Ana Lilia Pérez

Rescatar Pemex

"Aún saqueada, Pemex es una de las petroleras más importantes a nivel global. Veámoslo en cifras: es la petrolera número 11 en producción de crudo; ocupa el número 20 en reservas de crudo y condensados; en cuanto a logística de hidrocarburos ocupa la quinta posición a nivel mundial, y la novena posición en comercialización internacional".

Ana Lilia Pérez

12/08/2025 - 12:04 am

Concebida como una empresa pública creada a partir de la nacionalización de la industria petrolera, con la esencia y mística del Pemex propiedad “de todos los mexicanos”, la paraestatal más importante del país llegó a colocarse como una de las principales petroleras del mundo con una muy amplia y valiosa infraestructura terrestre y marítima, incluida su flota de buques-tanque, aeronaves, plataformas, centros de producción, terminales, un sistema de refinación robusto, una boyante industria petroquímica, y la estructura y logística para explotar desde las aguas del Golfo de México, el yacimiento Cantarell, ni más ni menos que el segundo campo petrolero más prolífico del planeta.

Llevaría horas hablar de toda la infraestructura de Pemex que durante sus primeras cinco décadas se compró, construyó, instaló y desarrolló con cuantiosos recursos públicos, y de cómo a partir de los años noventa sus plantas y muchos de sus valiosos activos subrepticiamente se fueron “desincorporando”, era el término más utilizado, muchas veces simulando que era chatarra para, prácticamente casi regalarlos a los amigos de los funcionarios.

Luego esos “amigos” que se habían quedado con los activos se los volvían a rentar a Pemex mediante empresas que creaban sobre las rodillas. Es decir, los mismos activos que “desincorporaban”, luego se les contrataba para darle servicios a Pemex, como cuando terminas comprando la misma pieza del carro que te robaron.

La política de administración que se aplicó a partir de los años noventa fue la del desmantelamiento, de subutilizar sus refinerías y privilegiar las importaciones, aunque se pagara más por cada litro de gasolina o diésel; de desmantelar la flota aérea, de vender los barcos y las plataformas para luego pagar arrendamientos muy costosos, de subcontratar la mayor parte de los servicios usualmente con sobreprecios.

La política era volver a Pemex una administradora de contratos con un gasto de operación más y más costoso, con miras a privatizarla, en tanto la iban desvalijando.

Como parte de ese mecanismo hicieron de la estructura directiva una burocracia dorada, con privilegios, derroche, excesos y frivolidad como en ninguna otra petrolera en el mundo, comenzando por sus directores generales.

Uno de ellos, Raúl Muñoz Leos, dispuso que se pagara con recursos de Pemex las cirugías estéticas de su esposa: una liposucción y otra de eliminación de arrugas. Cuando Marta Sahagún, la cónyuge del entonces Presidente Vicente Fox le llamaba desde el teléfono rojo del despacho presidencial en Los Pinos, para recomendarle que se le asignaran millonarios contratos a una naviera, Oceanografía, de la que sus hijos, los Bribiesca, eran gestores, él a su vez presionaba a sus subalternos para que cumpliera los designios de Sahagún quien tenía por pasatiempo echar mano de una partida presupuestal para renovar su costoso guardarropa, a veces acompañada de su amiga Hilda, precisamente la esposa de aquel director de Pemex.

Después los Fox-Sahagún lo reemplazaron por Luis Ramírez Corzo, un funcionario -antes contratista de Pemex- quien primero se quejaba de las presiones que Sahagún les hacía para que le entregaran contratos a Oceanografía, pero una vez que lo hicieron director general, operó para que esa naviera tuviera un aumento de ganancias y contratos transexenales multimillonarios. El dueño de la naviera Amado Yáñez, gustaba consentir a los directivos de Pemex y políticos con vuelos en su avión privado y lujos relojes Audemars Piguet de 40 mil dólares.

Luego llegó como director Jesús Federico Reyes Heroles, quien mandaba abastecer el comedor ejecutivo con alimentos gourmet y bebidas alcohólicas de importación para los directores generales y sus convidados: una cava de miles de botellas de todo tipo de vinos y licores, de whiskeys, tequilas, rones, brandis, jerez, oporto, anís, vodka, con todo y su reserva especial y personal. Aquellos años, en promedio 12 millones de pesos anuales se destinaban a ese comedor ejecutivo, es decir, un millón por mes.

Él mismo, en algunas de sus salidas a restaurantes de Polanco usaba la tarjeta corporativa para costear su gusto por los vinos franceses, algunos de 50 mil pesos por botella y llegaba a beberse varias de esas en una comida.

Parecía que llegar a directivo de Pemex era sinónimo de vivir como jeque, pero pagando con el dinero público.

Su sucesor, Juan José Suárez Coppel se la pasaba de tour internacional hospedándose en hoteles que suelen recibir a la realeza europea, comiendo en restaurantes gourmet con la aristocracia inglesa y bebiendo en los bares de moda de la Quinta Avenida de Nueva York, Londres, Paris o ciudades italianas. Tenía como hábito pagar con la tarjeta de crédito para “gastos ejecutivos” miles de dólares, euros y libras en sus vuelos premier, y sus gastos sin límite de costosas bebidas alcohólicas, el uso de artículos de tocador de diseñadores como Hermès, alimentación exclusiva de chefs internacionales y hasta la adquisición de boletos para los espectáculos que ofrecen los grandes teatros de Londres.

Aficionado a la comida asiática, frecuentaba sitios como el Nobu, el restaurante japonés más exclusivo de Nueva York, al que acuden celebridades de Hollywood, modelos y políticos estadunidenses.

Proveniente del equipo salinista en Hacienda, Suárez Coppel había llegado a Pemex desde el foxismo, como director de Finanzas, y desde entonces facturaba como gastos de representación sus gastos frívolos. Esos años eran los que se registraron los excedentes petroleros, pero los precios récord que alcanzó el crudo mexicano no se reflejaron ni en mejorar la petrolera ni tampoco para las finanzas del país.

El dónde, en qué bolsillos quedaron los excedentes petroleros es una auditoría histórica pendiente.

Después, ya Calderón en la Presidencia ascendió a ese mismo funcionario a director general de Pemex. Y se dedicó a impulsar y capitalizar los fondos de inversión de sus amigos. Ese mismo director gastó más de nueve mil millones de pesos en una barda y la recolección de basura en el terreno donde supuestamente se construiría la Refinería Bicentenario, el fracasado proyecto de Calderón, y más de 200 millones de pesos en una campaña publicitaria.

Luego llegó Emilio Lozoya, designado por Peña Nieto como pago porque Emilio le había ayudado a recolectar dinero y apoyos internacionales en tiempos de campaña; lo había promovido entre los ricos de Davos, lo presentaba entre la élite financiera.

Ya instalado en la oficina de Marina Nacional, Lozoya tejió una estructura de funcionarios que se encargaban de cobrarle a los contratistas hasta por entrar a su oficina. Él mismo admitió que recibió sobornos de la constructora Odebrech, y que algunos contratos y compras que terminaron por afectar a Pemex se habían decidido en el despacho presidencial en Los Pinos.

Lozoya gustaba de trasladarse en helicóptero de su casa en Cuajimalpa a la Torre Ejecutiva de Pemex en Marina Nacional, una distancia de 13 kilómetros que costaban 13 mil 500 pesos por 16 minutos de vuelo, pagado, sí, con dinero de Pemex, porque además de asumir la compra de vehículos de sus directivos, se les cubría el gasto de “transporte”.

Emilio ordenó comprar dos aeronaves que usaba de manera regular: una Cessna, que costó 203 millones de pesos, y un helicóptero, que costó 118 millones de pesos, 41 camionetas blindadas y otras Land Rover.

Usaba las aeronaves para su goce personal: porque durante 2015 hizo 162 viajes, pero no sólo a zonas petroleras como Ciudad del Carmen, sino a sitios turísticos como Cancún, Zihuatanejo, Huatulco y Acapulco. Viajaba a Nueva Jersey, Houston, Los Ángeles, San Antonio y Nueva York, en Estados Unidos, y a sus playas exclusivas en los Hamptons: East Hampton y Westhampton.

También viajaba por el mundo junto a Peña Nieto en el fastuoso avión presidencial donde tampoco se privaban de bebidas alcohólicas, si nos atenemos a las selfies que desde a bordo se hizo el actor Verástegui con copa de vino en mano.

La dirección de Lozoya en Pemex dejó graves y multimillonarios quebrantos. Fue en tiempos del peñanietismo en que se duplicó la deuda de Pemex, cuando se le hizo la petrolera más endeudada del mundo.

Las frívolas conductas de sus directores generales iban acompañadas de los negocios personales siempre en detrimento de las finanzas de la petrolera; es decir, en detrimento del interés público, en esquemas que repetían la conducta de contratar o comprar con sobreprecio, como se hizo desde tiempos de Jorge Díaz Serrano, el director de Pemex con José López Portillo. Díaz Serrano mandó comprar buques gaseros con sobreprecio.

O de plano maniobras para sacar directamente el dinero de Pemex, como la de Rogelio Montemayor, el salinista a quien Ernesto Zedillo nombró director de la paraestatal en diciembre de 1999, y quien unos meses después tramó con el dirigente del sindicato, Carlos Romero Deschamps, cómo sacar de Pemex 640 millones de pesos de los cuales una parte eran para la campaña presidencial de Francisco Labastida.

En la oficina de Montemayor se simuló un “convenio sindical” mediante el cual Pemex le traspasaría el dinero supuestamente para “gastos” del sindicato. Tres días después Romero Deschamps recibía un cheque de Pemex por los 640 millones. Lo depositó en la cuenta que manejaba a nombre del sindicato y de allí se hizo el retiro. Era tanto el efectivo que se tuvo que trasladar en camionetas que llevaron una parte a las oficinas del PRI en Ciudad de México.

Ese era el modelo de administrar Pemex, con el discurso oficial de que la petrolera “no daba para más”, pretendiendo privatizarla, mientras la burocracia dorada se servía con la cuchara grande, mientras se pagaban bonos, liquidaciones, finiquitos, sin importar el deficiente desempeño.

Así, por ejemplo, Lozoya, el que reconoció que recibió sobornos de Odebrech, recibió de Pemex casi dos millones de pesos como finiquito por sus tres años y 70 días de antigüedad.

Suárez Coppel recibió dos millones 510 mil 244.72 pesos de “indemnización” como pago de antigüedad, de cinco años con 257 días.

Reyes Heroles (hijo) recibió un millón 745 mil 599.20 pesos como indemnización por sus dos años y 279 días de antigüedad en Pemex.

A Luis Ramírez Corzo se le consideró una antigüedad de cinco años y 230 días contratado en Pemex, por lo que a su salida se le estimó una “indemnización” de dos millones 618 mil 398.80 pesos.

La estimación para Raúl Muñoz Leos fue de dos millones 155 mil 060.71 pesos por concepto de “indemnización, prima de antigüedad”.

En ese mecanismo otro de los beneficios fuera de toda proporción son las pensiones exorbitantes, como la que recibe la familia de Carlos Márquez Padilla, quien laboró en Pemex menos de cuatro meses, como coordinador de asesores de Octavio Aguilar Valenzuela, quien era el director Corporativo de Administración de Pemex en esos años en que Muños Leos era el director general. Octavio Aguilar es el hermano de quien entonces era vocero presidencial de Fox.

Márquez ingresó en junio de 2004 y unas semanas después se le autorizó un préstamo “administrativo” por 447 mil 600 pesos, al mes siguiente un crédito para financiamiento de vehículo, después reembolsable por “gastos de transporte de funcionario”, otra de las prebendas en Pemex. Era un minicooper chili color rojo con negro, con quemacocos panorámico.

Y luego de su muerte, ocurrida en octubre –declarada por la autoridad capitalina oficialmente como suicidio– durante los siguientes 20 años a su familia se le ha pagado una cuantiosa pensión.

Así, incontables e incuantificables fortunas se hicieron mediante el saqueo a la petrolera. Tanto, que hasta la revista Forbes consideraba incluir a algunos contratistas y el dirigente del sindicato Carlos Romero Deschamps en su famosa lista de las fortunas más cuantiosas del mundo.

Los descritos son casos de excesos y escándalos de corrupción que quedaron en la impunidad.

Pero aún saqueada, Pemex es una de las petroleras más importantes a nivel global. Veámoslo en cifras: es la petrolera número 11 en producción de crudo; ocupa el número 20 en reservas de crudo y condensados; en cuanto a logística de hidrocarburos ocupa la quinta posición a nivel mundial, y la novena posición en comercialización internacional.

Internamente comercializa el 80 por ciento de los combustibles; aporta el seis por ciento de ingresos presupuestarios, y genera 124 mil empleos directos.

Por eso es relevante el Plan Estratégico 2025-2035, que hace unos días se presentó desde Palacio Nacional, con el que se busca reorientar a Pemex, reestructurarlo, con miras a su fortalecimiento, para revertir lesivas políticas de administración como las ya descritas.

Del Plan, que se explica en un amplio documento disponible para su consulta pública, destaco el proyecto para la petroquímica, porque es un rubro en el que el país tiene enorme potencial y para Pemex representaría mucho valor agregado.

En algunos tiempos la petroquímica supuso de los mejores negocios para Pemex, pero se fue desarticulando y las plantas se fueron vendiendo con el pretexto de que no eran rentables, condenando al país a la dependencia de la importación de esos insumos que son necesarios para el sector agrícola, la industria química y manufacturera.

Ahora, el Plan anunciado para Pemex considera, entre muchas otras medidas, impulsar la petroquímica mediante la reactivación de complejos industriales. Un ámbito en el que los expertos en la industria avizoran potencial y valor agregado.

En términos generales se explica en el Plan para Pemex líneas de acción en dos principales ejes: el primero del ámbito productivo, orientado al fortalecimiento de la producción de hidrocarburos, petroquímicos y fertilizantes en un modelo que al mismo tiempo reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero. Y el segundo eje el de la parte financiera con medidas para la sostenibilidad presupuestal, el manejo de la deuda y el cómo tener recursos disponibles para proyectos productivos.

Las medidas que allí se especifican suponen la reorganización en la estructura de la petrolera y de sus costos de administración; de la búsqueda de mayor eficiencia de los gastos administrativos, promoviendo la disciplina financiera con criterios de austeridad y sostenibilidad.

A partir de 2026, se ajustarían los gastos en los rubros de servicios personales y de gasto corriente más acorde al plan de austeridad, según se dice, “sin comprometer productividad ni eficiencia operativa”.

En cuanto a los servicios personales y en gasto corriente se reducirían gastos que como las consultorías, asesorías, los pagos de servicios médicos que se hacen en el ámbito privado para los directivos, el arrendamiento de inmuebles no industriales, el mobiliario y automóviles, además de insumos que se pueden utilizar de manera más racional.

También se considera el ajuste en la estructura, en las percepciones y gastos del personal de confianza, que suelen ser de las más costosas.

Los ajustes consideran dos de los rubros más relevantes que es el esquema de contrataciones y compras estratégicas, cuantificándose que esos ajustes generarían recursos que se destinarían a proyectos prioritarios con mayor rentabilidad social y económica.

Hacer más eficiente a Pemex supone también la optimización de los recursos públicos, reforzar los lineamientos y programas de austeridad en su gasto corriente, eliminar gastos superfluos, y requiere sobre todo el combate a la corrupción.

Ana Lilia Pérez

Ana Lilia Pérez

Periodista, escritora, analista, profesora de periodismo en la UNAM. Se ha desempeñado como periodista de investigación y analista en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales. Es autora de los libros Sonda de Campeche. Paradigma de explotación laboral (ITF, 2009), Camisas Azules, Manos Negras. El saqueo de Pemex desde Los Pinos (Grijalbo, 2010), El Cártel Negro. Cómo el crimen organizado se ha apoderado de Pemex (Grijalbo, 2011), Mares de Cocaína. Las rutas náuticas del narcotráfico (Grijalbo, 2014), Verdugos. Asesinatos brutales y otras historias secretas de militares (Grijalbo, 2015), Pemex RIP (Grijalbo, 2017), Hijos del neoliberalismo. La historia contemporánea de nuestro México saqueado (Grijalbo, 2023). Ha recibido diversos premios y reconocimientos nacionales e internacionales entre los que destacan: Premio Nacional de Periodismo del Consejo Ciudadano (2009), Premio Leipziger Medienpreis (2012) de la Fundación Alemana de Medios de Comunicación; Premio Golden Victoria Prensa (2015) que otorga la Asociación de Editores de Diarios y Revistas de Alemania; Premio Coatlicue (2019); Medalla Defensora de la Libertad y Promotora del Progreso; en seis ocasiones ha recibido el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México.

Lo dice el reportero