
Mientras los palestinos en Gaza siguen sin tener alimentos y son asesinados por soldados israelíes por tratar de asegurar una bolsa de harina como en una película de los peores horrores cometidos por las nazis contra los judíos en la segunda guerra mundial, Israel se embarca en otra guerra, contra su viejo enemigo, Irán. No, no hay quién detenga a Netanyahu, querido lector, y el brutal sionismo que ha despojado y masacrado a los palestinos desde hace décadas.
Es interesante, sin embargo, constatar que cada vez más personas en el mundo están aceptando lo que es ya innegable: la impronta nazi en el genocidio que comete Israel en Gaza. Al menos a mí me sorprende que cada vez más la gente lo esté diciendo en voz alta. Tal vez esto sea resultado de que los horrores que Israel ha cometido estos meses han sido videograbados y transmitidos al mundo entero en tiempo real. Recientemente escuchaba una charla con la escritora y antropóloga Rita Segato en la que comentaba que el genocidio cometido contra los palestinos, era peor que el genocidio cometido en la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de que los nazis ocultaron sus crímenes al mundo, mientras que Israel los ha cometido ante los ojos de todos.
Y así es, querido lector, los gazatíes han perdido todo, han sido masacrados de manera inclemente, han sido despojados, desplazados, y tratados de manera inhumana y esto lo sabemos todos, quienes sencillamente hemos sido testigos de su tragedia. Los valientes periodistas palestinos, los ciudadanos que han documentado lo que les ha ocurrido, los médicos, han logrado que su desgracia recorra el mundo gracias al Internet. Ninguna propaganda israelí ha logrado ocultar la naturaleza de los múltiples crímenes de guerra que han cometido y por eso la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra Netanyahu.
Aunque los palestinos de Gaza continúen en una pesadilla inhumana y cruel, hay al menos una luz de esperanza en que millones de personas alrededor del globo sepan lo que está ocurriendo, no tengan miedo a decirlo, lo repudien y se manifiesten al respecto. Tal vez no puedan parar el horror, ni evitar más muertes, ni obligar a los gobiernos de sus países para que cambien su postura cómplice frente al genocidio (como es el caso vergonzoso del Gobierno mexicano), pero sin duda han logrado que la balanza moral esté de su lado y que Israel haya perdido la guerra en la opinión pública mundial.
Porque lo que sucede en Gaza no es, obviamente, una guerra entre dos ejércitos, sino una ocupación que ha convertido a la Franja en un cruel campo de concentración donde toda la población (hombres, niños y mujeres) son sus blancos y víctimas; que es sistemáticamente bombardeada y donde ya no hay asistencia médica, ni alimentos para las personas que viven desplazadas por órdenes del ejército israelí que, además, los asesina con bombas y disparos, sádicamente.
Sin embargo, hay que decir, querido lector, que un país y un Gobierno genocida no puede salirse con la suya indefinidamente, como no pudieron los nazis. En algún momento y a pesar de las más horrendas atrocidades, la justicia tiene que aparecer para los palestinos. Ningún país puede asesinar masivamente a niños, a familias enteras y quedar impune, por más que el orden mundial se haya derrumbado y con este sus instituciones humanistas. Demasiados ojos han visto el horror, demasiados oídos han escuchado los gritos. Tal vez no podamos entrar para evitar el sufrimiento, pero lo hemos atestiguado. Distintas iniciativas de gente de a pie han desafiado y seguirán desafiando a la bota y los candados del poder criminal que tiene a millones encerrados mientras los masacra, los despoja, los denigra, los lleva a la hambruna. Porque, aunque Israel y su Gobierno crean que, porque nadie los detiene no pasa nada, la verdad es que sí ocurre, querido lector. Ocurre en todo el mundo y simultáneamente; ocurre en mí y en usted y en millones de personas que se sienten horrorizadas y saben, reconocen que lo que ocurre en Gaza tiene un nombre: genocidio. Y también, que ese genocidio tiene semejanzas inocultables con el peor genocidio cometido en la historia; que quienes fueron sus víctimas se han convertido en espejos de sus sádicos verdugos, en un giro trágico. Es una victoria simbólica, si usted quiere, pero esencial si es que la humanidad tiene algún futuro.
Porque hoy en día nadie podría (o casi nadie) negar las atrocidades que cometieron los nazis cuando asesinaron masivamente a millones de personas. Es una tragedia inconmensurable que definió y marcó la historia y que no debería de repetirse nunca. Hoy, que la estirpe de su locura (por decirlo de algún modo) aparece de manera descarnada en otro genocidio, cada vez más gente puede reconocer el mal, lo cual es ya un síntoma de que, aún en el más horrendo sufrimiento, hay al menos la esperanza de que éste no quedará impune y que personas de a pie de todo el mundo no se quedarán calladas frente a lo inaceptable. Quién sabe, querido lector, si en algún momento esa presión se convierta en masiva, sea incontenible y logre derribar las rejas y abrirlas para la justicia y la libertad que los palestinos merecen.
Tal vez peco de optimista, pero ante las circunstancias no me queda sino pensar que, aunque la noche se cierna sobre el mundo, de manera precisa y puntual el amanecer será inexorable. Aun cuando en la noche se sumen peligros como otra guerra más y la locura autoritaria de los poderosos se desate. Porque es claro que nos encontramos en un escenario mundial muy sombrío, querido lector, y aun no sabemos si Estados Unidos se unirá a la locura israelí que parece decidida a seguir incendiando el mundo.





