Vivir al revés

25/05/2013 - 12:01 am

Durmamos despiertos en el limbo incrustado en los resortes de la cama tendida en el techo, donde forzosamente dormimos boca abajo, mirando al suelo antes de soñar que seguimos vivos o estamos a punto de suicidarnos en la realidad de nuestros pasos.

Conversemos con extraños con el lenguaje poético, en la manzana desconocida, en la ruta extraña del transporte público, en la oficina, en los Oxxo,  en el parque, en el monumento al pasado más amado u odiado; el chiste es dejar que la poesía baile en el aire y dejarla impregnada como aromatizante natural.

Leamos hasta que nuestras neuronas huyan y soliciten asilo político a la televisión: tianguis de desperdicio mediático que nos mantiene informados y pensantes, no como el viaje peligroso que la palabra escrita ofrece y entierra el desfile de presencias en sosiego.

Padezcamos el síndrome de Alicia, al beber la pócima de sabiduría o masticar un pastelillo de ignorancia: ya no cabremos en la puerta o nos quedará muy grande, como si las alturas sufrieran de infinidad y nuestros cuerpos exigieran prendas en formas de alas.

Tengamos una cita en el panteón y conversemos con los muertos, mientras mordemos un sándwich y parafraseamos a filósofos y novelistas para agregar quilates a las pupilas y revivir lo que se esconde en las lapidas. Aquí está el cosmos del ombligo sin necesidad del útero de nuestras madres.

A medianoche, meditemos acostados en el colchón del pavimento, en lo que al dado del semáforo se le ocurre decidir cuándo avanzamos o nos detenemos a contar los baches de la calle en compañía del alma gemela en turno.

Tomemos cada palabra cruzada en nuestro camino como una asignación del destino o lo que una figura superior nos dice que hagamos a través de las señales resumidas en palabras a nuestro alrededor: desde una leyenda en una galleta que busca que hablemos chino, la publicidad apelativa que en breves términos nos apunta con una pistola.

Construyamos esa Torre de Babel que separa los colores de las voces. La soberbia humana no se verá burlada por un jefe superior que supervisa que la producción obedezca las políticas de la empresa “Humanidad”.  Todos nos miraremos con los mismos ojos, no habrá agonías de distinción ni malas interpretaciones.

Comámonos a la naranja del sol sin límites, con un poco de tajín del alma sincronizado con la risa de un nuevo día que nos depara amaneceres distintos. Ayer se inundaron los ojos, hoy brincan en la primavera que el plato de la naturaleza nos oferta.

Bailemos en los espacios prohibidos para resucitar muertos que deambulan con el corazón latiendo y los sentires extinguiendo. No hay peor epidemia que esta.

Pongamos bajo arresto nuestras fobias y saltemos hacia el bungie de la existencia que la vida al revés nos espera.

@taciturnafeliz

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