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Fabrizio Mejía Madrid

23/08/2023 - 12:05 am

El sur holgazán de Xóchitl

“Con la historia de la pequeña maquila de Kamel Nacif y sus afluentes entre los funcionarios del Gobierno de Vicente Fox, ahora sabemos que es un prejuicio que encubre una red de corrupción y fraudes al erario”.

Durante el encuentro de los aspirantes a la candidatura presidencial del PRIAN y Claudio X. González el pasado 19 de agosto en Monterrey, la todavía senadora Xóchitl Gálvez, la que todavía no ha dicho nada de su conflicto de interés entre sus empresas y su cargo como delegada en la Ciudad de México, la que pidió retomar la política de seguridad durante el negro periodo de Genaro García Luna y, luego, propuso prohibir las micheladas para bajar los índices de homicidios, ella, pues, ejerció violencia política de género contra sí misma. Lo que sucedió es que abrió la boca otra vez y de ella surgió una autenticidad que no es indígena sino neoliberal. Dijo: “Hay una cultura distinta en el sureste del país y no podemos aplicar un modelo similar al del Norte. Recuerdo que, cuando trabajaba con Fox, quisieron instalar maquiladoras en San Cristóbal de la Casas y les dije: “Va a ser un fracaso. Nadie va a ir a trabajar ocho horas seguidos (sic) porque no es su cultura… (dijo la senadora poniendo ambos dedos índices en sus sienes). Pero tampoco si el sureste no tiene gas natural, no va a llegar Tesla, aunque el Presidente quiera”. Esa fue su declaración completa. Lo más comentado, incluso por el Presidente, fue que Xóchitl fue a repetir, en el mismo estado donde su gobernador, Samuel García, declaró apenas en enero de 2021 que los del “sur descansan, mientras los del norte trabajan”, ahí, en el Monterrey, la senadora X. quiso quedar bien con su público clasista, rústico, y parroquial. Pero la otra parte de la declaración de la Senadora X. fue que el sureste no tenía gas natural. Ella, que estuvo haciéndoles examen a los que iban a quedar en la Comisión Reguladora de Energía en el Senado, ella misma, no sabe que el 75 por ciento de la producción de gas natural de todo el país está en Tabasco, Veracruz, y Campeche. A menos que tampoco sepa que esos estados están en el sureste.

Pero vayamos a su declaración de que los del sur y los del sureste no trabajan ocho horas diarias porque “no está en su cultura”. La Senadora X. sorprendió usando un argumento que viene del siglo XVIII, ella que dice vivir en el siglo XXI. Es la teoría de que los climas determinan a quienes los habitan. Es una polémica que aseguraba que los indios americanos eran inferiores a sus invasores europeos, que sus animales eran más chiquitos que los que había en Europa y que, finalmente, eran pueblos que, para progresar, requerían de la autoridad de la Corona Española. Así, a la inferioridad física de América, se le aplicó una inferioridad política. El polemista más connotado de ese pensamiento fue Corneille De Pawn, quien en 1768 publicó su tesis de que el clima americano corrompía todo: a los animales y a los hombres y pasó a disertar por qué el Calendario Azteca no era más que una serie de dibujos sin sentido porque “los antiguos mexicanos no sabían ni contar hasta el diez”. Así lo escribió. Esto recuerda los textos de Ginés de Sepulveda, en el sentido de que los indios mexicanos eran “miedosos, imbéciles y dementes”. Para Sepúlveda, la conquista estaba justificada porque, si los indios eran bestias, y a las bestias “es lícito capturar, redcir a esclavitud o matar”, entonces quedaba fundamentada la invasión española como “servidumbre natural” de los indios. De Pawn añadió a esto el clima, que medía igual que lo hace la Senadora Xóchitl con los paralelos de norte a sur: así, decía el holandés, el clima cálido traía pobladores flojos, mansos, y por tanto esclavos; mientras que el frío generaba libertades. Por los mismos años, un fraile dominico, Juan de la Puente (1612) afirmó que era la influencia del cielo de México, es decir, las constelaciones astrológicas, el que hacía que sus naturales y los españoles que venían a habitarlo, fueran “inconstantes, lascivos, y mentirosos”.
Hablo de esto, no por un mero capricho bibliográfico, sino porque cada vez que se utiliza a las ciencias naturales, como en este caso, la geografía, para validar una forma de dominación, se incurre en un prejuicio que, como todos, no tiene una justificación científica sino política, es decir, de quien manda y quién obedece. Así, cuando la senadora X. trata de quedar bien con su público parroquial de Monterrey que vive convencido de que ellos mantienen al país con su esfuerzo, lo que está haciendo es encubrir un tipo de dominación.

