
I
El acordeón de las horas
dentro y fuera
en la vorágine cotidiana:
sus intercesiones resquebrajadas
bajo el espiral vuelo de las aves.
II
La velocidad es la red de la historia
que busca capturar el tiempo;
una y otra vez
lanzando sus anzuelos
cercándolo; desde los antiguos templos
hasta los circuitos del átomo.
Obsesionada en el desvanecimiento de su quehacer;
la extinción de la misma especie humana.
III
Está en esa apuesta
desde los inicios
en que comenzó a contarse
la separación de la aparición
en el espejo del agua;
fue el primer paso de ese largo camino
que nos trajo hasta aquí.
IV
La muerte, su infinitesimal desafío:
el cráneo en la mesa de la oración;
los dioses reunidos en sus acertijos;
la vibración ígnea, escuchada
y dibujada en los signos,
una traducción adherida
a la disciplina y la libertad por igual;
configuró la prosa del conocimiento
que derivó en distinguir intervalos,
secuencias, abismos, vacíos,
que conformaron el habitad
de la conjugación del verbo:
la inmanente presencia humana
en su aparente soledad infinita;
ese acertijo nombrado alma
emergió
como un acto generoso de trascendencia.
V
Un signo cuyo compás de 360
detonó la tierra común,
nombrada humanidad.
En estos parámetros perduramos.
ante la ruptura del presente
que se craquela cada segundo;
adherido y adicto a ganar
una carrera sin fin:
pasado presente futuro intercalados,
derivan en una planicie inconmensurable
que se pretende horadar
con la consigna
del orgullo de manipular
la vida misma.
VI
La tragedia que vivimos tiene su raíz
en la hecatombe silenciosa
de precipitación incisiva por poseer;
la propiedad consumida
en su ambición de dominio.
VII
El tiempo corre en la pátina de la eternidad;
y esa percepción inquieta, porque advierte
el daño de una ignorancia dilatada
que nos envuelve;
ser el instante
es la prisión que se propaga
y multiplica sin reparo alguno;
de la nuca a las plantas de los pies.
Rendija:
La prisa es pésima consejera, lo sabemos todos, y en política que siempre se gobierna desde la urgencia, es común que los desaciertos se multipliquen. En relación a la reforma electoral, el tema central no son los plurinominales si desaparecen o no, o si las minorías deben estar representadas; lo más relevante y lo saben bien los actores políticos es cómo evitar que el crimen defina la voluntad popular.





