Ana Lilia Pérez

El peor de todos

"Como sátira, a su estilo, Ibargüengoitia fue uno de los autores que describió el ADN del priista: enriquecimiento al amparo del cargo, las transas, los compadrazgos, la adicción por las odas y pleitesía".

Ana Lilia Pérez

07/10/2025 - 12:04 am

Cualquier momento es bueno para releer a Jorge Ibargüengoitia. Desde mi adolescencia disfrutábamos en casa de sus libros y era para nosotros uno de los autores más entrañables porque el humor ácido, la crítica, la narrativa ingeniosa y divertida, los modismos nos resultaban muy cercanos, ya que en pueblos como el imaginario Cuévano de Ibargüengoitia con callejones empedrados, las plazas y personajes que describe, los veíamos y vivíamos por lo menos varios meses al año.

En cuanto a su obra periodística, los artículos publicados en medios como el Excélsior de los años setenta (y que después se compendiaron en libros, y así fue como me tocó leerlos) con el mismo tono y crítica describió el México bajo el modo de Gobierno de la priista “familiona revolucionaria”, que se decían herederos de la Revolución sólo a conveniencia para disputarse los fueros y el privilegio que les representaba el cargo público que llegaba acompañado de jugosos sueldos y numerosas prebendas.

Así eran esos años del priismo, cuando al ciudadano sólo se le quería ver el día de las elecciones con credencial en mano, para que en urna refrendara lo que ya le habían dicho que tenía que votar. Se coaccionaba a votar por el PRI fuera quien fuera el candidato y se impuso como costumbre, como los días del informe feriados y como Los Pinos y el Congreso convertidos en pasarela de loas y besamanos a un Presidente blindado por el Estado Mayor.

Aunque entre la clase política las disputas e intrigas internamente se hacían al estilo de la Cosa Nostra –como se equiparó en diversos momentos– oficialmente decían disciplinarse al establecido sistema del “tapado”, acatar el “dedazo”, que se maquillaría de azul en los 2000, y luego se regresaría al mismo PRI, pero hojalateado y quizá mucho más frívolo, en modelo mirrey, oficialmente vendido como “nuevo PRI”.

Décadas atrás, en un artículo publicado en 1976, escribió Ibargüengoitia, con el título “El PRI para distraídos”, un subtítulo: “Yo me disciplino, tú te disciplinas”:

“Yo creo que una de las causas más poderosas de la indiferencia y apatía que sentimos muchos mexicanos por las cosas políticas, se debe a que el PRI, en cincuenta años de batallas contra sí mismo, ha logrado acuñar un lenguaje que es, para un neófito, oscuro y francamente soporífero”.

Es en eso en que se piensa cuando se escucha hablar a los priistas que aparecen en el documental que sobre la historia del PRI produjo Televisa, el consorcio cuyo dueño se asumió públicamente como “soldado del PRI”.

Un documental donde pesan más las omisiones que lo que allí se presenta. Porque no se habla del derramamiento de sangre y las vidas que arrebataron las masacres y represión de los gobiernos priistas, si acaso unos segundos se dedican a recuperar imágenes de archivo en su momento censuradas por la propia televisora.

Tampoco se habla del impacto real que generaron las tan lesivas políticas neoliberales privatizadoras que el priismo tecnócrata adiestrado en Harvard y Chicago impuso a partir de los años ochenta que germinó en la fortuna billonaria de unos pocos, a costa de la pobreza de millones e hizo del país uno de los más desiguales. Esa política neoliberal privatizadora a la que daría continuidad el prianismo de los años 2000, y luego con las reformas del llamado Pacto por México concertado a través del Gobierno de Peña un político-manufactura tanto de ese partido como de la televisora, en tiempos en que se había invertido la ecuación: el PRI convertido en “soldado de Televisa”.

Ausente en ese documental también los casos de priistas que criminalmente saquearon y devastaron las entidades que les tocó gobernar, como hizo Fidel Herrera, llamado "Zeta 1", y su discípulo Javier Duarte; como hizo el dúo de compadres Roberto Sandoval y Edgar Veytia, "El Diablo", por citar sólo un par de priistas de cepa, igual que sus familias provenientes de cacicazgos priistas.

De lo que si aparece: con el mayor cinismo se escucha a algunos dar su versión de sus disputas, y los más cínicos repetir que el priismo “creó instituciones”. Así se ve a Alejandro Moreno, actual dirigente de ese partido decir sobre el PRI, “nosotros construimos este país”.

Pero omite cómo diseñaron un entramado de Gobierno, en los tres niveles, para hacer uso personal para su enriquecimiento. Para muestra: el cómo sacaron inmensas fortunas inexplicables para llevarlas a paraísos fiscales como Andorra, que convirtieron en “el hoyo negro del PRI”, así descrito en investigaciones periodísticas.

