
Como clase revolucionaria la burguesía instauró el republicanismo, creó la soberanía popular, la idea de un Gobierno para el bien común, inventó el concepto de progreso como mejora de la condición humana y delineó estos dogmas guiada por la razón; el movimiento proletario, que lo acompañó, rescató de esos balbuceos sistémicos las propuestas de algunos de sus ideólogos, en especial de Jeremy Bentham y John Stuart Mills, quienes estaban convencidos que el progreso social era el medio idóneo para alcanzar un futuro de felicidad y bienestar para la mayoría, un mundo sin pobreza y la mejora de la humanidad. Los movimientos obreros, cooperativistas, sindicalistas, mutualistas, anarquistas, socialistas y comunistas inspirados en la Revolución Norteamericana y Francesa fueron más allá, imaginaron que esas teorías utilitaristas podrían hacer posible también la formación de un Estado popular o democracia social fundamentado en el comunitarismo, en lo que nos es común, no como una abstracción ingenua o declaratoria de que el pueblo es el que manda mientras se pone en manos neoliberales los recursos de un país y se les permite profundizar la explotación de la fuerza de trabajo humana cuando hay otra manera de construir un verdadero poder popular.
Las representaciones sociales de los movimientos liberadores se gestaron históricamente a partir de experimentos revolucionarios reales; el primer movimiento revolucionario que desafió la autoridad del sistema capitalista e intentó el establecimiento de un autogobierno socialista donde el poder del pueblo fuese real y no adaptado a intereses de políticos profesionales, se dio durante la Guerra Franco-Prusiana (1870-71). El 28 de mayo de 1871 en París, una radicalizada clase obrera, con el apoyo de soldados llegados del frente e inspirados en el socialismo autogestionario, tomaron el poder político a partir de condiciones materiales gestadas durante la guerra; no sólo se rebelaron contra el estatus quo, sino trataron de crear otra realidad socialmente legitimada; gobernaron por medio de asambleas populares formadas por delegados de consejos populares elegidos mediante voto directo, revocables y transitorios; gestionaron asuntos cotidianos importantes, principalmente servicios sociales, educación, salud y economía, todos de interés común en lugares y territorios en poder de los trabajadores a través de representantes. Las decisiones se discutían y resolvían atendiendo a inquietudes de la población; previamente se suspendieron para todo el país las medidas vigentes establecidas por el régimen burgués. Después de 72 días, la comuna enfrentó la represión brutal de las tropas del Gobierno francés que asesinaron a miles de comuneros y terminó con la Tercera República Francesa.
El siguiente ensayo de revolución proletaria fue la Revolución de Octubre, de 1917 en Rusia. El descontento social por las derrotas de las tropas zaristas en el frente alemán provocó que obreros, soldados llegados del frente y campesinos se reunieran en asambleas para constituirse en órganos de poder popular llamados soviets. Su importancia histórica radica en el intento de establecer una novedosa forma de autogestión obrero-campesina que ejerciera el poder a partir de decisiones acordadas y tomadas en forma directa en asambleas populares. Los soviets habían surgido de modo espontáneo, como opción de Gobierno ciudadano en 1905 en respuesta a la crisis social y política del Imperio ruso. El 7 de octubre de 1917, aparecieron de nuevo con todo su poder en los 10 días siguientes que conmovieron al mundo. Brotaron como hongos en San Petersburgo, Moscú, Petrogrado y otros muchos lugares. La revolución triunfante producto del descontento social era también consecuencia de las derrotas de las tropas zaristas en el frente alemán. Sin embargo, el fracaso del socialismo fue gestándose al interior del movimiento liberador por la política bolchevique al frente del nuevo Gobierno al no priorizar las demandas populares y centrar su atención en lo político; el Partido Comunista comandado por Lenin se estableció en Moscú y preparó el golpe de Estado contra sus aliados en la derrota del zarismo para establecer una ficción de dictadura del proletariado que dañó durante décadas los movimientos revolucionarios al confundir “comunismo soviético” con socialismo o comunitarismo. Una vez que los bolcheviques derrocaron al Gobierno de coalición y se deshicieron violentamente de mencheviques, socialistas revolucionarios de izquierda y de las diferentes facciones socialistas y liberales establecieron lo que en realidad fue la URSS, un capitalismo de Estado en manos de una dictadura de partido. Una vez en el poder, Lenin encargó a León Trotski la formación del Ejército Rojo, cuya primera acción importante fue aniquilar la rebelión de los marineros de Kronstadt en marzo de 1921 que exigían al Gobierno bolchevique reformas democráticas.
