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Tomás Calvillo Unna

20/09/2023 - 12:04 am

Qué somos y quiénes somos

“Retornar al redil del corazón, donde cada quien, adapta su personaje, como puede, con las pocas o muchas luces con que cuenta”.

“La rigidez existencial del poder, su tufo militar, su sonámbulo estilo que se propaga”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

Rendija:

Al degradar la palabra y convertirla en un arma del desprecio inicia la complicidad con la violencia. El insulto es la pólvora del crimen y envilece a quien lo propaga.

La democracia requiere de un mínimo de respeto compartido que permita la competencia sin destruir la casa de la nación, que es de todos. Ciertamente en tiempos electorales, que cada vez se prorrogan más, la costumbre es que todo se vale, la llamada guerra sucia prolifera como evidencia de nuestra incapacidad para dar un salto de conciencia colectivo; el pragmatismo del poder, su búsqueda, justifica su perversidad inherente.

 

I

Buitres,

Linces,

Delfines

Caballos, Camellos, Canguros

Cangrejos

Águilas Reales,

en esa explosión única:

los tótems, el Big Ben

y las nuevas teorías,

la fauna

y el Arca,

la sobrevivencia

las tribus …

II

Cada número, cada palabra

llevan ya su signo

al multiplicar los átomos

de las futuras notas;

la impregnación de los sentidos

en las rutinas

y sus fisuras continuas

de cada día.

No dejar a las horas

marchitar la imaginación.

III

Retornar al redil del corazón

donde cada quien

adapta su personaje

como puede,

con las pocas o muchas luces

con que cuenta;

al final se sabe bien,

se apagan los reflectores y cae el telón,

los aplausos se pierden en la lejanía

y ya no interesa permanecer

en la sala de funciones

y disfunciones.

IV

La rigidez existencial del poder,

su tufo militar,

su sonámbulo estilo

que se propaga;

la orfandad genética asumida,

el enfado y la ignorancia;

crujen y truenan

las maderas de la ciega ambición

para adueñarse del tiempo

y sus incógnitas secuencias.

Esta vanidosa cultura

que exprime los deseos

hasta el hastío,

e inventa los apetitos

más inverosímiles,

conduce al naufragio,

al dejar la proa de la mente

en manos

de sus condecorados alumnos,

los circunspectos robots

batallones de la IA,

que comienzan aparecer

aquí y allá, mientras otros

aún esperan a los alienígenas.

Los alienígenas

somos nosotros mismos;

consumiendo el poder de crear:

Clones

cuya muerte programada

es una congestión electrónica,

un desmantelamiento atómico,

un cruel juego

de apariencia inagotable:

la epidemia mental de suplantar,

a toda costa y a como dé lugar,

a la presencia,

despojarla;

un asalto que es avalancha

y ya no se detiene;

Sí,

la última partida: el jaque mate

a los dioses y sus mitológicas creaciones.

El emperador del ego ha vencido;

y sus súbditos, nosotros,

aclamamos su grandeza

a la hora y en la hora;

como ordenados fractales

anidamos la ensoñación programada

mientras no terminamos de descifrar,

entre los escombros de la sobrevivencia.

V

El malabarismo de las emociones,

la cuerda floja y el trapecio

entre el desamparo y la posesión;

Es el circo de las relaciones,

la risa y las lágrimas;

el mago y su destreza

al aparecer y desaparecer

la espuma de las ilusiones.

El absurdo cruel de la realidad

encajado

en el dolor maquillado del payaso,

al saberse solo ante el espejo;

ese frio túnel hacia ningún lado.

La pretensión cada momento

de grandeza.

El equilibrista sin hacer ruido

capta las miradas;

vicios y virtudes tan altas

en sus cortos pasos

el espectáculo inesperado

de los malos entendidos,

así se nombra

a los resortes ocultos

de la psique que portamos.

La ignorancia propia

de los grilletes

que cada uno lleva

y solo en ocasiones desata

al saber caminar

con la suficiente

dosis de dolor acumulado

y sin drenar:

la certificación continua

de nuestro olvido:

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