2014, año de Octavio Paz: ¡váyanse a la nada!

29/12/2013 - 12:00 am

México está de fiesta. Y esa Fiesta, cruzada por relámpagos y delirios,

 es como el revés brillante de nuestro silencio y apatía, de nuestra reserva y hosquedad.

Octavio Paz

El pasado 3 de diciembre el pleno de la Cámara de Diputados reafirmó su capacidad para aprobar asuntos de los que solo tienen información superficial o no tienen la menor idea y que poco o nada les importa si acabarán beneficiando a una minoría y servirán para hundir más a esa mayoría por la que escalaron a los sueldos de magnate, aguinaldos insultantes y beneficios superlativos, que nos recuerdan de manera vehemente el capítulo Hijos de la Malinche, del Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz. Así, ese día, sin siquiera conocer una portada de uno de sus libros, menos darnos  títulos de tres de ellos,  con la idea de que El Laberinto es un juego de mesa estilo Serpientes y escaleras,  y en ejercicio de su reconocida capacidad simuladora que les ha dado por premio una curul, se declararon hombres y mujeres de Paz y, para regocijo de unos cuantos y valemadrismo de las mayorías, acordaron que 2014 será el año de Octavio Paz y así celebrar el centenario del único mexicano ganador del Premio Nobel de Literatura.

Lo anterior me recuerda un pasaje de la novela El miedo a los animales, de Enrique Serna –que cito de memoria-, en el que un desertor de la carrera de Filosofía y Letras metido a judicial detiene, pistola en mano, a unos delincuentes que levantan los brazos en señal de rendición y gritan: ¡No dispare, somos gente de paz! Él, sin inmutarse, los encara y les dice:

¡Me valen madre sus influencias literarias!

Asociación de ideas.

Aunque me hubieran beneficiado más con dos que tres rechazos a reformas que ofrecen negros nubarrones en el año que está por venir, no puedo negar que la iniciativa me parece atractiva, empezando porque me imagino los dislates que habrá de cometer el presidente en sus discursos sobre Paz, al que seguro no conoce,  y como soy seguidor de la frase célebre “todo se ha perdido, menos el humor”, me froto las manos con mesurada impaciencia, porque, la verdad, hay sobradas razones para temer el arribo del Año de Paz, que, a como están y se pondrán las cosas,  espero no se convierta en el de Revueltas, porque don José también cumple cien años.

Como para reclamarle que haya escrito que en este país de solitarios no hacemos otra cosa que pensar en festejos, lo primero que se hizo fue nombrar a la Presidenta de la Comisión Especial para Conmemorar el Centenario del Natalicio de Octavio Paz, la diputada chiapaneca por el partido Nueva Alianza, Sonia Rincón Chanona, que al grito de no te entumas comadre que la pachanga se va a poner buena, marcó una serie de “originales” propuestas para hacer que la de Octavio Paz sea una fiesta inolvidable.

Por principio de cuentas, toda la papelería burocrática que se expida desde la federación, el estado y los municipios llevará a partir del ¡Feliz año nuevo! La leyenda “2014, año de Octavio Paz”, por lo que habrá de leerla en cuanta multa, notificación y cobro le llegue, para que no se le olvide. En el Canal del Congreso estarán pasando cápsulas informativas y spots promocionales de la vida y obra del poeta, por lo que declárese a salvo de esa iniciativa pues creo más probable que en un descuido vea un minuto del canal religioso antes que un segundo  del Congreso Chanel. Menos con el Mundial encima, apenas que saquen un spot con Pelé diciendo que él usa la pluma de Octavio Paz, crack de la Literatura mundial.

La filatelia era un hobie muy de moda en mis años mozos. Muchos éramos los que andábamos tras estampillas curiosas, soñando en tener una que nos volviera millonarios por su rareza. El arribo del correo electrónico sentenció a la muerte a la actividad, que nos hacía esperar con ansias la llegada del cartero. A estas alturas del partido, para las nuevas generaciones no existe curiosidad filatélica y, es más, el término no les significa nada. Tampoco el arribo del cartero les provoca ansiedad, porque en estos tiempos todo lo que traen son sobres con cobros, estados de cuenta o amenazas de embargo. Se acabaron las azucaradas cartas de amor. Pues bien, en este escenario, la Comisión de los festejos del centenario de Paz proponen que se emitan sellos postales dedicados al autor de El ogro filantrópico, que tiene en su haber un pleito con Pablo Neruda tan recordado como el descontón de Vargas Llosa a García Márquez. Como ya nadie escribe cartas, las estampillas tendrán  un tiraje mucho menor que si hubieran aparecido en los ochentas, pero igual, los que fuimos aspirantes a filatelistas en serio, habremos de adquirirla.

La crudeza de la economía mexicana cada vez desgasta más nuestra esperanza en dar un golpe millonario en la lotería. El costo de los cachitos supera por varios cuerpos al ridículo y microscópico incremento al salario mínimo. Ya solo se puede jugar a la lotería en una mesa del barrio: “la sirena…el soldado…el cantarito”, de modo que esperaremos que pasen los sorteos para recuperar del cesto de basura de expendedores de billetes uno y conservarlo como separador de lectura, porque la imagen de Paz, en otra iniciativa de la Comisión, aparecerá en ellos. Además, habrá una moneda conmemorativa al festejo, ni idea de cuál será su valor.

Igualmente, se está pidiendo a la SEP que amplíe su información sobre la vida y la obra del poeta de los ojos azules. Para este menester, me imagino, sembrarán al país de “especialistas en Paz”, que no habían podido colocarse desde su entusiasta participación en la campaña presidencial.

Pues mal que bien, esas son las iniciativas planteadas por “nuestros” diputados para homenajear la memoria de Octavio Paz en el centenario de su natalicio. Seguro habrán de aportar otras más, para engordar el presupuesto, que es lo que realmente tiene chiste.

Con mis mejores deseos para todos ustedes en este emblemático 2014 que nos llega, va mi desinteresada aportación a los festejos. Es un fragmento de Los hijos de la Malinche, de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz:

Cuando decimos “vete a la Chingada”, enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacio. Y no solo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y de labios del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la Nada.

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