Más allá de los temas y los acuerdos, la reunión, hay que reconocerlo, vale por sí misma como un gran signo de civilidad política. Independientemente de las diferencias partidarias que siempre habrá, todo parece indicar que atrás quedaron al fin los tiempos de darse la espalda y evitar hasta el saludo en los actos públicos. Sea para bien.
Por Ricardo Rocha




