8 de la noche en una reunión social con alrededor de 150 personas, miembros destacados de la clase alta capitalina: hombres de negocios, profesionistas de ambos sexos, encantadoras damas y señoritas de sociedad.
Me presentan a una persona como psicoterapeuta, indicándole nuestro común presentador que soy psiquiatra. La psicoterapeuta dice con amable sonrisa: “bueno doctor… yo estoy un escalón debajo de Ud. pero es bueno saber a quien enviar si el paciente requiere de pastillas”. Me sorprende la velocidad de la maniobra de judo social de la psicoterapeuta: “estoy un poco debajo de Ud. (en cuanto a estatus profesional o años de estudio, me imagino que sugiere) pero le mandaré pacientes para que les recete”.
No sólo me noquea sino que me saca del ring: a sus ojos y los de nuestro presentador me convierto, súbitamente, en una especie de máquina expendedora de pastillas con corbata.
El hábil comentario no deja de ser más o menos cierto en cuanto se aplica a psiquiatras sin preparación en psicoterapia y refleja la confusión imperante entre personas de un nivel de educación formal elevado, más acentuada cuando menor la información con que se cuente.
¿Y qué son, entonces, un psiquiatra, un psicoterapeuta y, para complicar un poco más las cosas, un psicoanalista?
Los tres somos profesionales del sector de servicios en el rubro del acompañamiento y tratamiento farmacológico y/o psicológico.
Los psiquiatras somos médicos que hemos realizado una especialización en el estudio, diagnóstico, tratamiento y prevención de las llamadas enfermedades mentales y de los trastornos del ánimo (las emociones y sentimientos), el pensamiento (las ideas, interpretaciones y juicios) y la conducta (las acciones que llevamos a cabo como consecuencia). Nuestros tratamientos principales y más frecuentes se realizan con psicofármacos del tipo de los antidepresivos, los ansiolíticos o tranquilizantes, y los antipsicóticos, y, ocasionalmente, aislamiento u hospitalización toda vez que el llamado paciente está en riesgo de lastimarse a sí mismo o a los que lo rodean. Contamos con el respaldo de la llama “Ciencia Verdadera”: aquella que mide, clasifica y publica sus resultados, que determina los causes de la investigación y que está respaldada por el colosal poderío económico de la industria farmacéutica y el poco cuestionado prestigio de muchas universidades, particularmente norteamericanas.
Los psicoterapeutas pueden ser médicos de cualquier especialidad distinta de la psiquiatría o podemos ser, también, psiquiatras, o provenir de cualquier otra profesión, particularmente la Psicología y el Trabajo Social. En nuestro país es probable que la mayor proporción de psicoterapeutas esté representada por psicólogas ya que la Psicología es una profesión mayoritariamente femenina.
La Psicoterapia es, a su vez, una especie de “gran libro” que contiene o en el que se concentran varios capítulos o teorías acerca del funcionamiento mental normal y anormal o alterado. “Gran libro” en el que se exponen las diversas formas, derivadas de estas teorías, para el tratamiento individual o grupal del sufrimiento psíquico en la persona que lo padece y/o en las personas que lo rodean (pareja y familia). Dicho de otra manera, la Psicoterapia es el conjunto de conocimientos psicológicos especializados, derivados de una o varias teorías, que se ponen en práctica en la relación entre un o una psicoterapeuta y su o sus pacientes para el alivio del sufrimiento psicológico o la solución de problemas y conflictos personales o relacionales, o del vivir mismo, como lo son las crisis de adolescencia, de pareja, existenciales, del duelo por muerte o separación, de la jubilación, etc.
En la actualidad se exige a las diversas formas de psicoterapia más modernas el que “rindan cuentas” en términos de sus resultados, aunque en ocasiones los instrumentos con los que se miden estos resultados provienen de las mismas teorías que dan apoyo a la práctica, esto es, los psicoterapeutas de algunas orientaciones teóricas son, a veces, “juez y parte”.
El Psicoanálisis inventado por Sigmund Freud es uno de los capítulos principales y más controvertidos del “gran libro” de la Psicoterapia. Es el que goza de más tiempo, desde finales del siglo XIX, como conjunto de conocimientos y práctica especializada. Cuenta con varas teorías y prácticas derivadas que gozan de mayor o menor prestigio en la actualidad. Su desprestigio se basa en su ausencia de resultados “científicamente” comprobados, esto es medibles, y la incierta duración y eventual alto costo de los tratamientos que proponen. Muchas de las ideas y términos del psicoanálisis: inconsciente, super-yo, ego, complejo, represión, por ejemplo, se encuentran total y acríticamente asimilados dentro de nuestra cultura y proporcionan una dudosa autoridad “intelectual y profunda” a quienes los emplean. Un psicoanalista es aquella persona que cuenta una profesión universitaria, que puede provenir o no del campo de la medicina o la psicología, y que sigue, con mayor o menor apego, las teorías y técnicas de Freud o de sus discípulos y competidores: Jung, Adler, Horney, Fromm, y un gran etcétera a los que se suma en los últimos tiempos en nuestro país el más que controvertido y sospechosamente confuso Lacan.
Ahora bien, la parte oscura de los que nos dedicamos a estas profesiones consiste en la habitual y despiadada descalificación mutua, la resultante falta de colaboración e intercambio productivo entre nosotros y, sobretodo, la dañina ausencia de una interlocución abierta y constante con el público general y los medios, que no hace sino perpetuar el desconcierto de todos.




