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Álvaro Delgado Gómez

30/05/2023 - 12:05 am

¡Al diablo el PRI!

“Priismo sin ideología revolucionaria, salvo como recurso retórico, el del Estado de México fusionó la política con los negocios, no sólo el saqueo del presupuesto desde las oficinas públicas”.

La biografía del PRI en todo el país es corrupta, pero la del PRI en el Estado de México es doblemente putrefacta: En casi un siglo de ejercer el poder impuso un modelo que todo lo pudrió, oposición y periodismo incluidos, y llegó la hora de echarlo.

Sé de lo que hablo: Llegué con mi familia al Estado de México cuando el Gobernador era Carlos Hank González, emblema del político enriquecido desde el gobierno —“un político pobre es un pobre político”—, y por años observé con náusea las mentiras, los abusos, la manipulación, la robadera.

En el primer mitin al que asistí, en la campaña de Roberto Soto Prieto a presidente municipal de Naucalpan, en 1978, miré los excesos. Aun sin oposición, era preciso acreditar la abundancia para conseguir votos: Carnitas, chicharrón, cervezas, música, escobas, cubetas, trapeadores, juguetes, dinero…

La bonanza era efímera y reaparecía hasta la siguiente campaña. El prolongado paréntesis era el abandono, la falta de servicios de calidad, la indiferencia en las oficinas públicas, el dinero a trasmano para todo. Era un fenómeno cíclico, como hasta ahora, en el que sigue siendo el estado más poblado el país, el de mayor presupuesto público, el del más grande peso electoral y donde emití, por primera vez, mi voto en las elecciones de 1985, desde entonces jamás por el PRI.

Priismo sin ideología revolucionaria, salvo como recurso retórico, el del Estado de México fusionó la política con los negocios, no sólo el saqueo del presupuesto desde las oficinas públicas. Sólo así se explican las fortunas de personajes que sólo han sido políticos, como Hank, Enrique Peña Nieto, Alfredo del Mazo, Arturo Montiel, Eruviel Ávila, Emilio Chuayffet.

El Estado de México con el PRI se industrializó, modificó el sector agrícola y se convirtió en dormitorio de la capital, pero en el Valle de México jamás destinó un solo peso al sistema Metro, optó por la lógica clientelar del pulpo camionero, con vialidades destrozadas, colapsadas e inseguras, y con policías-maleantes con permiso para matar.

La salud jamás fue tampoco una prioridad de los gobiernos priistas estatales, atenidos a la Federación, ni el impulso a las actividades deportividad y menos recreativas. La entidad siempre fue vista sólo como una bodega de votos.

Tuvo que ser la UNAM la que proveyera de educación media y superior a los habitantes del Estado de México, como los CCH y las ENEP, porque la universidad estatal, coto priista, ha sido para hacer política, no para formar ciudadanos.

La introducción de los servicios de agua y drenaje en las colonias populares sólo se arrancó con luchas, no desprovistas de la cooptación de los liderazgos priistas y el condicionamiento del voto, que fue el origen del recelo y del repudio a esos políticos corruptos que ahora andan con la cola entre las patas o acomodándose en otros partidos.

Mejores condiciones tuvieron los fraccionamientos clasemedieros que de priistas fueron brincando al PAN, hasta que, como hoy, son los que habrán de votar por Alejandra del Moral, una política de Cuautitlán Izcalli cuyos mentores son Peña y Luis Videgaray.

Sí: De Hank a Alfredo del Mazo muy poco cambió el modelo del PRI en el Estado de México, salvo por el ascenso de la oposición desde los noventa. El PAN estuvo a punto de arrebatarle el poder, pero pronto se asimiló hasta ser literalmente lo mismo, corrupción incluida.

Aun si es derrotado, habrá PRI, muy venido a menos, pero lo que ya no hay es PAN.

Y la izquierda, que en el Estado de México tampoco ha escapado a las prácticas de cooptación y deshonestidad, está ante el sueño de la victoria, después de que, hace seis años, venció al PRI, el partido de la corrupción.

Si triunfa sobre el PRIAN, Morena tendrá la obligación política y moral de desmantelar el modelo de corrupción instaurado en el Estado de México, no sólo separando la política de los negocios, sino rompiendo todas las complicidades del poder público, incluyendo con los medios de comunicación locales y de la capital, aun con los riesgos de la intimidación y el chantaje.

Pero antes, este domingo 4 de junio, 12 millones 693 mil 054 mexiquenses podrán validar la sentencia de que no hay mal que dure cien años. La frase se lo escuché a mi padre que nos llevó al Estado de México: ¡Al diablo el PRI!

Álvaro Delgado Gómez
Álvaro Delgado Gómez es periodista, nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, en 1966. Empezó en 1986 como reportero y ha pasado por las redacciones de El Financiero, El Nacional y El Universal. En noviembre de 1994 ingresó como reportero al semanario Proceso, en el que fue jefe de Información Política y especializado en la cobertura de asuntos políticos. Ha escrito varios libros, entre los que destacan El Yunque, la ultraderecha en el poder (Plaza y Janés); El Ejército de Dios (Plaza y Janés) y El engaño. Prédica y práctica del PAN (Grijalbo). El amasiato. El pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas (Editorial Proceso) es su más reciente libro.

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