Mario Campa

La historia es indulgente con el saqueo a Pemex

"Endurecer el juicio contra los saqueadores daría una lección moral y pedagógica, hoy tan ausente como necesaria. Pero sería un mero comienzo".

Mario Campa

15/10/2025 - 12:05 am

En semanas recientes tuve la fortuna de conocer al economista Paul Collier, investigador de Oxford especializado en la política pública de los recursos naturales y director del Grupo de Investigación sobre Desarrollo del Banco Mundial entre 1998 y 2003. Además de brindar cátedra, Paul tuvo el gesto de obsequiar ejemplares de su libro El planeta saqueado (The Plundered Planet), donde reflexiona sobre los retos de la gestión de recursos no renovables, como los metales y el petróleo. Al terminar esta lectura, la sensación que supongo compartirían millones de mexicanos es que los gobiernos del PRI en mayor medida y del PAN en segundo grado cometieron muchos errores de manual con Pemex. Hoy día, México padece las consecuencias.

En el libro publicado en 2010, Paul Collier intenta con deliberación conciliar las posturas de los ambientalistas con la de los economistas en torno a los recursos naturales, posicionándose en un autodenominado “centro”. Esta postura implica abandonar tanto el utilitarismo miope y cortoplacista como el ambientalismo radical. En pocas palabras, reconcilia la urgencia de los países más pobres de mitigar la pobreza con el imperativo de una extracción sostenible. En palabras del autor, la tarea de los gobiernos es ser “custodios” y no meros “conservacionistas” de la naturaleza.

En los primeros capítulos, Collier reflexiona sobre la ética de los recursos naturales. Al ser éstos una clase única de activos creados por la naturaleza y no por el hombre, la ambigua definición de los derechos de propiedad invita al conflicto. Sin mediación del Estado, la captura de rentas —ingresos por encima del costo de producción— y la sobreexplotación, además de la concentración de la riqueza, son escenarios previsibles. A excepción de los Estados Unidos, donde quien descubre el recurso lo posee —de ahí el monopolio de Rockefeller—, el resto de las naciones regule e intervenga la extracción. En muchos casos, petroleras nacionales exitosas como las de Noruega (Equinor) o Malasia (Petronas) potencian el bien común.

La médula del manejo ético de los recursos naturales descansa en su dilema intergeneracional. En esencia, extraer para el consumo presente supone sacrificar riqueza mañana. Si hay sobreexplotación sin reposición, las generaciones futuras podrían denunciar “saqueo” —con justa razón—. Dado que reponer un recurso renovable es por definición imposible, lo responsable para compensar a las generaciones futuras es invertir una fracción considerable de lo extraído en capital físico —como infraestructura pública— o financiero —como el fondo de pensiones noruego— para generar un flujo estable de consumo futuro. De esa forma, los no nacidos preservan una parte de la propiedad que les corresponde.

Aplicado al caso mexicano, que Collier no menciona, todos los caminos de la perdición conducen a Pemex. Los gobiernos del PRI y del PAN, lejos de crear un fondo soberano de riqueza, debatible en países donde el capital es escaso y por ende el retorno a la inversión más alto, ni repusieron el capital depreciado o las reservas de Pemex, ni invirtieron en infraestructura pública. Al contrario, abandonaron y estigmatizaron la política industrial. Aunque el PRI carga el grueso de culpa, Fox dilapidó el pico de la producción petrolera —doble de la actual— en gasto público general y, en menor medida, en una distribución sin candados a las entidades federativas y los gobernadores, que bailaron hasta que la música paró.

Pero ahí no termina la historia del error/horror. Gravar a Pemex con tasas tributarias de hasta el 85 por ciento elevó la dependencia en el endeudamiento indiscriminado. Además, validando los peores temores de Collier adquiridos como funcionario del Banco Mundial, la riqueza no renovable generó problemas de gobernanza. Por ejemplo, retrasó la implementación de reformas tributarias y reforzó la dependencia en los ingresos petroleros, lo que aumentó la opacidad del gasto no presupuestal —de una paraestatal— y redujo la obligación de los gobernantes de rendir cuentas sobre el destino de los impuestos, mucho más sensibles. Además, la renta petrolera acostumbró a los estados a extender la mano a la federación para capturar parte del tesoro nacional.

Esa combinación de saqueo con incompetencia estranguló a la gallina de los huevos de oro. Hoy día Pemex carece de la liquidez indispensable para honrar deudas a tiempo, sin mencionar que tiene cuesta arriba la tarea de diversificar y descarbonizar sus ingresos. Por si fuera poco, el uso de un guardadito para invertir en infraestructura como el transporte público que eleve la productividad urbana —recomendación estratégica de Collier— es hoy impensable.

Collier no escribió sobre el saqueo con la mira puesta en un solo país. Dedicó su libro a los países más pobres, en especial los africanos. Sin embargo, es ineludible asociar la gran mayoría de errores identificados con Pemex. Cuando charlé en corto con Paul, reconoció una amistad profesional con Ernesto Zedillo, quien lo invitó a México a dar una charla ante una plenaria de embajadores. Y, en efecto, El planeta saqueado contiene en la página 6 de la edición inglesa la siguiente confesión aislada: “Ernesto Zedillo, el expresidente de México, ve a la sociedad mexicana contemporánea como una tragedia de la que el petróleo es culpable. Hundió a la sociedad cuando pudo haber alzado la economía”. Al leer esa cita, pensé: si Paul Collier supiera del “Pemexgate” que financió la campaña de Labastida Ochoa, mudaría opinión sobre Zedillo.

Los recursos naturales de México, en especial los petroleros, fueron saqueados. Lejos de corregir la injusticia, la historia ha sido demasiado indulgente. Endurecer el juicio contra los saqueadores daría una lección moral y pedagógica, hoy tan ausente como necesaria. Pero sería un mero comienzo. Romper la “maldición de los recursos naturales”, móvil de vida académica para Paul Collier, exige revertir la mala gobernanza, en particular la fiscal: tarea de este Gobierno y los que vengan.

Mario Campa

Mario Campa

Mario A. Campa Molina es economista político e industrial, graduado del MPA de la Universidad de Columbia (2013-2015). Colabora como columnista y panelista en diversos medios y es editor contribuyente en español de la revista de ideas Phenomenal World, del Jain Family Institute (NY). Tiene experiencia laboral en el sector financiero, energético, público y académico.

Lo dice el reportero