Aniquilados los soviets de Kronstadt, en agosto de ese mismo año, el Ejército Rojo se lanzó en Ucrania contra el movimiento revolucionario Majnóvischina, compuesto por campesinos y trabajadores qué enfrentaban a los ejércitos blancos (fuerzas nacionalistas contrarrevolucionarias pro zaristas patrocinadas por Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Grecia, Francia y Polonia) en el sur bajo el mando de su comandante Néstor Majnó, gran admirador de Emiliano Zapata del que adoptó algunas de sus tácticas de combate. El objetivo de los soviets de obreros y campesinos ucranianos era abolir las estructuras estatales y capitalistas para suplirlas por la autogestión comunitaria a través de asambleas unidas en una federación de aldeas, municipios y consejos sindicales. Los guerrilleros, antes de la intervención del Ejército Rojo, habían liberado a Ucrania de los blancos y establecido un territorio libre al que llamaron Majnovia. Por orden de Lenin el Ejército Rojo, al mando de Trotski, aniquiló a los majnovistas. Majnó se refugió en París donde murió el 25 de julio de 1934 en la indigencia y destruido físicamente por la tuberculosis. Su esposa Galina Kusmenco y su hija Yelena, durante la ocupación nazi de Francia, fueron deportadas a Alemania y de ahí enviadas a Kiev, donde son juzgadas y condenadas a trabajos forzados. Galina murió en 1978.
A lo largo del siglo XX han sido muchos los movimientos de trabajadores, campesinos y clases populares que se han propuesto la autogestión y el control de los medios de vida; el proyecto incluye la participación de la sociedad entera a través del ejercicio de la democracia directa que, sin mediadores, constituya una opción real al neoliberalismo que “se ha apropiado del alma de los seres humanos” (Margaret Tatcher dixi) y cambie de raíz el sistema capitalista. Muchos han sido los intentos (Los Bhoodan Gramdam, India, 1951; Polonia, 1956; Consejos obreros húngaros, 1956; Comunidades chinas, 1958; Argelia, 1962-65; Primavera de Praga, 1968; Mayo del 68, Francia; Movimiento Zapatista, México, 1994). Fracasaron por las razones ya expuestas: políticos profesionales oportunistas toman el liderazgo de los movimientos populares, una vez en el poder forman un partido de corte burgués y lo ponen al servicio de sus intereses y de la clase dominante; bloquean todas la vías posibles para que las clases trabajadoras acedan al poder, los alagan y piden su apoyo, pero bloquean todas las acciones populares que contribuyan al fortalecimiento de su autonomía y autodeterminación para proteger y defender sus territorios y defensa de sus recursos naturales, ejemplo: agua, territorios, especies vegetales y animales nativas, etc.; es más, las “izquierdas” en Sudamérica se destruyen interiormente por el poder político o hacen suya la reproducción del sistema (el crecimiento de la economía y del PIB), mientras pasan por alto sus compromisos con los intereses de trabajadores y campesinos, aniquilan el disenso, se alían con los enemigos del pueblo y adoptan sus comportamientos, sólo cambian el discurso, radical en la forma y en los hechos son pequeños burgueses hasta el tuétano; oportunismo traidor que destruye la identidad colectiva.
