I
Los años convertidos en días,
los días en segundos;
un inhalar profundo y su exhalar.
La vida,
en este instante
al diseñar la bóveda del tiempo:
su sello de humildad
su camino de bondad
el testimonio de devoción,
sin la distancia ya del concepto.
La palabra que encarna
su vibración
el abrazo de la luz y la oscuridad,
el bálsamo de la paz interior.
II
Extraviados
en la vorágine de los poderes en disputa;
la ira se disfraza de dádivas.
Cada vocablo
es una ventana
en la ciudad que resiste.
Hay una suerte de amnesia colectiva
para poder sobrevivir;
las preocupaciones son la materia
que esculpen nuestras veredas.
III
En el puente suspendido de la madrugada
espera el tren sobre oxidados rieles
Las nubes anudadas y fijas
entre las crestas de las montañas
Algo está detenido
porque algo se avecina
No alcanzamos a ver desde este lugar
sólo presentimos.
IV
Esta carretera hoy es un mirador
el esplendor por doquier
el plata, el blanco y gris
de las humildes y magníficas nubes,
la antiquísima inteligencia artificial
de la química de la creación,
El zigzagueante verde de los valles,
esos resplandores de los árboles:
antorchas vegetales entre las hendiduras.
V
La Huasteca
este inmemorial vientre de la mar
convertida en bosques de niebla
también es una tierra prometida.
El sacrificio esculpido en la mujer de piedra,
abarca siglos de paciencia;
una telúrica presencia perdura
en la finura de sus lenguas y pueblos
que traducen los torrentes y tormentas.
VI
Llueve
para no olvidar
que somos agua y tierra.
Dicen algunos
que el mismo Quetzalcóatl:
la serpiente emplumada
sólo pronunció esa y otra oración:
La conciencia de la muerte
es el costo de pretender ser dioses.
Rendija:
La siniestra semilla del odio enmascarada de ideología se distribuye por doquier. Parece que millones prefieren las pesadillas a atreverse a edificar utopías. La guerra con armamento atómico, es obsoleta; lo que está en disputa hoy es el territorio de la mente.
Mi solidaridad con mi hermano Alejandro, ante las cobardes calumnias provenientes desde el anonimato.
