María Rivera

Escándalo

"Esto no significa, querido lector, que no pueda haber obras espantosamente malas, escritas por mujeres (y por hombres), y que las instituciones artísticas y culturales deban promoverlas por razones ajenas a la literatura, como serían las cuotas de género. En eso, naturalmente tiene razón el director del FCE y se equivoca garrafalmente la Presidenta Sheinbaum".

María Rivera

30/10/2025 - 12:00 am

Escándalo
La Presidenta Claudia Sheinbaum y el director del FCE, Paco Ignacio Taibo II. Foto: Victoria Valtierra, Cuartoscuro

Lo primero que habría que decir del reciente escándalo suscitado por las palabras de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica al anunciar en la mañanera la colección editorial 25 para el 25, es que partió de una descontextualización de sus dichos. Es increíble, querido lector, cómo las redes son capaces de producir noticias falsas que a su vez generan escándalos mayores, y cómo los oportunistas aprovechan la confusión para sacar adelante sus agendas políticas. Activistas profesionales, dedicadas a cazar oportunidades de visibilidad de sus causas, rápidamente se subieron al carro protestante e indignadísimo, sin ser escritoras ni poetas. Todo un fenómeno donde lo importante no era, evidentemente, ni la poesía, ni las mujeres escritoras, sino atacar rabiosamente.

Por si usted no lo sabe, esto ocurrió porque a pregunta expresa de una periodista y en una larga respuesta sobre la donación de libros, el director del FCE, Paco Ignacio Taibo II, dijo que a pesar de que los clubes de lectura, mayoritariamente dirigidos por mujeres, solicitaban libros escritos por mujeres, no podía enviarles “un poemario escrito por una mujer; horriblemente asqueroso de malo” sólo porque lo escribió una mujer. Se refería, evidentemente a las cuotas de género y a los criterios de calidad que deben primar en estas decisiones. Antes había criticado ya obras “chatarra” que el FCE no podría absorber de otras editoriales. 

Por supuesto, el fragmento solo, descontextualizado, parecía una “explicación” absolutamente misógina de por qué en la colección editorial que esa mañana se presentó, 25 para el 25 sólo hay obras de siete mujeres, lo cual evidentemente hubiera sido un total agravio.

Pero eso no sucedió, aunque se haya presentado así y haya generado toda una cauda de protestas en redes, exigiendo su renuncia y hasta manifestaciones, panfletos y cartas a la Presidenta que, por otro lado, trató de salvar el numerito diciendo que se haría una colección editorial sólo de mujeres. 

Todo un desastre, querido lector, y también un fenómeno sociológico, por la manera en que actualmente circula la información y se responde ante ella. 

Esto no significa que no haya nada criticable en los dichos del director del FCE, ni en la colección de libros, por supuesto. Su comentario sobre la hipotética obra de una mujer ciertamente tiene una carga misógina, por el énfasis y el desprecio, y porque refuerza prejuicios machistas que durante mucho tiempo compartieron escritores mexicanos de generaciones pasadas y que sirvieron para invisibilizar obras de mujeres. 

Sin embargo, esto no significa, querido lector, que no pueda haber obras espantosamente malas, escritas por mujeres (y por hombres), y que las instituciones artísticas y culturales deban promoverlas por razones ajenas a la literatura, como serían las cuotas de género. En eso, naturalmente tiene razón el director del FCE y se equivoca garrafalmente la Presidenta Sheinbaum: nuestras obras no necesitan la graciosa condescendencia de una colección exclusiva de mujeres, sino que las obras meritorias, de mujeres y de hombres, ocupen el lugar que les corresponde en los catálogos de la editorial pública. Cosa que hay que decir, ya venía ocurriendo en el FCE, que ha publicado a muchas autoras relevantes del siglo pasado, venturosamente, pero que la actual administración de Paco Ignacio Taibo II ha dejado de lado. 

Sería un retroceso mayúsculo, una ofensa oprobiosa, crear un corral exclusivo para obras que ya ocupan el lugar que les corresponde dentro de la literatura mexicana compuesta tanto por hombres como mujeres, o sujetar las obras de mujeres a criterios extra literarios, asignarles motes que las mismas autoras no escogieron (“literatura femenina”), para justificar una inclusión que no debería justificarse más que por la calidad de las obras. La “discriminación positiva” no debe usarse para evitar corregir los criterios machistas de funcionarios porque lo único que consigue es reafirmarlos. Es una visión sexista y discriminatoria, indigna de las mejores obras literarias. Una humillación pública machista “tú no entras al catálogo general de autores, sino al de mujeres”.

Peor aún, seleccionar a otras mujeres sólo por serlo para que se hagan cargo de promover a mujeres, imponiendo criterios ajenos a los criterios artísticos que deben primar en el arte, sería otra pésima idea. De hecho, parte de la degradación que sucede en la institución literaria actualmente obedece a la imposición de criterios ajenos a lo artístico en premios y actividades institucionales que han sido tomados por la ideología y la corrección política y que, por desgracia, han evidenciado la destrucción de los valores artísticos.

Al contrario, lo que se necesita son funcionarios competentes, capaces de discriminar entre buenas y malas obras. Funcionarios capaces de explicitar los criterios que animan sus decisiones, como debiera haber hecho el director del FCE con la colección 25 para el 25. La explicación que dio no arrojó ninguna luz ¿por qué sólo hay obras de siete mujeres y por qué esas mujeres y no otras? ¿cuáles fueron los criterios? La verdad, lucen gratuitos. No sólo de las obras de mujeres escogidas, sino de todos los autores y de los títulos mismos ¿por qué un título de un autor y no otro? Nada, no quedó claro qué criterios usaron y cuántos de ellos en realidad fueron determinados por las dificultades de un proyecto tan ambicioso como riesgoso, al grado de comprometer su idea original, su viabilidad. 

Hay que decir, también, que esto no es nuevo en el FCE. Antes, solía ser mucho peor. Comités secretos conformados por mafias que tenían tomado el aparato estatal seleccionaban y beneficiaban a sus amigos descaradamente. Sus decisiones, arbitrarias y mafiosas, se tomaban en la completa oscuridad y no había posibilidad alguna de exigirles que rindieran cuentas. 

Y sí, muchos y muchas tuvimos la esperanza de que con la llegada de la izquierda, el FCE cambiara, se volviera plural en sus decisiones y se abriera a todas esas autorías que fueron borradas por el aparato oficial prianista. Autores y autoras que padecieron el desdén antes y lo siguen padeciendo, porque no ha habido nadie en la editorial estatal más importante del país capaz de revisar la literatura mexicana más allá de las fobias y filias ideológicas de su director. Una enorme oportunidad perdida, un desperdicio. 

María Rivera

María Rivera

María Rivera es poeta, ensayista, cocinera, polemista. Nació en la ciudad de México, en los años setenta, todavía bajo la dictadura perfecta. Defiende la causa feminista, la pacificación, y la libertad. También es promotora y maestra de poesía. Es autora de los libros de poesía Traslación de dominio (FETA 2000) Hay batallas (Joaquín Mortiz, 2005), Los muertos (Calygramma, 2011) Casa de los Heridos (Parentalia, 2017). Obtuvo en 2005 el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.

Lo dice el reportero