
Para Ofelia Medina y Beatriz Paredes: se escucha el corazón luminoso y la palabra que siembra.
I
El olvido es también una pausa,
el recuerdo:
la asignación pendiente.
La historia como oráculo:
tormentas de arena,
el ulular de los desiertos,
ciudades anidando
sueños y pesadillas.
Los mitos que heredamos;
el conocimiento implacable,
nuestras opciones solitarias
en medio de multitudes.
II
Esta estadística que nos asume,
no es la cantidad,
es la distancia del número;
los bautizos digitales de los cálculos;
esa cifra que acumula y resta;
la indescifrable experiencia de vida de cada quien,
sin importar karmas, creencias, destinos;
el asombro inmemorial al decir presente,
ante la ausencia de tierra firme,
en la inmensa incertidumbre de los datos
que trafican con todo lo que nos habita.
La mente que nos salva o condena
su paraíso o infierno,
en esta ambigüedad permanente
de un cuerpo en tránsito,
que escenifica innumerables actos,
sin saber bien a bien de que se trata
su presencia en la obra,
que en cualquier instante termina.
III
Saturado el éter por temor a la ausencia,
edificamos el inagotable laberinto cotidiano
que desemboca en la puerta del ruido.
Los sentidos, ese abanico poderoso,
se estrujan;
y abrumados pierden
la orientación primaria
de su desnuda experiencia.
IV
La congestión implacable no cesa.
El cristianismo en su raíz,
(del oriente en occidente)
en la disposición de su semilla,
conserva la sabiduría inigualable
de la pobreza de espíritu,
sin la cual, el peso del mundo
estruja el tiempo,
y entierra vivo el destino del ser.
El elixir de fe sostiene la renunciación:
mirada que encarna,
la suprema libertad del espíritu,
su metafísico atajo;
la resurrección misma.
Rendija
La precipitación, la soberbia y su otra cara la ignorancia, hieren a la República y la precipitan a un descalabro mayor. La carencia de la clase política es su estructural debilitamiento y su entierro definitivo en la próxima elección: de quién sabe qué, acabará de fragmentarse al país entregándolo al crimen. La miopía del centralismo en todos los órdenes ya es ceguera.





