ADULTAS MAYORES, TIERRA FÉRTIL PARA LA LUDOPATÍA

18/03/2013 - 12:00 am

Se paga por un poco de esperanza, aunque la sensación sea fugaz y traicionera. El juego patológico parece haber encontrado tierra fértil en algunos de los grupos más vulnerables de nuestra sociedad: las adultas mayores.

Ciudad de México, 15 de marzo (SinEmbargo).– No puede salir sin sus estadísticas. Podría olvidar cualquier cosa, las llaves, el celular, sus gotas para los ojos… pero sus estadísticas sobre juegos ganados de beisbol, jamás.

Renata se enorgullece en reconocer que el juego es su vida. Si es una adicción, poco le importa. Para ella simplemente se trata de ser congruente con sus ideales. “Mucha gente vive casada durante años con personas que odian, yo estoy comprometida con lo que me gusta y afortunadamente se me sigue frunciendo el estómago cada vez que apuesto”. Bajo esta apasionada afirmación, sólo resta escucharla. Aunque el tema de la conversación sea totalmente opuesto al mundo de las apuestas, al final siempre la charla culmina con los juegos de azar.

La emoción la desborda mientras su cerebro construye y reconstruye con una rapidez que cuesta seguirle el paso a sus ideas. Por ahora, su teoría sobre el triunfo gira en torno a la capacidad del equipo de los Yankees de Nueva York. “Si lo piensas bien, es muy fácil. Por estadísticas, los Yankees ganan por lo menos el 60% de los juegos, así es que si no dejas de apostar ni un solo partido en toda la temporada, seguro acabas ganando”, dice como si mediante el discurso tratara de convencerse a sí misma.

Su afición por apostar religiosamente durante más de 20 años alguna vez la recompensó con rechonchos frutos. Hace 10 años su afición no era el beisbol, sino las carreras de caballos y aún cuenta llena de orgullo que en una de esas apuestas en donde no puedes saber nada de los equinos, acertó y logró ganar mucho, “pero mucho dinero”, subraya sin dar cifras, pero cuenta que le alcanzó para comprarse unos terrenos en Veracruz, un departamento y hasta un bar en la avenida Insurgentes de la Ciudad de México.

Lo único que conserva a la fecha es el recuerdo. “A veces, sí es cuestión de suerte”, se consuela esta contadora de 52 años. Ahora su vida gira en torno a los cacahuates, televisores y confortables sillones de las áreas de Sports Book. Hace ocho años renunció a su último trabajo fijo, pues los horarios intervenían mucho con lo que le gustaba, pero de una forma u otra siempre tiene dinero para seguir apostando. Tiene prisa, el tiempo, dice, literalmente es oro.

El doctor Hugo González, director de la Clínica de Trastornos Adictivos del Instituto Nacional de Psiquiatría Doctor Ramón de la Fuente, plantea que la ludopatía es nombrada como Juego Patológico, según la clasificación psiquiátrica del Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM IV), y es definida como un comportamiento de juego persistente y recurrente  en donde se cumplen por lo menos cinco de los siguientes criterios: preocupación constante por asuntos derivados por el juego, necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado, fracaso constante en los esfuerzos para controlar el impulso, inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir o detener, utilización del juego como estrategia para escapar de los problemas o para aliviar la disforia (desesperanza, culpa, ansiedad, depresión), intento constante por recuperar dinero después de una perdida, tendencia a engañar a familiares o terapeutas sobre su grado de implicación en estas prácticas, realización de actos ilegales para financiar las apuestas, perdida de relaciones interpersonales y confianza en que los otros proporcionen los medios económicos para seguir jugando.

El especialista agrega que el Juego Patológico es considerado un trastorno del control de impulsos y cuando se cumplen menos de cinco criterios entre  los anteriormente mencionados existe una forma menos grave del problema llamado “Juego Problemático”.

“Los juegos de azar existen desde la antigüedad y probablemente desde entonces hubo personas con problemas para controlarlo. En Estados unidos empezó a reconocerse como un problema a partir de la década de los 80 del siglo pasado, con el incremento de estados que empezaron a autorizar casinos (antes de 1989 sólo Nevada y New Jersey contaban con casinos), de tal forma que en 1994 se incluyó en la clasificación antes señalada (DSM IV)”, comenta el psiquiatra y añade que en México este problema se ha reconocido y se ha incrementado con la proliferación de los casinos desde hace alrededor de seis años, aunque a la fecha no hay programas gubernamentales dirigidos a atacar este problema.