La historia de la famosa maquila en San Cristóbal que ella dice que impidió porque los indígenas chiapanecos, “por su cultura”, no trabajan ocho horas diiarias, arroja luz sobre qué tipo de explotación quiso implementar el Gobierno de Vicente Fox en el sureste del país, cuando la senadora era encargada de los Pueblos Indígenas. La historia es la empresa de Kamel Nacif Borge, primo de Roberto Borge, preso ahora en un penal de Morelos porque, cuando fue gobernador de Quintana Roo, le otorgó 10 mil hectáreas de selva protegida a sus familiares. Kamel Nacif, el dueño de la maquiladora a la que se refiere Gálvez, es el conocido pederasta y traficante de niñas que mandó secuestrar a la Periodista Lydia Cacho por publicar su libro Los demonios del Edén. Resulta que en 2002, Kamel Nacif decide cerrar su maquiladora de ropa en Acapulco por una huelga de los trabajadores en demanda de mejores condiciones laborales. Vicente Fox, entonces Presidente, le ofrece al pederasta todas las facilidades para que ubique su fábrica en San Crístóbal de las Casas, Chiapas, en pago a sus contribuciones “millonarias” —según Cacho— a la Fundación Vamos México de Martha Sahagún. La empresa en Acapulco se llamó Trans Textil International y fue reubicada en unas bodegas del supermercado Gigante que pagó el Gobierno de Vicente Fox, mediante un fideicomiso que se llamó Marcha Hacia el Sur. Con la nave industrial regalada, Kamel Nacif tampoco tuvo que pagar salarios a las 300 mujeres indígenas de Chamula, Zinacantán, y Tenejapa, que laboraron en esa maquila que, según Xóchitl, ella evitó que se asentara. Los sueldos los pagó el entonces gobernador de Chiapas, Pablo Salazar, mediante un programa de becas para la capacitación laboral. Kamel Nacif despedía cada seis meses a las trabajadoras para sostener el flujo de las becas del Gobierno estatal. Ya para entonces, el 2003, la compañía se llamaba Spintex, SA. Se esperaba que el empresario aportara 65 millones de pesos, pero nunca invirtió más que un millón: se enriqueció con los fideicomisos y, cinco años después, desmanteló la planta a la que el gobernador Salazar había calificado de “principal punto de arranque para el desarrollo industrial en el estado”. Las trabajadoras costureras de Los Altos de Chiapas producían 30 mil suéteres y 57 mil playeras al año para su exportación a Iowa y Florida, con la marca de Tommy Hilfiger, empresa que utilizaba trabajo infantil esclavo en Uzbequistán y Etiopía. Nacif les pagaba 2 mil pesos al mes por jornadas de 10 horas diarias y dos domingos al mes, según el reportaje de Ángeles Mariscal en La Jornada del 12 de enero de 2007. Y, un día antes de Navidad, mandó a las costureras de vacaciones y, cuando regresaron las hizo firmar su renuncia y recibir una liquidación de 4 mil pesos. La maquinaria que había sido traída de la huelga de Acapulco, se fue de regreso a la Puebla del Gober Precioso. Como muchos empresarios del foxismo, Kamel Nacif no era un inversionista sino un rentista de los fideicomisos del Gobierno y un explotador de la mano de obra en el sur, cuyo salario mínimo era el más bajo de la República, 47 pesos al día, porque, como recordarán, el salario iba por zonas del país y el sureste era siempre el menos pagado por las mismas horas que el del Norte.

¿Qué nos dice esta historia frente a la declaración medrosa de la Senadora Gálvez? Que los recursos públicos fueron entregados por Vicente Fox como pago por las contribuciones a la Fundación de su esposa, Martha Sahagún, y no porque hubiera, como dice Xóchitl, una discusión sobre “la cultura” de los lugares en los que se subsidiaban maquiladoras. La evaluación del Fideicomiso por parte de la propia Secretaría de Economía de Luis Ernesto Derbez, arroja que 25 de cada 100 proyectos fueron apoyados sin que mediaran estudios de mercado, planes de negocios o estudios de factibilidad. Eran para los cuates. Para el Gobierno fueron un fracaso: de 103 proyectos apoyados en 2002 para supuestamente crear 45 mil empleos, para 2006 ya eran sólo 35 y no se habían creado ni 3 mil empleos. Es decir, lo que la Senadora Gálvez pinta como unas reuniones donde se debatían “las culturas” de trabajar ocho horas diarias y el ecoturismo para indios remisos, era un barril de recursos públicos para ciertos empresarios amigos que no crearon empleos ni desarrollo de ningún tipo. Que abrían y cerraban fábricas llevándose las mismas máquinas de coser por distintas regiones del país, ahorrándose la inversión y hasta pagar de sus utilidades los salarios de hambre.

