
Pues ya estamos otra vez en lo mismo: intercambiando presos mexicanos a cambio de los favores de Trump. Como si fuera legal expulsar a ciudadanos mexicanos del país, así sean los peores criminales, sin procesos de extradición. El Gobierno le puede buscar subterfugios a la medida, como presentar a los presos como “generadores de violencia” desde la cárcel, pero no deja de ser una cesión de soberanía y, desde el punto de vista ético, intercambiar a ciudadanos mexicanos por favores de otros países, no parece una medida muy digna y, por supuesto, no parece constitucional.
Y aunque a mucha gente puede parecerle una buena medida expulsar a los peores criminales, a mí me parece aberrante y escandaloso si pensamos que vivimos en un Estado de derecho, no al arbitrio de medidas arbitrarias de un poder extranjero. Por supuesto, las “tandas” de criminales que el Gobierno de Sheinbaum ha enviado a Estados Unidos para congraciarse con el Presidente Trump, han sido responsables de múltiples crímenes sanguinarios. Nadie, creo yo, podría defenderlos, pero no se trata de que sean inocentes o culpables, sino de que son ciudadanos mexicanos. Precisamente, debían de ser juzgados en nuestro país y aquí debían pagar por sus crímenes, si es que la justicia funcionara y si no fuera porque la Presidenta de México está siendo acorralada por las amenazas del Gobierno de Estados Unidos que ha dado pasos consistentes, desde hace meses, para llevar a cabo una incursión militar en nuestro país. Con el fin de usarnos como moneda de propaganda de su Gobierno, para consumo interno, el Presidente norteamericano ha usado sistemáticamente el tema del fentanilo y los cárteles de la droga para llevar a cabo una demostración de fuerza. El Gobierno mexicano ya no debería de tener ninguna duda de lo que se aproxima; claramente no son baladronadas de Trump, sino un plan llevado a cabo minuciosamente para legitimar medidas militares que le podrían aportar mucho apoyo de sus bases. Y es que ya sabemos que su gobierno necesita enemigos, antagonistas a través de los cuales engrandecer su poder. La humillación de distintos países y presidentes habla con elocuencia de sus estrategias políticas, pero la fijación que sostiene con México es totalmente escandalosa.
Desde que declaró a los carteles mexicanos como grupos terroristas, el Gobierno norteamericano se arrogó el derecho de desaparecer o aniquilar a estos grupos. Su Gobierno ya acusó al Gobierno mexicano de estar coludido con los narcotraficantes, y prácticamente sólo falta que escoja el momento que le resulte conveniente, dentro de la política interna norteamericana, para lanzar algún tipo de ataque que, téngalo por seguro, violará la soberanía nacional. No necesita invadirnos por tierra, como antaño, basta con lanzar misiles, ingresar drones o agentes norteamericanos para atacar a cualquier “blanco” dentro de nuestro país ¿qué hará el Gobierno de México una vez que ya cedió en todo? ¿tendrá la fortaleza para enfrentarse al Gobierno de Estados Unidos o aceptará la violación de nuestra soberanía? Porque cabe la posibilidad de que, incluso, el gobierno mexicano presente cualquier ataque como una forma de “cooperación”, para ocultar la agresión. No crea que exagero; la entrega de capos y delincuentes que ha llevado a cabo, de manera totalmente ilegal, es ya una forma de cesión, de claudicación frente a Estados Unidos, que no habíamos visto antes.
Algunos pensarán que es una medida inteligente para conjurar un peligro, lo cierto es que cada vez es más inocultable la sujeción del Gobierno de México y que Trump no retirará la carta de la agresión armada de la mesa.
Esa es, a todas luces, la amenaza que enfrenta nuestro país y que cada vez que cede a las presiones, se debilita más. Porque dentro de poco, a la Presidenta Claudia Sheinbaum, se le acabarán los presos de importancia, y no le quedará más que comenzar a ceder en otros tipos de presiones: arancelarias, en las negociaciones del tratado de comercio, o incluso, en la detención de políticos que los gringos señalen. Y claro, el Gobierno de la Presidenta debería combatir las alianzas entre el crimen organizado y los políticos donde existan, pero no satisfacer presiones extranjeras, destinadas a convertir a México en una piñata ejemplarizante.
Lo peor de todo, querido lector, es que al final Trump hará lo que le convenga, no respetará ningún acuerdo, porque es Trump. Así bombardeó ilegalmente a Irán, violando todas las leyes internacionales; más una demostración, un show para el mundo, que una guerra entre ambos países. Lo mismo puede hacer en México; un ataque dirigido a un narcolaboratorio o algún capo, que no cambiará en nada el tráfico de fentanilo ni la mortandad en Estados Unidos, pero que sí inflamaría el nacionalismo norteamericano al dejar en claro que Estados Unidos tiene el poder para atacar a cualquier país que quiera, impunemente, para “defenderse de sus enemigos”, dejando en claro que logró volver grande América otra vez. México como la cereza del pastel de MAGA.
Ojalá que el Gobierno mexicano ya tenga un plan a, b y c ante este escenario que no consista en cantar el himno nacional, mientras permite que México sea humillado por una invasión norteamericana, otra vez. No sé cuál pueda ser, querido lector, pero entregar ciudadanos mexicanos como si fueran tributos mexicas revive nuestro pasado más oscuro. Y no hace falta recordarlo, pero no, no salió nada bien.





