedido, y sobre todo lo que evidencia, sea en extremo delicado.

Los chistes facilones y pueriles frente al desastre no cuestionan al poder (a diferencia de la ironía, que sí lo cuestiona), como suponen quienes los difunden y más de algún analista, sino que solo aspiran a la carcajada fugaz y, en el agregado, contienen la indignación y contribuyen a que se le dé la vuelta a la página.

La reconstrucción de las capacidades del Estado es casi imposible que la logre una coalición política como la que hoy encabeza el gobierno federal, pues la tarea requiere enorme legitimidad, de la que el Presidente y su grupo carecen, sobre todo después de su negativa a actuar frente a las violaciones de derechos humanos y la nula investigación de los escándalos de corrupción.

Lo que sí puede hacer el Presidente es asumir las consecuencias de aquello que le dijo a León Krauze sobre una posible nueva fuga de “El Chapo”, días después de la recaptura: “sería verdaderamente algo (…) imperdonable”. De lo imperdonable, por definición, es imposible ser eximido. Así, algún funcionario federal del más alto rango tiene que pagar la fuga de “El Chapo” con su propia salida. Está, nada menos, la palabra del Presidente de por medio.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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