El Fideicomiso Marcha Hacia el Sur de Vicente Fox fue acusado por la Auditoría Superior de la Federación de ser un gran fraude de 211 millones de pesos y mandó inhabilitar a su secretario técnico por 20 años. Aunque en 2007, ya durante el Gobierno de Felipe Calderón, el Senado pidió la comparecencia de Eduardo Sojo para que diera a conocer a qué empresas se les habían otorgado los recursos públicos, ésta jamás ocurrió y la información sigue resguardada por el Instituto de la Transparencia. Ahora sabemos que uno de ellos fue el pederasta Kamel Nacif.

Según los foxistas, como Xóchitl, la idea del subsidio a los empresarios era para dejar atrás lo que ellos consideran “dádivas” a los huevones, es decir, los programas de contención de la pobreza, que en este sexenio han sacado de la pobreza a 5 millones de mexicanos. Ellos, los foxistas, proponían el subsidio a los empresarios como una solución mágica. Por ejemplo, en la presentación del Programa Marcha Hacia el Sur, que resultó en un fraude y desfalco al erario público, Vicente Fox se hizo acompañar del secretario de Programación y Presupuesto de Rubén Figueroa Alcocer durante la matanza de Aguas Blancas, y de Juan Buen Torio. Era el 8 de marzo de 2001 y estaban echando a andar el programa en Chilapa, Guerrero. Fox dijo: “Una nueva clase empresarial ha nacido en México; se trata, a decir del Presidente Fox, del empresariado con compromiso social, que tiene cariño y amor a nuestro país. Están decididos a jugársela en proyectos para el rescate de los pobres y marginados. Vamos a trabajar juntos y los vamos a apoyar, hombro con hombro, para que sigan adelante con sus inversiones y generación de empleos”. Pero tanto Juan Buen Torio como René Juárez Cisneros hicieron una especie de broma con el nombre del empresario de mezclilla que iba a obtener un subsidio para su maquiladora en Guerrero, Marcos Touché, y el Subcomandante Marcos del zapatismo de Chiapas:

—Ojalá tuviéramos tantos Marcos como Ricardo Marcos —dijo Buen Torio.
—De esos son los Marcos que queremos —terció el gobernador de Guerrero—, de los que invierten en México, construyen empleos y generan riqueza en las comunidades más apartadas; de los que con trabajo y compromisos con la nación construyen la paz.

Juan Buen Torio llegaría a ser el encargado de Pemex Refinación en el Gobierno de Fox, después de pasar por subsecretario de la pequeña y mediana empresa con Derbez, y consejero de Nafin y Bancomext. Pero fue desde su cargo en Pemex que usó su puesto para traficar con gasolina robada, por unos 30 millones de litros, según la investigación de la periodista Ana Lilia Pérez Mendoza en Camisas azules, manos negras. De acuerdo a los documentos de este libro, Buen Torio vendía contratos de transporte a sus familiares y amigos por un moche del 4 por ciento, alrededor de 400 millones de pesos, de los cuales, la mitad fue para financiar la campaña de Felipe Calderón. Uno de sus cómplices en el huachicol de altos vuelos, es decir, desde la dirección de Petróleos Mexicanos, fue el dueño de Bardahl, Sergio Díaz Torres, uno de los financiadores de la Fundación Vamos México de Martha Sahagún, y Carlos Salomón Cámara, asesor de la señora. Pero Buen Torio jamás fue investigado por su corrupción en Pémex. Cuando una comisión de senadores se lo pidió a la Procuraduría General, su titular, Medina Mora, les avisó que no haría tal cosa. Estaba protegido por quienes tampoco investigaron a Oceanografía, propiedad de los hijos del matrimonio Fox-Sahagún.

Ahora, volvamos a la declaración de Xóchitl Gálvez de que el sur es holgazán y no merece inversión industrial. Con la historia de la pequeña maquila de Kamel Nacif y sus afluentes entre los funcionarios del Gobierno de Vicente Fox, ahora sabemos que es un prejuicio que encubre una red de corrupción y fraudes al erario. No es que las indígenas de Los Altos de Chiapas no tengan una cultura de trabajar ocho horas seguidas diarias, sino que los programas del panismo no pretendían, de inicio, abrir empleos o desarrollar regiones. Lo que pretendían, en realidad, era enriquecer con el presupuesto público a quienes los habían apoyado en el financiamiento de sus campañas electorales. Y es por eso que Xóchitl Gálvez habla de los indígenas. Para no hablar de su propia corrupción.

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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