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Tomás Calvillo Unna

17/01/2024 - 12:04 am

Hoy, el amanecer es una herida abierta

“El viento escucha, este parlamento de la naturaleza”.

“La roja huella del mar”. Pintura: Tomás Calvillo Unna

 

En cónclave se encuentran

los bosques del trópico.

El sol custodia esta madrugada,

sus acuerdos,

que la neblina disipa.

Desmembrados

los sueños humanos,

resta un tejido de luz

que preocupa;

la oscuridad se ignora…

Cómo resarcir el daño

de la punzante soberbia

que apuntala puentes

que no van a ningún lado.

Cuanta distracción

convertida en quehacer;

inercia de dramas y alienación.

El viento escucha,

este parlamento de la naturaleza.

La selva herida,

decidida a resistir.

Los rayos solares diseñan

sus escudos de acero y marfil.

Las horas consagran

esta mañana heroica:

de telúrico encanto.

Las ciudades

apenas despiertan,

no saben que la luz

ha sido horadada

una y otra vez,

una y otra vez.

Jaurías de canes

atraviesan los valles,

y desembocan

en calles y avenidas.

Las montañas,

en sus costados desgajadas

pétreas de coraje, laceradas;

conservan su milenaria calma

y se preparan.

El imán molecular

de las aves,

su convocatoria

para alzar la mirada;

la inclinación de las orquídeas,

el rubor desaparecido del amanecer,

son un grito silenciado;

presagios acaso

de una decisión de hace siglos

postergada.

Una vez más,

el águila se yergue.

Los labios de la cordillera

impregna su fértil soplo

a los cielos.

Y de pronto…

la danza de la Luz

en el encaje de las nubes.

La valla de abrazos son el signo:

abrir el camino

en medio de la tormenta

Los muros cuidan el fuego,

contienen al viento

resisten.

Los segundos

son las gotas

del tiempo;

los anaqueles

de la experiencia;

la distancia

de uno mismo

proviene del antes

y el después.

Emerge

la compasión;

revelación pura,

de quien renuncia.

Es la rendición

más determinante del ego,

y el desplazamiento definitivo

de la ilusión.

Es la concreción

de un conocimiento radical

interpretativa concreción:

su huella digital de eternidad.

Y el cuerpo mismo todo,

abre la cerradura de la nada;

un candado sin llave,

es abandono.

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