Como sátira, a su estilo, Ibargüengoitia fue uno de los autores que describió el ADN del priista: enriquecimiento al amparo del cargo, las transas, los compadrazgos, la adicción por las odas y pleitesía. El culto a la imagen reflejado en las esculturas que se mandaban levantar y en las calles que mandaban llamar con el nombre de ellos mismos. Describió también las formas del partido, y el tipo de políticos y funcionarios que de ese sistema engendraron.

Aunque al paso de los años cambiaban de maquillaje, el ADN era el mismo, sólo que en los ochenta y noventa vestían traje a medida y estudiaban posgrados en el extranjero, pero seguían embolsándose partidas presupuestales, como la famosa “partida secreta”, la canonjía de la que echaba mano el Presidente en turno sin dar cuentas a nadie, que se etiquetaba oficialmente como “gastos eventuales y extraordinarios”, y eran millones de dinero.

En cifras expuestas en el Legislativo cuando se discutía eliminar esa prebenda, se planteó que tan sólo entre 1983 y 1995, a cuenta de ésta se gastaron 26 mil 500 millones de pesos, ¿en qué? Nunca se supo. Años después en una entrevista, Miguel de la Madrid dijo que Salinas se había robado “la partida secreta”.

La historia del PRI como partido en el Gobierno no puede contarse sin el cómo hacían uso de los recursos públicos, las frivolidades y derroche desde Los Pinos, cuando los principales convidados y copartícipes de las fastuosas francachelas pagadas con recursos públicos eran precisamente actrices, actores, cantantes y conductores de Televisa.

Cuando los mirreyes de la política se asumieron como nuevo PRI, se aceleró el proceso de implosión: llegado el Presidente Peña y su esposa, actriz de Televisa, quedaron tempranamente vinculados en actos de corrupción, exhibiendo su frivolidad ante el crimen de Estado que representó la desaparición de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa.

Y casi la mitad de los gobernadores que flanquean a Peña en esa famosa fotografía tomada al pie de una escalinata en Los Pinos acabaron involucrados en graves actos de corrupción en su mayoría impunes, como el propio Peña, a quien se le ve aparecer de cuando en cuando en fotografías que lo captan en Europa cuando juega golf, o en fiestas de la socialité, y ahora que posó para el documental de Televisa.

La llegada a la dirigencia del partido, en 2019, de un personaje como Alejandro Moreno, con su larguísima historia de señalamientos por supuestos actos de corrupción y enriquecimiento inexplicable no ha hecho sino acelerar el deterioro de ese partido. Fiel a su modo de acción porril aprendida desde su paso por los comités juveniles priistas, impuso una reforma a los estatutos para garantizarse su reelección.

Qué tan reprobables serán sus maniobras, que es hasta rechazado por sus correligionarios, que lo han señalado como “sepulturero del PRI”, y es mucho decir, viniendo la frase de un Francisco Labastida Ochoa, quien tampoco es que tenga mucha probidad: fue uno de los copartícipes y beneficiarios de los millones que ilegalmente se sacaron de Pemex para inyectarle recursos a su fallida campaña a la Presidencia de la República, aquel caso que trascendió como Pemexgate.

“Nunca el PRI había gobernado tan poco”, le increpó Claudia Ruiz Massieu, del bloque priista opositor a Moreno en una de sus intervenciones cuando varios priistas hicieron pública su renuncia. Y es que, bajo la dirigencia de Alejandro Moreno, el PRI perdió posiciones políticas, gubernaturas, integrantes, militantes y ahora se juega incluso su registro.

En 2019, cuando "Alito", como se hace llamar, asumió la dirigencia del PRI, el partido gobernaba en 12 entidades, ahora mantiene sólo dos gubernaturas: Coahuila y Durango. De las entidades que perdió, la entidad más representativa fue el Estado de México, cuna del llamado Grupo Atlacomulco, que fue arquetipo del poderío que tuvo ese partido, y que, en el año 2023, por primera vez en su historia el tricolor perdió la gubernatura, al ganarla Morena con Delfina Gómez como candidata.

En las elecciones de 2024, el PRI se desplomó aún más, pero "Alito" se aseguró un escaño, ya que como presidente del CEN del PRI, en sesión extraordinaria desde enero de ese año, aprobó el listado al Senado, con su nombre en la primera posición.

Así se garantizó el fuero arrastrando acusaciones y numerosas denuncias de enriquecimiento ilícito, cargos de peculado, uso indebido de facultades, defraudación fiscal y lavado de dinero que datan de su periodo de Gobierno en Campeche, que son los cargos que le imputa la Fiscalía de esa entidad por los que, desde el año 2022 esa Fiscalía solicitó que se le retirara el fuero, pero eso no ha ocurrido. Su caso es una muestra del uso que históricamente se ha dado al fuero por parte de muchos políticos.

