
“La vida es demasiado peligrosa para vivirla, pero, además, demasiado valiosa para echarla a perder”.
Peter Sloterdijk.
“La desmesura ha conducido al colapso de las civilizaciones”.
Arnold J. Toynbee, historiador.
De los hongos y relámpagos de Hiroshima y Nagasaki no aprendimos nada. Donald Trump y Benjamín Netanyahu, con su arrogancia, altanería, insolencia, ultraje, desenfreno, en una palabra, con su desmesura están conduciendo al mundo a una guerra nuclear y al colapso de la actual civilización. Sus actos condenan la historia humana a un triste fin; la respuesta irresponsable que dan al conflicto Israel-Irán no es el camino para alcanzar la solución correcta al problema.
Ninguno de los dos escucha ni respeta los derechos de nadie. Trump, sólo a posteriori avisa al mundo que ha tomado una decisión en asuntos que, por su gravedad y amplitud competen a todas las naciones. En el caso de Irán, no procura acuerdos diplomáticos, por lo contrario, revela que es suyo el conflicto al bombardear las instalaciones nucleares iraníes y se jacta con descaro: “Sí quieren negociar. ¿Por qué no negocian conmigo?” Esta execrable, arrogante y abusiva conducta pone de manifiesto que la pugna es con él, que no tiene una propuesta de paz, como lo confirman las valentonadas de Netanyahu, “la paz sólo se logra con la guerra. Primero viene la fuerza, luego la paz”; como se ve, ninguno de los dos ha leído a Sun Tzu (El Arte de la Guerra), este pensador chino del siglo V a, de n. aconseja. “siempre es mejor conservar intacto al enemigo vencido que destruirlo", y quien sepa escuchar que escuche, la historia está llena de ironías, una cosa es lo que se espera y otra lo que sucede, Ciro reunió un enorme ejército de decenas de miles de soldados y lo lanzó contra los griegos; el oráculo de Delfos le había augurado “que un gran ejército sería derrotado”, el interpretó que ese ejército era el del enemigo e invadió Gracia, trescientos espartanos lo derrotaron en el valle de las Termópilas. Qué necesidad tiene Trump, después de castigar a la víctima, de ultrajar al enemigo con la prepotencia y autosuficiencia del más fuerte: “Irán debe acceder a la paz o los ataques serán más fuertes”, pero calla que lo hizo sin tomar en cuenta al Congreso y al Legislativo como lo establece la Constitución norteamericana. Netanyahu, por su lado, con la alevosía propia del asesino que se sabe impune, ha declarado, “no se puede permitir que Alí Jamenei, líder supremo iraní, siga existiendo”; su Ministro de Defensa, Kats, le hace coro con estas palabras: “este hombre absolutamente no debe continuar existiendo” y en un exceso de poder declara a la emisora israelí Kan, “Ahora digo que estamos cambiando la faz del mundo… Nos dirigimos a una enorme victoria”.
A este tipo de posturas los antiguos griegos la llamaron hybris, una tendencia humana a la exageración, al exceso y a la pérdida de medida a nivel individual, social y político que, ligada a la falta de autoconciencia, termina por separar al hombre del mundo objetivo y hecha a andar lo que Althusser (filosofo franceses) llamo “la maquina simbólica de la ideología”, una idea de las cosas que lleva al hombre a actuar según sus representaciones.
Ahora bien, el término griego hybris traducido al español significa desmesura; es la intención de los hombres a transgredir los límites impuestos a los mortales por los dioses. Por su carga de violencia, los griegos la calificaron como la mayor falta que pueden cometer los seres humanos contra el orden universal, pues atenta contra aquella parte de fortuna o infortunio que el destino asignó a cada individuo; para evitar caer en ella, los hombres deben optar por la mesura, la moderación y la sobriedad y no desafiar al destino; siguiendo este patrón, el Derecho griego antiguo condenó la violencia de los poderosos sobre los débiles y califico su práctica como error funesto.