Según cifras del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Minnesota este tipo de trastornos afectan de 0.2 a 5.3% de los adultos de todo el mundo.

El doctor señala que aunque en nuestro país parece haberse incrementado el número de mujeres que se dan cita en los distintos tipos de casas de juego, no existen estudios epidemiológicos que lo certifiquen, pero la disponibilidad de estos sitios se conforma como  un factor importante para que aumente el número de jugadores.

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De acuerdo con cifras de la Asociación de Permisionarios, Operadores y Proveedores de la Industria del Entretenimiento y Juego de Apuesta (AIEJA), existen más de 300 casinos en México. Los vacíos legales son rellenados con amparos que funcionan como escudos que el más poderoso súper héroe jamás hubiera imaginado tener; además, los lugares de apuesta que operan en la clandestinidad se multiplican sin control.

A río revuelto, ganancia de pescadores. El menú para el ludópata es basto y privilegiado. Las diversas modalidades de lotería instantánea y las apuestas por internet cada vez son más populares entre quienes deciden mantener el vicio en una forma más anónima.

CANAS AL AIRE

Ya ni la muerte espanta. A pesar de los hechos luctuosos y la inseguridad que sigue gobernando en este tipo de sitios, los testimonios de algunas de las mujeres que siguen frecuentando los casinos dan mucha información en un par de comentarios sobre las razones para involucrarse con el juego. Frases como “Los viejos no tenemos otras opciones” o “Prefiero estar allí que en mi casa” dan indicios de cómo los juegos de azar parecen convertirse en el refugio perfecto para la soledad, sobre todo en grupos que parecen ser los más vulnerables, como los adultos mayores”. “¿En qué me gasto mi dinero? ¿En ropa?, ¿Para qué?, a nadie le importa mucho cómo luzco… No tengo con quien viajar y mientras me alcance para comer, prefiero gastarme lo que me queda en estos lugares”, son comentarios de algunas visitantes a estos centros de apuesta.

“La esperanza de ganar algo siempre es buena compañera”, señala Ana, una jugadora frecuente del casino Play City, al interior de Plaza Acoxpa, al sur de la Ciudad de México. Su sueldo de enfermera jubilada le alcanza para “darse su gusto”, y si le falta, pide prestado a sus hijos, sólo se cuida de no decirles para qué.

Probablemente no les importaría mucho, pero mejor no arriesgarse. Juega de lunes a sábado. Aunque la tentación es grande, los domingos no puede ir porque trabaja cuidando a un enfermo, pero reconoce que un par de veces se ha hecho la enferma porque “necesitaba” regresar a jugar.

“¿Nunca has tenido una premonición?”, pregunta para después platicar que ella las tiene seguido y casi siempre que piensa que va a ganar, lo logra. Son triunfos pequeños, casi invisibles, pero el estremecimiento es igual que si se tratara del Premio Mayor.

ludopatia_depresion1Alejandra Buggs Lomelí, directora del Centro de Salud Mental y Género, comenta que una adicción como puede ser la ludopatía, parece llenar el vacío que esconde, por ejemplo, una depresión. Para el jugador es muy difícil darse cuenta de esto porque los juegos de azar son algo socialmente aceptado e incluso se puede ver como algo totalmente natural e inocente, pero muchos hombres y mujeres pueden vivir sólo para pagar la siguiente apuesta.

Buggs Lomelí explica que cuando hay una depresión oculta, los momentos de adrenalina que genera el juego pueden aliviar la sensación de tristeza, pero son momentos efímeros por lo que la necesidad de seguir jugando en la búsqueda de bienestar parece inacabable, por lo que se vuelve una búsqueda compulsiva de esta sensación momentánea.

La abuela de Serafín González jugaba a la lotería en el pequeño rancho de Michoacán donde vivían. Los convocaba a todos: nietos, hijos, sobrinos, bisnietos. El premio era una pieza de pan recién horneado y la tarde se hacía chiquita esperando llenar las tarjetas con el montoncito de piedras guardado en el bolsillo.

Con esta imagen idílica de su niñez, Serafín decidió iniciar un negocio muy exitoso. El tradicional juego de la lotería mexicana se convirtió en una auténtica mina de oro, sobre todo cuando decidió que su local, ubicado en una colonia popular de Monterrey, Nuevo León, sólo permitiría el acceso a mujeres.

“Cuando llegaban a jugar con sus esposos había muchas escenas de celos, además de que apostaban menos, así que finalmente decidimos que el acceso sería sólo para mujeres, de esta forma los hombres se sentían más confiados de permitir que sus esposas fueran a estos lugares a distraerse un rato y ellas se sentían más libres”, cuenta Serafín.