¿Cómo explicar ese comportamiento? ¿Por qué actúan de la misma manera que los enemigos del pueblo? Voy a argumentar partir del ejercicio gubernamental burgués (democrático y republicano): este se ejerce y despliega a través de jerarquías, mandos, órdenes y obediencia; en este régimen republicano el poder radica en el pueblo, como única fuente de poder pero lo delega mediante un sistema electoral en los gobernantes que a través del Ejecutivo y el Legislativo lo ejerce ajustándose a un Proyecto de Nación del que debieran emanar todas la iniciativas gubernamentales; pero no, el que manda lo hace a capricho y el pueblo obedece. Ahora bien, la función pública, desde la perspectiva de los movimientos populares y la lucha de clases, no se ejerce de ese modo, se despliega de manera horizontal, el mandante (el pueblo) y los mandatarios (las autoridades) obedecen; sin embargo, las cosas suceden de manera inversa, las decisiones las toman quienes han sido electos sin consultar al que manda y estos tienen que aceptar sin remilgos lo que el gobernante decide.
¿Qué sucede en un hipotético periodo de transición en que un partido de derecha pierda y gane uno progresista o de izquierda? En estos casos, durante el periodo de transición la relación gobernantes-pueblo ha de ser disolvente y horizontal, es decir, el poder ha de ser transferido paulatinamente al mandante mientras se reduce el del mandatario con el objetivo de disminuir paulatinamente las diferencias entre ambos, hasta depositar totalmente la toma de decisiones en las asambleas populares y, el mandatario reducir sus actividades al cumplimiento de las órdenes que emanen del pueblo. En tanto no se complete este proceso y el sistema continúe funcionando bajo un régimen asimétrico pueblo-Gobierno y las relaciones sociales serán, necesariamente antagónicas y contradictorias y el sistema continuará reproduciéndose al infinito.
Lo común se define por la cooperación, la solidaridad, la integración de fines y la comunidad de intereses donde no cabe ninguna estructura vertical de autoridad. En el comunitarismo, la sociedad como fuente de poder es indelegable; en las sociedades capitalistas actuales, el ciudadano delega su poder en los gobernantes porque no ha sido capaz de fundar la consciencia de clases de los explotados y nunca se ha planteado un proyecto liberador que incluya autonomía e independencia reales y se conforma con ideales, utopías y esperanzas que nunca se cumplirán.
Que no se engañen ni quieran engañarnos los gobiernos de izquierda o progresistas, la conciliación entre clases es imposible, jamás burgueses y proletarios podrán marchar juntos; la democracia de la propiedad* que implica la democratización de las formas de producción y distribución, de la propiedad de los medios de producción que son causales de la desigualdad, la explotación y la opresión sólo serán eliminadas y superadas cuando la gestión, el control y la toma de decisiones pase a mano de los trabajadores; lo que sucederá con la abolición de la clase burguesa y del sistema de reproducción capitalista; la democracia de la propiedad, según el filósofo Raúl Sánchez Cedillo (Lo absoluto de la democracia. Editorial Subtextos, 2021), no se refiere sólo a la propiedad de los medios de producción, sino también a la propiedad financiera, los recursos naturales y el acceso a la información veraz; tampoco se limita a la distribución equitativa de la riqueza, sino que se amplía a la participación plena de la ciudadanía en las decisiones y que la población entera ejerza su autonomía plena, gestione y controle las estructuras productivas y se rompa de manera radical la explotación y alienación de los trabajadores. Hacer a un pueblo soberano y responsable de su destino significa que nadie usurpe su lugar, que sea él quien escriba con acciones propias su historia, sólo de esta manera puede materializar su poder gestor y decidir cómo organizar a la colectividad para ser una comunidad.
Como vimos, los movimientos populares que se hicieron presentes en la historia bajo el esquema de comunas, asambleas populares, pueblo en armas, etc., es cierto, resultaron experiencias fallidas, incompletas y erráticas del movimiento proletariado; sin embargo, sus experiencias han contribuido silenciosamente a la formación de una consciencia proletaria que hoy el neoliberalismo desesperadamente trata de ocultar con fingidas oposiciones: conservadurismo-progresismo, neoliberalismo- Estado benefactor, izquierda-derecha, homosexuales-heterosexuales, hombres- mujeres, hipertrofiando de esta manera la única y real contradicción inherente al modo de producción capitalista como formación social: la lucha de clases (continuará).
Nota: Por un lapsus de memoria en mi entrega anterior escribí erróneamente el apellido del brillante joven filosofo marxista japonés Kohei Saito con una O de más, es Saito, no Osaito, como lo hice en dos ocasiones. Gracias