La tragedia griega ilustra, con la vida de algunos de sus personajes el destino que depara al ser humano cuando por violencia, asesinatos, muertes brutales, asedios y derrotas de guerra se atrevieron a desafiar a los dioses. La hybris, sin embargo, no se reduce a las expresiones del arte antiguo, la desmesura se manifiesta también con enorme fuerza en el actual contexto global y la encontramos uncida al poder bélico de las grandes potencias. La desmesura es connatural al neoliberalismo, a la economía de mercado y al enorme desarrollo técnico- militar, pues todos ellos en su ámbito generan múltiples desequilibrios y tensiones, como lo explica Cornelio Castoriadis, filósofo griego-francés, que ve la hybris no sólo como un exceso individual, sino como una característica de las sociedades modernas en las que las naciones más desarrolladas imponen un orden absoluto y excluyente a los más débiles negándoles capacidad para la auto creación y transformación propias. Según Castoriadis, la autonomía es una capacidad humana que se extiende a los Estados-nación para autodeterminarse, auto legislarse que se hace manifiesta en su libertad para decidir su propio destino, solo la desmesura de los poderosos la niega.
¿Qué impulsa a los países poderosos a imponer un orden absoluto imaginado por ellos? Según el filósofo francés, Michel Onfray, al exceso de confianza en las propias capacidades, que los lleva a confrontaciones que pudieron ahorrarse; esta tendencia está vinculada a la decadencia del judeo-cristianismo y la emergencia del espíritu de resentimiento (concepto nietzschiano que se define como el deseo humano de someter al otro con objetivos sociales, económicos, políticos. Genealogía de la moral) que, sumado a creencias religiosas, se transforma en herramienta para imponer a otros la propia voluntad; para Onfray, el papel del espíritu de resentimiento en la historia se manifiesta en violencia y destrucción, opresión y descalificación, es decir, en excesos y falta de moderación de parte de quienes están dominados por la desmesura.
Sin lugar a dudas, el capitalismo fomenta la ilusión (una imagen de los sentidos que no tiene correspondencia con la realidad) de creer que la solución a todos los problemas está en el mantenimiento del actual estatus quo que prioriza la economía de mercado, el crecimiento de la producción y el consumo, sin considerar sus consecuencias; condición que solo abona el terreno para que la desmesura continúe creciendo.
La desmesura que observamos en la conducta de Donald Trump y Benjamín Netanyahu tiene como matriz una falsa consciencia, es decir, una consciencia enferma e irracional que pretende afirmarse y sobrevivir humillando y destruyendo a quienes no están con ellos incondicionalmente. Afirma Nietzsche, se denomina falsa consciencia a la intención de negar la vida fabricando culpables (Nietzsche. Genealogía de la moral); en el caso que nos ocupa, falsa conciencia no es una etiqueta, es un diagnóstico que exhibe con pruebas, el verdadero rostro, la estructura y cinismo de los Estados Unidos (con precisión, Trump) e Israel de no tolerar la soberanía de otras naciones por tomar posiciones diferentes de las suyas. Ignoran, quizás, que sus discursos, posicionamientos y mentiras ya no engañan a nadie, que es obvio que no se apoyan en la verdad, sino en mecanismos que la falsean. Qué al mundo le quede claro, la mentira es el único sustento de las irresponsabilidades sociópatas de Trump y Netanyahu, en ellas no hay inocencia, sus argumentos constituyen en los hechos, formas extra racionales de pensar que revelan pasiones, intereses, figuraciones e ilusiones; este es el punto en que su falsa consciencia se transmuta en consciencia ingenua, aquella que sólo concibe como propio sus acuñaciones, adiestramientos y desmesuras. Sólo que este delirio llevado a su límite es fuente de trastornos patológicos que son evidentes en su obsesión de poder y grandeza y, además, la matriz de sus delitos y crímenes. Afirmó, Charles Richet, físico norteamericano, en una frase memorable que le viene al pelo a Trump y a Nentayahu “Somos tanto más estúpidos en nuestras acciones cuanto menos ignorantes nos creemos”. Efectivamente, ambos personajes creen saber lo que el mundo necesita y mientras más actúan más desplazan la relación de inteligencia y estupidez. Su falta de juicio y sabiduría, es decir, su estulticia, refleja una absoluta incapacidad para entender que sus soluciones para las guerras en Gaza e Irán no son más que idiotecis (en inglés) cardinales: violencia, agresividad, crímenes de lesa humanidad, engaño, mentira y una estafa a la paz del mundo, desgraciadamente, nos están conduciendo también al abismo: al fin de la civilización tal y como la vivimos.
En última instancia, nos queda un camino para castigarlos: La punición de los dioses que castigaron la hybris de los hombres que se atrevieron a romper los límites establecidos con la locura.


