Este asunto de las leyes

Ramiro Padilla Atondo

28/08/2014 - 12:02 am

Hay un tópico interesantísimo ligado a mi artículo anterior, ‘El evangelio del odio’. Me llamó la atención porque es una verdad in extremis que da mucha tela de donde cortar.

Mi idea era clara, quería hablar de la propagación del odio para ganar dinero, y como muchos en Estados Unidos tenían a los migrantes como sus principales clientes (para echarles la culpa de todo).

Uno de los comentaristas decía de manera categórica, “Su país, sus leyes”. Frase axiomática que no requería ninguna explicación. Por eso pensé que quizá los humanos somos más perversos de lo que parecemos, porque esta frase desvela algo. Desvela que las leyes (o la ausencia de ellas) son más importantes que las vidas humanas. Si hemos llegado a este estadio de cosas, es porque creemos de manera clara eso. Que las leyes se hicieron para ser superiores a los hombres.

Ahora, eso no quiere decir que todas las leyes son justas. Si usted tiene un equipo de pillos gobernando su país, se encontrará con que las leyes se inclinan de manera perversa a apoyar los intereses de esta minoría. Por supuesto que son leyes y por lo tanto está usted llamado a respetarlas porque alguien o algunos tuvieron la genial idea de hacer eso, hacer de un montón de pendejadas leyes.

Y para ejemplificar esto, hay dos de cuño reciente que tuvieron que ser derogadas porque eran simplemente estúpidas. Una tuvo consecuencias mortales (la llamada ley bala) y la ley mordaza del infame Malova.

Dos gobernadores que desean controlar todos los aspectos de los estados que manejan. Ahora imagínese usted a nivel federal. Si a nivel municipal y estatal se hacen verdaderos bodrios, ni imaginarse en la cámara de diputados y senadores. ¿O que dice del apartheid en Sudáfrica? ¿Era legal verdad?

Igual pasa en Estados Unidos. Ellos se reservan el derecho de decir quién es terrorista y quien no, quien le echa ganas a la lucha contra el narcotráfico y así hasta el infinito.

Es un bello mito ese del país de leyes. Porque aun y cuando las instituciones norteamericanas funcionen bien, cuando se trata de aplicar leyes que tienen un impacto en una minoría, no son muy diferentes de sus contrapartes mexicanas.

Le hacen al loco por puro cálculo político. Y aquí es interesante mirar el problema un poco más a fondo. Me viene a la memoria un libro que leí de Umberto Eco, titulado ‘Cinco escritos morales’.

En el libro habla de un fenómeno que la mayoría de los políticos no entienden. El fenómeno de la migración. Porque migración e inmigración son dos cosas totalmente distintas. Las migraciones son connaturales al humano, han existido desde siempre, mientras la inmigración es un asunto que se puede manejar de manera política.

Los norteamericanos intentan (sin éxito) tratar el problema de  la migración mexicana como uno de inmigración, esto es, se dan un número limitado de visas a inmigrantes mexicanos, tratándolos como a cualquier otro país del mundo, cuando son frontera, y esta frontera es la única en el mundo que divide un país de primer mundo de uno de tercero.

He aquí un ejemplo de ley obsoleta, la ley de migración de Estados Unidos.

Y aplica para México también. Su país (el de los políticos) y sus leyes. Van a pasar las leyes de todas maneras decimos para desligarnos. Hacen lo que quieren. Y lo hacen porque nosotros aceptamos de manera tácita que así son las cosas.

Las leyes en estos tiempos se han convertido en instrumentos de control que van más allá de la sana convivencia. Son utilizadas para robar por lo legal o para castigar a quien se opone a sus planes. No deja de causarme gracia el uso tan ligero que le damos a ciertos términos, sin detenernos a pensar que muchas veces significan lo contrario de lo que parecen.

Respeto a la ley en México es un eufemismo. Es una palabra tan gastada que da flojera. Las leyes deberían tener sus límites cuando atentan contra el bienestar común.

Esa es la lucha que nos toca ahora.  Ya no se trata de su país, sus leyes. Es nuestro país y nosotros decidimos lo que nos afecta.

Para los que les interese abundar en el tema les recomiendo ‘Democracia y liberalismo’ de Norberto Bobbio, editado por el FCE.

Ramiro Padilla Atondo

Ramiro Padilla Atondo. Ensenadense. Autor de los libros de cuentos A tres pasos de la línea, traducido al inglés; Esperando la muerte y la novela Días de Agosto. En ensayo ha publicado La verdad fraccionada y Poder, sociedad e imagen. Colabora para para los suplementos culturales Palabra del Vigía, Identidad del Mexicano y las revistas Espiral y Volante, también para los portales Grado cero de Guerrero, Camaleón político, Sdp noticias, El cuervo de orange y el portal 4vientos.

Lo dice el reportero