La novela Los seguidores, de Alma Mancilla, aborda el trágico suceso del suicidio colectivo en Guyana de la secta Jim Jones, People Temple, enfocándose en la memoria y la ficción para ofrecer un profundo viaje introspectivo a la psique de sus personajes.
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).– “No se trata de un texto histórico”, sostuvo Alma Mancilla al hablar sobre Los seguidores (Hachette Livre México), una novela que se adentra de manera introspectiva por uno de los sucesos más oscuros y estudiados del siglo XX: la masacre y suicidio colectivo de Jonestown, en la Guyana, bajo la figura de Jim Jones y su Peoples Temple. La autora, en cambio, propone un acercamiento desde la ficción más profunda, explorando la psique humana de quienes estuvieron involucrados.
Mancilla explicó a SinEmbargo que el proceso de creación implicó un "ensayo y error", llevando a un estilo de narración que se desancla del hecho real. "Busqué una narración muy introspectiva, cercana al flujo de conciencia o monólogo interior", comentó la autora.
La decisión de "sacrificar el recuento histórico —explicó Mancilla— no fue una gran pérdida, pues hay mucha información disponible" lo que facilitó que "la ficción pudiera florecer" y reflexionar sobre el mal mediante la invención de personajes específicos.
De esta manera alimentó su escrito con un "testimonio ficticio, pero interior", lo cual responde a un interés fundamental de Mancilla: la psicología de los involucrados.
"Soy fiel a mi interés por la psicología de los personajes. Me interesa la exploración interna de los involucrados; el sondeo de la psique permite acercarse a la oscuridad," afirmó.
La autora rechazó las narrativas simplistas, buscando complejidad en lugar de figuras maniqueas. "Me desagradan las explicaciones que convierten al líder en monstruo y a los seguidores en meros objetos, despojados de agencia. Nociones como el 'lavado de cerebro' limitan esa agencia".
Por ello, su obra se adentra en un "territorio de oscuros," lo cual exige una intensa exploración psicológica. La voz narrativa —apuntó— lejos de ser objetiva, refleja un "entorno confuso, donde falta claridad de juicio, algo natural cuando los sucesos nos sobrepasan".
De esta manera, la novela se distingue por una notable fusión entre narrativa, poética y una "perspectiva onírica". Al respecto, Mancilla coincidió que introdujo "elementos oníricos y pesadillescos, acordes al flujo de conciencia y la libertad narrativa que buscaba."
Esta "ruptura formal" —explicó— permitió establecer un ritmo que reflejara el "caos mental del suceso y sus personajes," además de satisfacer un "deseo personal de acercamiento a lo poético en términos estrictamente formales."





