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Greenpeace

07/10/2019 - 12:05 am

2020: El año para aumentar la ambición contra el cambio climático

Las huelgas por el clima, inspiradas y encabezadas por Greta Thunberg empezaron a tomar fuerza en marzo pasado hasta desembocar en la mayor movilización mundial jamás realizada por el clima, hace dos semanas.

El año que viene esperamos escuchar una respuesta a la altura del problema que enfrentamos como habitantes de este planeta: ¿cuánto y de qué manera aumentará la ambición climática? Foto: Crisanta Espinosa, Cuartoscuro.

Por Gustavo Ampugnani*

El nivel actual de “ambición” climática que los gobiernos de todo el mundo han demostrado está muy por debajo de lo que el planeta necesita para mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de 1.5 grados centígrados.

Según la asociación Climate Action Tracker, las metas actuales de reducción de gases de efecto invernadero, materializadas en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), llevarán al mundo a un aumento de 3.3 grados de calentamiento, suficiente para derretir todos los glaciares de manera casi permanente, aumentar casi un metro el nivel del mar, arruinar zonas de cultivo y aumentar dramáticamente fenómenos como inundaciones o sequías.

El Acuerdo de París, establecido en 2015, prevé que cada país signatario -como lo es México- aumente su ambición climática cada cinco años, creando progresivamente momentos de mayor atención global sobre el progreso individual y colectivo de los países para salvar al clima. El primero de esos momentos tendrá lugar el año que viene, en 2020.

Hace apenas 15 días, las calles de unas 150 ciudades alrededor del mundo vibraron al paso de casi 4 millones de personas, en su mayoría jóvenes y estudiantes, demandando a sus líderes políticos mayor ambición para enfrentar el cambio climático, y pasar de las palabras y buenas intenciones a actuar ya para reducir drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero.

Las huelgas por el clima, inspiradas y encabezadas por Greta Thunberg empezaron a tomar fuerza en marzo pasado hasta desembocar en la mayor movilización mundial jamás realizada por el clima, hace dos semanas. Estas movilizaciones renuevan las esperanzas y la energía para no claudicar en la tarea de convencer a quienes toman las decisiones de política pública y corporativa de la necesidad de fortalecer una política climática que -de manera transversal- guíe a los países hacia una reducción de las emisiones que mantenga el aumento de la temperatura media del planeta, lo que coloquialmente llamamos el “calentamiento global”, en 1.5 grados centígrados.

Desde hace varios años que sabemos -quienes hemos tenido la oportunidad de atestiguar personalmente las negociaciones internacionales sobre cambio climático- que los esfuerzos de los países no son suficientes para cumplir con la meta de 1.5 grados. A casi un año del último reporte del IPCC (octubre 2018), no hacemos más que corroborar lo que ya sabíamos: los compromisos hechos por la comunidad internacional en el marco del Acuerdo de París y en la forma de “contribuciones determinadas a nivel nacional”, aun cumpliéndose, aseguran un calentamiento de entre 3 y 4 grados de aumento para fines del siglo. Si el impacto en los ecosistemas y en las personas puede ser devastador con una diferencia de medio grado entre el 1.5 y los 2 grados, duplicar ese aumento echa por tierra toda chance de revertir -aun en el largo plazo- el cambio climático inducido por las actividades humanas.

Las contribuciones determinadas a nivel nacional son el lugar donde aterriza la política climática internacional, ya que son claramente nacionales en su contenido, pero fueron concebidas en y para un proceso internacional. Tienen el potencial de aprovechar la dinámica nacional-internacional-nacional. Sin embargo los NDC (siglas en inglés) no son perfectos, la mayoría son voluntarios y deben ser incrementales. No obstante, hoy por hoy constituyen el mejor instrumento político para apuntalar la ambición climática por al menos seis razones:

1.Son un instrumento que los gobiernos reconocen y acuerdan.

2.Fuerzan a los gobiernos a poner las políticas nacionales en términos climáticos.

3.Permiten la comparación entre países.

4.Cuando se agregan, se pueden medir contra un límite de temperatura.

5.Permanecen más allá de los cambios de administración en los gobiernos nacionales.

6.El capital político y el esfuerzo necesarios para aumentar el compromiso son relativamente bajos (es decir, no requieren la aprobación de legislación).

Más allá de las ventajas de los NDC como instrumentos para evaluar la acción climática, el proceso de presentación de NDC nuevos o actualizados gozará de la mayor atención política en 2020.

Para Greenpeace es claro que la ambición climática global tiene que alinearse a la ruta que nos garantice un aumento máximo de 1.5 grados para 2030. Más allá de los números y cantidades de emisiones, los NDC deben traducirse para el gran público en:

-Políticas explícitas para reducir progresivamente el uso de carbón, gas y petróleo.

-Políticas y metas específicas para incrementar la participación de las renovables y maximizar la eficiencia energética.

-Reducir la deforestación a cero, para luego avanzar en reforestación y restauración de ecosistemas.

-Políticas y metas medibles para priorizar el transporte público digno y seguro por sobre el uso privado del automóvil.

-Ponerle punto final a los motores de combustión interna.

-Planeación urbana con perspectiva climática (mitigación y adaptación).

Hoy México carece de una visión de estado de mediano a largo plazo, digamos a 2050, que plantee la descarbonización de los sectores eléctrico, de transporte, industrial, agrícola y aspire a un escenario energético de 100 por ciento renovables, eficiencia energética y de cero deforestación, todas necesarias para reducir emisiones. Lamentablemente la apuesta ciega y adictiva por los fósiles es un rasgo común de las últimas administraciones de Gobierno en México. Esto no hace más que seguir postergando la transformación profunda de los sectores eléctrico, de transporte, industrial y agropecuario desde un perspectiva de protección del clima del planeta.

El año que viene esperamos escuchar una respuesta a la altura del problema que enfrentamos como habitantes de este planeta: ¿cuánto y de qué manera aumentará la ambición climática? Si no conseguimos aumentar la ambición de manera suficiente en 2020, la credibilidad del Acuerdo de París se pondrá en tela de juicio.

Gustavo Ampugnani es director ejecutivo de Greenpeace México, A.C.

www.greenpeace.org.mx

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