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Felipe soñaba con una bicicleta. Su padre y él fueron a buscarla. Murió en EU, preso, vomitando…

28/12/2018 - 10:31 am

Catarina Alonzo Pérez, de 31 años y madre de Felipe, dijo a través de su hijastra que habló con su hijo un día antes de que llegaran a Estados Unidos. Ella no habla español, pero se comunica en un lenguaje indígena maya conocido como Chuj.

“Ya estoy en la frontera mami, cuando llegue allá voy a hablar contigo”, le dijo Felipe a su madre, según cuenta la media hermana de Agustín. “No iba enfermo, aquí no estaba enfermo”, agregó.

Este es el segundo niño que muere en el mes de diciembre bajo custodia de las autoridades estadounidenses. El 8 de diciembre, la guatemalteca Jakelin Caal Maquín, de 7 años de edad, perdió la vida en un hospital de El Paso (Texas) después de haber cruzado la frontera desde México junto a su padre.

Por Sonia Pérez D.

Ciudad de Guatemala/Washington, Estados Unidos, 28 de diciembre (AP/EFE).– El papá de Felipe Gómez Alonzo escuchó rumores de que los padres y los niños podían cruzar la frontera de Estados Unidos para ingresar a ese país. Entonces, a mediados de diciembre, Agustín Gómez decidió llevarse a su pequeño de 8 años para dejar atrás la miseria que les abrumaba en Guatemala y obliga a muchos centroamericanos como ellos a tomar el riesgo de emigrar por un sueño.

Agustín estaba dispuesto a realizar el sueño de Felipe _tener una bicicleta_ pero su hijo se convirtió esta semana en el segundo menor guatemalteco que murió bajo la custodia de la patrulla fronteriza estadounidense en menos de 21 días. Su fallecimiento ocurrió justo en la Nochebuena mientras estaba bajo resguardo migratorio en un hospital de Nuevo México tras sufrir tos, vómitos y fiebre, aunque las causas de su muerte aún se investigan.

La Oficina del Investigador Médico de Nuevo México informó el jueves que la autopsia realizada a Felipe mostró que el niño tenía influenza, pero agregó que se necesitan hacer más pruebas antes de que pueda determinarse la causa de su deceso.

En esta fotografía de archivo del miércoles 21 de noviembre de 2018, agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos se paran junto a un vehículo cerca de la valla que separa la ciudad de Tijuana, México, de San Diego, California. Foto: Gregory Bull/Archivo, AP

Su deceso siguió al de otra niña guatemalteca, Jakelin Caal, de 7 años, ocurrida el 8 de diciembre.

“Escuchamos rumores de que podían pasar, dijeron que podían pasar con los niños (a Estados Unidos)”, contó vía telefónica a The Associated Press Catarina Gómez Lucas, de 21 años y media hermana de Felipe, desde su comunidad en Yalambojoch, Huehuetenango, unos 450 kilómetros al occidente de Guatemala.

En este humilde poblado viven personas retornadas de México que huyeron de Guatemala en los años más cruentos de la guerra en la nación centroamericana (1960-1996).

Catarina dice que vive con la familia de su padre en una casa de madera y teja, con pisos de tierra y sin acceso a servicios básicos, y que los trabajos temporales en agricultura, en la tapisca o cosecha de café le generaban a su padre unos seis dólares al día, que no alcanzaban para mantener a la familia.

En medio de estas carencias y tras vender un terreno y pedir un préstamo, Agustín decidió que debía aprovechar “la oportunidad” de irse a Estados Unidos, por lo que agarró algo de ropa y le compró zapatos y vestimenta Felipe para el viaje. También se llevó un poco de dinero para comida, agrega su media hermana.

Catarina Alonzo Pérez, de 31 años y madre de Felipe, dijo a través de su hijastra que habló con su hijo un día antes de que llegaran a Estados Unidos. Ella no habla español, pero se comunica en un lenguaje indígena maya conocido como Chuj.

En esta imagen del 16 de noviembre de 2016, un agente de la Patrulla Fronteriza camina junto a supuestos migrantes que fueron detenidos ingresando al país junto al Río Grande (Bravo) en Hidalgo, Texas. Foto: Eric Gay, Archivo, AP

“Ya estoy en la frontera mami, cuando llegue allá voy a hablar contigo”, le dijo Felipe a su madre, según cuenta la media hermana de Agustín. “No iba enfermo, aquí no estaba enfermo”, agregó.

Sin embargo, a Agustín y a su hijo los detuvieron en la frontera. De acuerdo con las autoridades migratorias estadounidenses, el niño estuvo bajo custodia de unidades fronterizas durante una semana y fue trasladado de una instalación a otra junto con su padre. El último lugar en el que el menor estuvo detenido _después de la primera de dos visitas al hospital el día que murió_ fue un retén en una carretera en Nuevo México.

El padre de Felipe no detectó ninguna enfermedad en su hijo hasta el lunes 24 de diciembre, según el Cónsul guatemalteco Óscar Padilla, quien habló con él el miércoles 26.

Felipe y su padre partieron de Guatemala el 14 de diciembre y fueron detenidos en la frontera de México con Estados Unidos cuatro días después, dijo el diplomático centroamericano a la AP.

