Es hora de alzar la voz universitaria

04/04/2015 - 12:00 am

Cuando una persona se encuentra en un ambiente que le es agresivo, lo primero que intenta es modificar este ambiente; si no puede, trata de aclimatarse a él; y si no puede, opta por su último recurso: salirse. ¿Pero qué pasa si tampoco puede escapar?

La aportación de Fritz Heider a la teoría psicológica Gestalt es aplicable a un individuo o a una sociedad por igual. Una persona o una comunidad sentirán frustración y, añadida ésta a su ánimo, comenzará de nuevo el ciclo: intentar cambiar al entorno, con-formarse o escapar de él. Y a cada nuevo intento fallido, la presión aumenta y lógicamente, sus esfuerzos serán más y más violentos en cada vuelta.

Es lo que le sucede al cuerpo social mexicano. Con cada nuevo desengaño tratamos de adaptarnos creyendo –con más ilusión que lógica- que “esta vez sí” el país cambiará de rumbo, que la violencia reculará, que la corrupción se moderará, que habrá empleo y que ya pronto crecerá la economía. Pero el fracaso reiterado aumenta la presión, la frustración crece y la desesperación también.

La capacidad de crítica se va apagando por la represión de que son víctima las voces disidentes y sobre todo por la deformación educativa que anula las vías de análisis y deja la sinrazón como único camino de interpretación. Desde esta perspectiva todo es inexplicable, sucede por razones insondables más allá de nuestra comprensión.

La finalidad de una universidad es formar jóvenes, no en la memorización de datos, sino en el análisis de la realidad y cómo modificarla para bien de la sociedad. Es el espacio por excelencia para cuestionar, buscar –con ganas de encontrar– explicaciones y opciones de acción. Es una vergüenza que, mientras el país se cae a pedazos, nuestras universidades se refugien en la cómoda medianía, en un momento histórico en el que la neutralidad no es opción.

La Universidad Complutense de Madrid tiene como lema Libertas Perfundet Omnia Luce (La libertad ilumina todas las cosas); la Autónoma de Madrid, Quid ultra faciam? (¿Qué más debemos hacer?); la de Huelva, Sapere Aude (Atrévete a saber); Harvard, simplemente Veritas (Verdad); el ITAM, “Por un México más libre, más próspero y más justo”; la Autónoma de Tlaxcala, “Por la cultura, a la justicia social”; la UNAM, “Por mi raza hablará mi espíritu”. Es larga la lista de frases lucidoras que en México suenan hueco.

Una casa de estudios superiores debe ser fuente de ideas transformadoras por el bien común y no cotos de poder, como apuntó Wil G. Pansters, Director del Centro de Estudios Mexicanos de la Universidad de Goringen, Holanda. La tarea pendiente comienza por los académicos, gestores del progreso intelectual y social de sus alumnos. Ellos son los guías en el camino hacia la evolución con justicia.

Nos falta la voz de los universitarios, de esos que se atrevieron a sumarse a los alumnos de la Ibero en el “Yo soy 132”, de todos los que con rigor académico deberían revisar nuestra realidad y proponer la vía del cambio que nos urge. ¿O acaso en las universidades de México ya sólo quedan estudiantes como los que muestra el video que publicó Alma Delia Murillo hace una semana?

Pansters agrega que “Las casas de estudio pueden convertirse en el lugar donde puedan gestarse, no sólo nuevos movimientos estudiantiles, sino soluciones a la amplia problemática mexicana.” (SinEmbargo, 2 abril 2015). De no corregir el rumbo, las decisiones del país seguirán estando en manos de funcionarios que no ven la realidad. Un ejemplo es el de Omar Garfias Reyes, funcionario de SEDESOL, quien declaró a LaJornada (3 abril 2015), que “Al empezar la cruzada contra el hambre no sabíamos dónde estaban los pobres”… en un país con 53 millones de ellos (Coneval).

En la situación desesperada que vive México, el despertar universitario es urgente. A todos nos hace falta su voz transformadora. Es hora de alzarla.

en Sinembargo al Aire

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