
I
La presencia de la mujer
es la habitación del ser;
la densidad de su alma:
la luz.
II
Sentir,
es el verdadero conocimiento,
emerge de la raíz
de la vida misma,
y expresa
el compromiso innato
con el prójimo, la tierra y el cielo.
III
La lluvia,
escuchar su arribo,
el río
la creciente intensidad;
saber su tarea
la presencia irrebatible
de su caudal.
IV
La noche acompaña
esta ceremonia
de iniciación.
Aquí entre las montañas
los estruendos son una espiral
que nos envuelve.
No hay palabras
sólo está convicción
de relámpagos que asisten
V
La conmoción del cuerpo
al descubrir esa inmensidad dentro
llamada alma,
ajena al tacto,
intangible;
permea la conciencia;
con su luz de infinito
nos envuelve
dentro y fuera.
Aligera nuestro peso;
libera sus pasos.
Sin poseer,
rompe ataduras,
desliza sus quehaceres,
con su vital contundencia
trasciende las hendiduras biográficas,
los apegos,
las grutas de sus dolores,
la incomprensión que aturde
y fractura el sentido de las cosas
VI
En sí misma es una asamblea
que nos convoca
en su extraordinaria soltura
sin juicio alguno
su despertar en los resquicios
que cada quien porta
la hermandad primaria de humanidad
que el espejo de lo celeste testimonial.
Rendija
Hay una gran tristeza que se filtra por los poros de la tierra;
ese dolor del ser vivo del planeta se expande:
la cultura del ruido, de la violencia, del saqueo, de la idolatría,
sólo expresan su devastadora ignorancia de lo que acontece.
Para qué construir una casa, si se pierde el hogar.
Cómo poder caminar con fortaleza, paz y gozo; la Nación, sus gobernantes, requieren restaurar la palabra, su poder de creatividad y conciliación, sin ella la erosión de nuestra alma colectiva será irremediable. Continuar con el mutuo insulto y descalificación, en un mundo como el que estamos viviendo, no es sólo un error garrafal, si no un crimen a la esperanza de millones de ciudadanos.