La historia de Felipe tiene muchas similitudes con la de la niña Caal: ambos fueron llevados por sus padres endeudados en un intento de llegar a Estados Unidos en busca de una mejor vida, provenían de dos comunidades rurales con extrema pobreza en Guatemala y los dos enfermaron fatalmente cuando estaban bajo custodia de la patrulla fronteriza norteamericana.

Agentes de la Patrulla Fronteriza estadounidense montan guardia en San Diego, California, 10 de diciembre de 2018. Foto: Rebecca Blackwell, AP

“Estaba muy feliz de irse”, afirma la media hermana de Felipe. Por eso, asegura, la familia no entiende qué pasó con su salud.

La guatemalteca relata que dejaron de saber de su papá y su medio hermano desde el 18 de diciembre, cuando fueron detenidos por la patrulla fronteriza, y que en Navidad Agustín les llamó por teléfono alrededor de la una de la tarde para decirles que el niño había fallecido en un hospital.

“Nos dijo que estaba bien todo el día, que estuvo jugando con otros niños, (pero) luego el niño le dijo que se sentía mal, que le dolía el estómago”, añadió Catarina. “Papi me siento muy mal, siento que algo se me queda atorado en mi garganta… El niño alcanzó a decirle a su padre que no llorara ‘ya no voy a recuperarme, si algo pasa no vas a llorar’”, dice la media hermana al citar a su papá.

Agustín lo llevó en sus brazos, cuando fueron trasladados al hospital, y poco después de entregarlo a los médicos le informaron que su hijo había fallecido, según el relato de Catarina Gómez.

De acuerdo a la joven, Agustín se fue ahogado en deudas en su intento de alcanzar Estados Unidos. Había vendido un terreno para subsistir pero no fue suficiente, entonces accedió a un préstamo para poder hacer el viaje. Eso mismo le sucedió a la familia de Caal, la primera menor fallecida.

A Felipe le sobreviven cinco hermanos, dos del primer matrimonio de su padre, y tres más de su mamá y papá. Era como la niña Jakelin, el segundo hijo de la familia.

“Mi papá está mal por lo del niño, no sabemos qué va a pasar, no tenemos nada con qué vivir, no tenemos dinero”, dice Catarina.

Agentes de la patrulla fronteriza estadounidense refuerzan las barreras de alambres de acero a lo largo de la línea fronteriza en Tijuana. Foto: EFE

FELIPE TENÍA GRIPE, DICEN MÉDICOS

El niño guatemalteco que murió bajo custodia de las autoridades de Estados Unidos tenía gripe, aunque aún no se ha determinado si esa fue la causa por la que falleció el día de Navidad, según concluyó un grupo médico que investiga el caso.

Ese grupo, creado por el Parlamento estatal de Nuevo México en 1972, hizo una autopsia al cuerpo del menor de ocho años de edad y, tras examinar sus pulmones y mucosas, realizó unos exámenes que dieron “positivo” en Influenzavirus B, uno de los virus causantes de la gripe, según detalló en un comunicado.

No obstante, el grupo de médicos advierte de que, para “determinar la causa precisa de la muerte, se necesita una evaluación adicional de otras muestras de laboratorio”, por lo que todavía no se puede concluir que la gripe causara la muerte del niño migrante, identificado como Felipe Gómez.

La familia de Jakelin Caal espera ayer la llegada del féretro con el cuerpo de la menor hoy, en el caserío San Andrés Secortéz, en el municipio de Raxruhá (Guatemala). Foto: Edwin Bercián, EFE

El pequeño murió a las 23:48 horas del 24 de diciembre, en Nochebuena, según detalló esta semana la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).

El niño y su padre habían sido detenidos el 18 de diciembre cerca de la localidad texana de El Paso, después de cruzar sin documentación la frontera con México; y fueron trasladados a diferentes centros de la CBP para acabar el 23 de diciembre en la localidad de Alamogordo, en Nuevo México.

Fue en Alamogordo donde, al día siguiente, un agente fronterizo observó que el niño estaba tosiendo y tenía los “ojos brillantes”, por lo que fue trasladado al hospital Gerald Champion Regional.

Una vez allí, los doctores determinaron que el menor de edad sufría un resfriado común; pero, luego, comprobaron que tenía una fiebre de 39.5 grados y decidieron dejarlo otros 90 minutos en observación para, después, darle el alta con una receta médica para que tomara ibuprofeno y amoxicilina.

Sin embargo, la salud del menor empeoró: comenzó a sentir náuseas y vómitos, de forma que los agentes migratorios lo llevaron de vuelta al hospital, donde falleció.

Este es el segundo niño que muere en el mes de diciembre bajo custodia de las autoridades estadounidenses. El 8 de diciembre, la guatemalteca Jakelin Caal Maquín, de 7 años de edad, perdió la vida en un hospital de El Paso (Texas) después de haber cruzado la frontera desde México junto a su padre.

El Gobierno de EU ha eludido toda responsabilidad por la muerte de los niños migrantes y responsabiliza a los traficantes, contrabandistas y a los propios padres de los niños de “poner en riesgo” sus vidas al embarcarse en el viaje hacia el norte.

En ambos casos, las autoridades guatemaltecas han pedido a EU una investigación “clara” por la muerte de los menores de edad.

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