Sergio González Rodríguez, adiós al amigo entrañable

08/04/2017 - 12:00 am
Muchos faltan en estos días donde nos estamos quedando cada vez más solos, hasta que seamos nosotros una sombra que faltemos, tan de negro, tan corpóreos. Foto: Especial

“En nuestros países, la muerte es el primer escalón de la crueldad; es decir, muchas veces la gente prefiere que la maten”, solía decir Sergio González Rodríguez (1950-2017). Cada vez que nos veíamos me hacías el chiste: ¡Hay cosas que yo hice que nunca hizo Juan Villoro! Claro, se refería a sus inicios como músico en el grupo Enigma, donde entre otras cosas cumplió los papeles de rockstar, algo que le hubiera encantado al autor de Dios es redondo.

Era amigo de Villoro. Muy. Y ayer, cuando se supo de tu muerte, Juan dijo “amigo entrañable”.

Habías estudiado Letras Hispánicas en la UNAM, pero tu pasión siempre fue el periodismo. Una de las últimas veces que te vi fue en la ceremonia por dónde te homenajearon en la FIL, donde tus Huesos en el desierto se alzaron como pluma para muchos pájaros del oficio.

Además eras un gran narrador, como ya nos había anticipado Jorge Herralde al comentar que El centauro en el paisaje había resultado finalista del Premio Anagrama de Ensayo.

Recuerdo claramente tu novela La pandilla cósmica, donde en una especie de ciencia ficción transitaban hombres de negro:  “¡Ah, esos son otros! (risas) La identificación con el color negro tiene que ver con una cuestión simbólica y que a su vez deriva directamente de ponerle una forma antropológica al negro. Desde luego, no podemos pasar por alto que el negro en sí puede tener encarnaciones muy concretas en las figuras contemporáneas del asaltante, del policía abusivo, etcétera, pero creo que yendo a un plano un poco más accesible, remite a ese profundo anhelo de darle corporeidad a lo que es completamente inarticulado”, me decías.

¿Cuál ha sido la situación de mayor miedo que ha tenido?, te pregunté una vez y tú, tan metafórico me respondiste: “Creo que tiene que ver con asuntos que no identifico bien en ese momento y después comienzan a cobrar un rostro o una corporeidad”

¿Un miedo retroactivo, quiere decir?, volví a preguntarte.

“Esa es la parte donde más miedo hay, porque no sé nombrar al miedo y, sin embargo, hay una sensación alrededor, muy fuerte. Tuve mucho miedo cuando vi una película que se llama Amnesia, estuve a punto de salir corriendo del cine. Es la historia de un señor que pierde la memoria y puede recordar cosas de su pasado profundo, pero lo inmediato no; entonces, se escribe lo que le va pasando en el cuerpo, con una pluma, porque lo va a olvidar en cuanto pasen los minutos. Esa sensación de perder asidero, de estar en un vértigo que te lleva al cosmos infinito, que puedes ver a una persona en la calle y sabes que la conoces pero no recuerdas cómo se llama. Me pareció una forma estremecedora del horror”.

Decías que había dos tipos de leyenda. Una urbana buena y una urbana mala. “Pero la mala fama, como decía Oscar Wilde, es lo mejor que puede pasarle a una persona”, así que te quedabas con la mala fama, que era una especie de haber sido maltratado por varios escritores y alabado por otros, que habían leído tus libros.

Soñabas con tener un millón de pesos a los 25 años, pero te equivocaste. La vida quiso que fueras escritor, periodista y muy amigo de Juan, de Villoro: “Juan siempre ha sido un jugador múltiple, plurivalente, pero también siempre ha estado en lo suyo. No tengo la posibilidad de Juan, en cuanto a poder jugar en tantos frentes, pero admiro de él cómo mantiene su zona propia”.

Adorabas el tequila, la ginebra, el whisky y hablar de la violencia: “Cuando hablo de violencia, sin embargo, me refiero a la violencia del Estado, a la gente de dinero vinculada con el crimen organizado, que a su vez compra campañas políticas, carreras de funcionarios y los lleva incluso a la presidencia. Esa es la violencia que me interesa”.

“Debo hablar de lo que nadie quiere ya hablar. Contra el silencio, contra la hipocresía, contra las mentiras, habré de decirlo. Y lo hago porque sé que otros como yo, en cualquier parte del mundo, comparten esta certeza: el influjo de lo perverso ha devorado la civilización, el orden institucional, el bien común”, también dijiste en tu libro Los 43 de Iguala.

Hoy es un día horrible. La muerte, esa entelequia con la que todos soñamos, te sorprendió a la madrugada en tu casa. Un infarto cerebral que ya te sacó del juego y de ese ¿qué pondrá Sergio como encuesta en El Ángel? Ya no te sorprenderemos en alguna cantina ni en una reunión de amigos eufóricos.

Muchos faltan en estos días donde nos estamos quedando cada vez más solos, hasta que seamos nosotros una sombra que faltemos, tan de negro, tan corpóreos.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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