Julieta Cardona

Te quiero para siempre

Julieta Cardona

03/05/2014 - 12:01 am

«Sonreímos al ver una pareja de viejos tomados

 de la mano porque nos parece casi inconcebible

 que el amor perdure hasta las canas».

Platicando con Lorenza (una señora de 76 años que recién cumplió 50 años de casada), me preguntó que si yo creía en el amor eterno.

Les cuento cómo estuvo la cosa: yo fumaba en la terraza de un café cuando noté que se apresuraba una pareja de ancianos; el señor se abrió camino y, prácticamente, le dejó caer la puerta entera a la señora (Lorenza) siguiéndose de largo; detrás de ella iba una muchacha –joven como yo– que, sin pelos en la lengua, le preguntó algo así como: “¿Y por qué sigue con él si la trata así?”; no te creas que no me lo pregunto, eh, le dijo Lorenza, pero la muchacha ingrata sofocó cualquier pregunta heroica –para después irse inmediatamente– con un: “Sí, verdad, ¿ya pa’ qué se divorcia?”.

Lorenza entró al café, pidió y salió a la terraza. Luego, no sé cómo, comenzó nuestra charla.

Lorenza me preguntó que si yo creía en el amor eterno y le dije la verdad: que sí, pero que cuando me ponía triste ya no. Ella sonrió porque, pues no sé bien, ¿pero qué podía yo contarle a una mujer de 76?

Ándale, niña, cuéntame la última vez que amaste para siempre, me dijo.

Verá, fue ayer. Ayer yo le dije que la quería para siempre. