
Pintura: Tomás Calvillo Unna
I
El ego
es el principal traidor
y también el único
que puede atravesar el puente.
En esos parámetros
cada espina es un toque de queda;
y lo extraordinario
se reviste de cotidiano.
II
El árbol de las ilustres mariposas
encendidas de seda
amarillas blancas azules;
saben de las sabias hojas
que apuntan
sin distracción alguna
a los cielos;
en ellas,
tocan base.
III
Las horas cortas de su desplegar
consumen la señal;
advertidas del aguacero
no renuncian ante el viento
y los fugaces estruendos:
heroicas
cuya fragilidad es su enseñanza,
sin nunca rendirse
besan la tierra
en su final despedida.
En su ocre arte
de azules y rojas venas
se posan en los escalones del tiempo;
antiquísima geometría de navegación
vencedora de tormentas
en la imaginación
nos impregna de libertad pura.
IV
De pronto algo se enciende dentro
y se termina el ajetreo,
inmemorial avistamiento
el desapego diestro y audaz:
este vernáculo ritmo
el esplendor de su contundencia.
La fina e invencible alegría
que no cesa,
que no es de temporada,
su telúrico consuelo
en celeste caligrafía;
tan sencillo
como juntar las palmas de las manos
en el pecho,
y saberse vivos.
V
Corazones ocultos
que palpitan
al oír la lluvia;
cuando el relámpago
rompe la cerradura
de cada quien,
sin temor alguno
abrazamos la vida
y su secreto más apreciado:
el amor
VI
Y escuchamos el eco del diluvio
la montaña que revela su enigma
de ser el arca y sostener en la noche
la esperanza del amanecer.
VII
El desprendimiento es la esencia de la fe,
No hay una sola gota fuera del océano de la existencia.
La vida es un continuo esculpir en uno mismo
para comprender al prójimo y comprenderse;
el ser y el estar entrelazados se llama eternidad.
Rendija
El dominio del futuro aproxima el abismo, la ignorancia del conocimiento pretendidamente superior se nombra poder: su capacidad de envenenar sin límites cada residuo de humanidad.
La compasión está prohibida, porque se ignora su riqueza sustancial para saber gobernar desde una villa, una comunidad, hasta el mismo imperio.
Esa mirada atemporal permite la libertad en la misma guerra. Y hoy en día, la política asemeja un campo de batalla permanente. ¿cómo liberar a las palabras de sus flechas envenenadas y retornar a su natural abrazo de voluntad y comprensión?
La política requiere respirar profundamente para que, sin altibajos, sin presiones de más, se pueda mirar y comprender al adversario y reconocerse con valentía, para encontrar la conversación fértil y mutua y caminar, aunque sea en carriles separados, hacia un horizonte común, no hacia un túnel y menos hacia el abismo. Los horizontes, son eso, inmensos, nosotros, siendo incluso viajeros en un planeta, somos un punto azul entre millones en la inmensidad de los cielos. Se necesita una ruptura epistemológica en el diseño de la política y su entendimiento, hoy en día conscripto y reducido al puro poder, lo que termina aniquilando las mejores intenciones y los proyectos más diestros.





