Los sociópatas que han tomado el poder en varias naciones del mundo son una expresión de aquellos que atacan lo que es una de las mayores definiciones de la especie humana: la empatía. No son los primeros ni serán los últimos en ir contra el sentido evolutivo de nuestra especie. Siempre han existido quienes actúan contra la humanidad; el problema es cuando ésta sociedad no tiene, o ha perdido, los controles para someterlos, cuando, incluso, la sociedad es seducida por ellos.
A Margaret Mead, una de las más reconocidas antropólogas culturales, se le atribuye que a una pregunta que le realizaron sobre cuál podría ser la primera manifestación de humanidad. Respondió: un fémur curado. El fémur es el hueso más largo de nuestro cuerpo y también en muchos animales. Un hueso que si se fractura, tarda mucho en sanar, lo que impide desplazarse y hacerse de alimento, por lo tanto, el quiebre lleva a la muerte. Un fémur curado es la manifestación de la cooperación, el cuidado, la empatía, del apoyo mutuo, de la humanidad.
Una de las primeras definiciones de los sociópatas es que carecen de empatía, que no sienten el dolor de los demás. Podríamos decir que carecen de humanidad. No les preocupa infligir dolor a los demás, no se arrepienten de hacerlo, violan de manera recurrente las normas sociales y las leyes, actúan sin medir las consecuencias, utilizan la mentira para obtener lo que quieren, culpan a los otros, usan a las personas y se deshacen de ellas cuando dejan de servirles. ¿Cuántos gobernantes entran en estas definiciones?
La empatía no sólo existe entre nuestra especie; se ha descubierto al interior de muy diversas especies, pero también se ha constatado su existencia entre especies. La empatía es un rasgo ancestral entre humanos y diversos animales que actúan por ayuda mutua. Puede interpretarse como una manifestación de la más compleja evolución. El dolor ajeno nos mueve: el genocidio en Gaza ha levantado protestas en todo el mundo de una manera nunca antes vista; es la manifestación más pura de la empatía. Sin hablar de las naciones que no actúan, de los poderes a los que se someten.
El sociópata no ve más allá de su ego y si actúa, es para satisfacerlo, para ser reconocido por el control que ejerce, por su poder. En el sistema en que vivimos, dominado por la ideología de la competencia, hay que avanzar de manera individual; hay que poseer, consumir, tirar y consumir; entre más, mejor. La propia interpretación de la evolución de nuestra especie, la interpretación popular que se ha hecho de Darwin, es que sobrevive el más fuerte. Sin embargo, la evidencia de que las especies tienen éxito y evolucionan gracias al apoyo mutuo es cada vez más sólida. El mundo creado por el capitalismo naciente en la Revolución Industrial necesitaba una ideología que estableciera, que conviniera, que la competencia era parte de la naturaleza de las especies; pero la evidencia demuestra que no es así.
El sociópata representa la peor amenaza para nuestra especie en este momento, en que se requiere una visión planetaria, una visión de conjunto, de unidad, de empatía con la vida en su mayor expresión; es decir, con el conjunto de la vida que ocupa la Tierra.
Como humanidad, como especie en este Planeta Tierra, en esta nave que habitamos en el universo, este pequeño grano de arena, al parecer el único con vida, que viaja en el espacio infinito, hemos perdido el rumbo; no el rumbo de la Tierra, porque ese es independiente de nosotros. Hemos perdido nuestro sentido en la Tierra, nuestro lugar en la vida.
El sociópata es la expresión opuesta a la conciencia planetaria que se requiere y que personajes sabios, como Edgar Morin, han llamado a inculcar desde la infancia. Si no desarrollamos esa conciencia, difícilmente la humanidad tiene futuro. Esa conciencia está en el pasado y en el presente en muy diversas culturas.
Doy un giro a estas líneas, más bien un salto al espacio, al lado opuesto de los sociópatas. Diversos astronautas, al viajar al espacio y constatar la dimensión diminuta de la Tierra en medio del espacio infinito, han experimentado una alteración de su conciencia. Este fenómeno ha sido tan común en quienes han tenido esta experiencia que se le ha llamado Overview Effect, que puede traducirse como la Visión de Conjunto. El Planeta aparece suspendido frágilmente en el vacío, en algo que parece como la nada y el todo a la vez, un granito lleno de vida en medio de la oscuridad. Ver que solamente en ese diminuto Planeta existe la vida, una vida exuberante, en medio de la infinita oscuridad de galaxias, ha generado una experiencia profunda de unidad, de ser parte de un sistema y de cuidar de él.
No se requiere ser astronauta para lograr esa conciencia; existe en muy diversas culturas, en sabidurías muy antiguas que hablan de la experiencia de esa unidad, y que el movimiento contracultural y el acercamiento a Oriente revaloró en Occidente desde los años 60 del siglo pasado. Podemos ver similitudes entre las experiencias de quienes han logrado observar la Tierra desde el espacio con esas culturas, con las experiencias de grandes místicos, con lo que se reporta en muy diversas experiencias con psicotrópicos, en estados de meditación profunda, en muy diversas situaciones que, incluso, pueden ocurrir de forma espontánea.
El astronauta del Apolo 14, Edgar Mitchell, explicó su experiencia: “De pronto me sobrecogió la certeza de que el universo no es sólo algo que observas, sino algo con lo que estás íntimamente conectado…Sentí que estaba conectado con todo”. Se pierde la identificación con la nacionalidad, se experimenta la ciudadanía del mundo, se mira la vida de manera íntegra en todas sus expresiones: las plantas, los animales, el agua, el viento, el fuego; se experimenta el sentido de unidad, de pertenencia a la especie y cómo ésta está interconectada con todas las formas de vida.
La consciencia planetaria es la expresión más profunda de la empatía, el dolor que experimentamos por el genocidio, el dolor que sentimos por los bosques arrasados, por los animales que sufren, por nuestros hermanos en pobreza, por la injusticia, es la empatía propia de nuestra especie.
Los retos que tenemos como especie, como el cambio climático y la necesidad de controlar los avances tecnológicos, en especial la inteligencia artificial, requieren, como nunca antes, que actuemos globalmente bajo la consciencia de especie y planetaria. La peor amenaza son los sociópatas en el poder. No sabremos si lo lograremos avanzar en esta consciencia planetaria que es la expresión más profunda de la empatía, pero al menos sabemos que nos ponemos en el camino correcto.