A cinco pesos la entrada, más las apuestas de cinco a 10 pesos por juego, un rato de  entretenimiento no parecería tan costoso, pero para quien invierte en este tipo de negocios, los segundos se cotizan a buen precio. “¡La sirena, el diablito, la sandía, el catrín…!”, el gritón debe cantar rápido las tarjetas y el juego debe durar como máximo 10 minutos.

Así, de pesito en pesito más la esperanza de ganarse un par de cientos en cada juego, el día transcurría rápidamente. El local de Serafín era pequeño, con una capacidad de hasta 200 personas, pero cuenta que rápidamente se han multiplicado los que atienden hasta mil personas y permanecen todo el día abiertos. Haciendo cuentas, no es mal negocio, pero finalmente Serafín tuvo que cerrar. Al principio llegaban los policías a pedir su cuota, pero luego se sumaron los narcos y la doble extorsión acabó con el juego.

Sin embargo, González comenta que es un negocio redondo que no distingue clases sociales, tanto así que las escenas  donde se juega a la lotería se repiten hasta en los mercados. Con la esperanza de ganarse una despensa o 200 pesos, varias mujeres acaban gastándose lo que se suponía llenaría sus cestas.

ludopatia_comillas1Las mujeres que atendíamos tenían principalmente entre 40 y 70 años. Al principio muchas venían un par de horas y luego acaban viniendo en la mañana y en la tarde. La idea era que tuvieran un lugar de convivencia, pero muchas verdaderamente se enganchaban con el juego. Hay muchas señoras que se les hace vicio. Ellas fueron las que finalmente pidieron que se subiera el monto de los premios y se ampliaran los horarios. Muchas acababan pidiendo dinero prestado en la caja para poder regresar a sus casas, pero al otro día conseguían más para seguir jugando”, comenta.

EL JUEGO NO DISCRIMINA

Alejandra Buggs señala que generalmente van a ser los otros los que reconocen el problema del jugador. Los amigos y familiares cercanos son los que empiezan a darse cuenta de la situación anómala y la afectada o el afectado generalmente se percata “cuando toca fondo”. Hasta que se toma conciencia del problema es cuando se puede empezar a tener un cambio. “Cuando empieza la globalización hay un boom de estos lugares de juego. Creo que en nuestro país no hay normas efectivas para que estos lugares se apueste con determinados límites y por otro lado, sólo existe un centro de atención para la atención de la ludopatía con enfoque de género como es Samadhi.

Recientemente se anunció un acuerdo entre el Centro Nacional para la Prevención y el Control de las Adicciones (Cenadic), la Comisión Nacional Contra las Adicciones (Conadic) y la Lotería Nacional para desarrollar un protocolo de asistencia para el adicto al juego, pero el programa apenas está iniciando.

“Las clínicas del sector público ya deberían de ser capaces de reconocer y tratar este tipo de adicciones, que tal como el alcoholismo, que cada vez gana más adeptas. Más allá de programas piloto se debería tratar este tipo de afecciones a nivel Nacional”, dice Buggs y agrega que el caso de la ludopatía en nuestro país trasciende mucho más allá del casino.

“En Mérida, Yucatán, por ejemplo, el tipo de ludopatía que más se ha detectado entre las mujeres está relacionado con los juegos de azar a los que se tiene acceso en las tiendas de autoservicio y las papelerías”, comenta.

Buggs expone que se ha feminizado la oferta de salas de juego como una forma de lucrar con la necesidad de reconocimiento social, afecto o la pertenencia a un grupo que padecen estas personas. “Los dueños de estos lugares son muy ‘psicólogos’ y explotan la soledad de estos grupos. Es común ver a mujeres de entre 50 y 60 años que no viven en pareja o que se encuentran en una etapa de jubilación, que atraviesan lo que se conoce como “el nido vacío”, mujeres para las que ya no hay un proyecto de vida por lo que encuentran la posibilidad de no sentirse solas en estos lugares, sin necesariamente tener que relacionarse con otras personas, sino simplemente ante el hecho de llegar a estos lugares y sentirse acompañadas sólo con el ruido de las máquinas”, apunta Buggs y agrega que en este tipo de mujeres existe la creencia que mediante el juego van a lograr algo que les va a cambiar la vida en todos aspectos, es por eso que inmersas en esta sensación de esperanza es muy difícil reconocer que hay un problema que además, no reconoce clases sociales.

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