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Óscar de la Borbolla

02/04/2018 - 12:00 am

¿Existe la libertad?

¿Qué demonios significa eso? y ¿cómo esa manera de entender la libertad la vuelve invulnerable ante los determinismos actuales? son las preguntas que intentaré responder.

¿Qué demonios significa eso? Foto: Especial.

Hay un elemento en la filosofía tradicional que distingue al ser humano de los demás seres: la libertad. A todas las cosas, en cambio, las rigen, según esta misma visión, dos factores: la necesidad y el azar y sólo para nosotros existe un tercer factor. De ahí que el conjunto de los seres pueda dividirse en dos irreductibles grupos ontológicos: lo humano y lo no humano.

Hoy, sin embargo, ciertos experimentos neurológicos han puesto en duda la existencia de la libertad, pues al parecer el cerebro se anticipa por una fracción de segundo a la conciencia y, antes que que ésta se decida por una u otra opción, el cerebro ya mandó la orden en uno u otro sentido. Obviamente, estos experimentos están concibiendo la libertad como la capacidad no determinada de elegir y, al encontrar un elemento físico que se anticipa, concluyen que la libertad que sentimos no es más que una mera ilusión. Y a igual resultado se llega con los estudios que  hay acerca del paralelismo de la conducta de los gemelos monocigóticos, pues en apariencia la genética es determinante.

Creo, sin embargo, que el asunto de la libertad es un poco más complicado y aún ahora podemos seguir insistiendo en su validez. Recuperaré brevemente el planteamiento de una de esas corrientes tradicionales de la libertad: la que va de Descartes a Sartre para ilustrar mi punto, pues aunque cada uno de esos filósofos exprese su idea de libertad con una terminología distinta y con unos supuestos, en ocasiones, irreconciliables, el fondo en todos ellos es más o menos el mismo: la libertad la conciben como un absoluto: como libertad ontológica.

¿Qué demonios significa eso? y ¿cómo esa manera de entender la libertad la vuelve invulnerable ante los determinismos actuales? son las preguntas que intentaré responder.

Para Descartes, en sus Meditaciones metafísicas, la libertad es una facultad simple, literalmente hablando, dada al hombre por Dios y tan perfecta como la que posee el mismísimos Dios, pues no consiste en otra cosa que en poder decir sí o no ante algo. Sartre -ateo hasta sus últimas consecuencias- en El ser y la nada plantea que la libertad es un absoluto que jamás se encuentra con ningún límite y, por ello, hasta el esclavo es libre, pues entre la espada y la pared, el esclavo elige la pared a la que lo mantienen encadenado, en vez de elegir la espada y morir. La elección es difícil pero no por ello deja de existir: para los seres humanos no hay modo de escapar de la libertad y sólo pretextamos que hay coacción por “mala fe”, es decir, tendemos a creer que no son nuestras las decisiones difíciles, en las que el  miedo o el peligro nos inducen; pero al margen de ello, no dejan de ser nuestras decisiones, no dejan de ser actos libres. Sartre lo dice de la forma más elocuente: “el esclavo elige libremente ser esclavo”.

Para esta corriente filosófica, a la que podemos llamar libertaria, no existe ningún acto frente al que podamos quedar eximidos de la responsabilidad; la anticipación del cerebro o el peso de la genética podrían, no obstante, esgrimirse como argumentos que pusieran en duda esa libertad ontológica.

Hay, a mi juicio, un tipo de libertad que resiste mejor la fuerza de estos determinismos: la libertad que se descubre en la creación, pues cuando se crea no se elige una opción ante un repertorio dado, uno no se debate ante esto o aquello de lo que está ahí, frente a uno, sino que, insatisfechos ante lo que el mundo nos ofrece, creamos nuestra propia salida: una alternativa diferente con la que desfondamos el raquítico marco de las opciones dadas. Estos actos creativos son los que explican por qué el devenir del ser humano es al único al que propiamente podemos llamar historia.

La evolución de todos los demás seres puede ser explicada únicamente mediante dos factores: la necesidad y el azar; el hombre requiere, además, para entender las novedades que su paso por el tiempo va dejando, de un tercer factor: la libertad. La novedad de la que hablo, obviamente, no es mera ars combinatoria, sino literalmente una creación.

 

Twitter:

@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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