Y mientras conduce a su partido a la insignificancia, Alejandro Moreno ha hecho de esas ruinas un espacio para su egoteca: manda pintar bardas con su rostro, colgar mantas con su efigie; reproducir en tamaño póster fotografías de sí mismo para que se cuelguen en las oficinas del partido. Aparece en anuncios de televisión. Las páginas del tricolor se atiborran con sus fotografías.

En un “libro”, como se le etiquetó, que supuestamente hizo a propósito de la conmemoración de los 93 años del PRI, en el año 2022, además de llevar su imagen en la portada, incluye en 47 –de sus 408 páginas en su versión digital– las fotografías de sí mismo, y su nombre se menciona unas 50 veces. Para ese material se erogaron 1,624,000 pesos, según los datos registrados en la página de Transparencia.

En SinEmbargo, la periodista Daniela Barragán ha hecho importantes investigaciones respecto a irregularidades también en este tipo de materiales, en supuestos libros y en supuestos materiales que ha mandado realizar Alejandro Moreno.

El título de esta columna, “El peor de todos”, es porque en estos días Alejandro Moreno, dirigente del PRI, es el político peor evaluado a ojos de la opinión pública. Su bajísima popularidad ahonda al descrédito del tricolor.

La reciente encuesta que en el contexto del Primer Año de Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, el pasado 1 de octubre, dio a conocer la encuestadora Enkoll, que coloca a la primera Presidenta de México en niveles históricos de aprobación: un 78 por ciento de aprobación, también incluyó el nivel de conocimiento sobre otros miembros de su Gabinete, la opinión que se tiene sobre ellos, y también se incluye otro rubro sobre otros actores políticos, y es sobre este rubro que me referiré con más detalle:

En el listado de personajes de la política, respecto a Alejandro Moreno, el 67 por ciento de encuestados expresó tener una opinión mala/muy mala sobre él; un 10 por ciento una opinión regular; y un 17 por ciento una opinión buena. En el indicador que considera la encuesta denominada Saldo de opinión, "Alito" es el que tiene el saldo negativo mayor: -50 por ciento. Este saldo de opinión, se explica, se obtiene restando la opinión negativa (mala y muy mala) de la opinión positiva (buena y muy buena).

En esa lista los peor evaluados son Alejandro Moreno, seguido de los panistas Kenia López Rabadán, Lilly Téllez, Jorge Romero Herrera. De los morenistas con saldo de opinión negativa están Adán Augusto López y Ricardo Monreal.

En el rubro denominado "Rechazo partidista", el partido más rechazado es el PRI. El 73 por ciento de los encuestados expresó una opinión en rango de mala/ muy mala del PRI; con un saldo negativo de menos 59 por ciento. Los resultados de la encuesta en el rubro "¿Por cuál partido nunca votaría?", el 58 por ciento de rechazo efectivo fue para el PRI.

Así que el desprestigio e impopularidad del presidente del PRI se ensancha por más que se mande hacer fotografías y mantas y bardas pintadas con su imagen y la frase “Revolucionarios”, un eslogan que ya casi nadie se compra, y que muchos menos toman en serio.

Más allá de su clara afición por las odas que Alejandro Moreno hace de sí mismo, el PRI recibe para su gasto corriente y para elecciones millonarios recursos públicos, y no es poco: este año casi mil millones de pesos, y es de esos recursos que el dirigente se manda hacer las fotos con su imagen y los supuestos “libros” con su nombre.

Ana Lilia Pérez

Ana Lilia Pérez

Periodista, escritora, analista, profesora de periodismo en la UNAM. Se ha desempeñado como periodista de investigación y analista en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales. Es autora de los libros Sonda de Campeche. Paradigma de explotación laboral (ITF, 2009), Camisas Azules, Manos Negras. El saqueo de Pemex desde Los Pinos (Grijalbo, 2010), El Cártel Negro. Cómo el crimen organizado se ha apoderado de Pemex (Grijalbo, 2011), Mares de Cocaína. Las rutas náuticas del narcotráfico (Grijalbo, 2014), Verdugos. Asesinatos brutales y otras historias secretas de militares (Grijalbo, 2015), Pemex RIP (Grijalbo, 2017), Hijos del neoliberalismo. La historia contemporánea de nuestro México saqueado (Grijalbo, 2023). Ha recibido diversos premios y reconocimientos nacionales e internacionales entre los que destacan: Premio Nacional de Periodismo del Consejo Ciudadano (2009), Premio Leipziger Medienpreis (2012) de la Fundación Alemana de Medios de Comunicación; Premio Golden Victoria Prensa (2015) que otorga la Asociación de Editores de Diarios y Revistas de Alemania; Premio Coatlicue (2019); Medalla Defensora de la Libertad y Promotora del Progreso; en seis ocasiones ha recibido el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas de México.

Lo dice el reportero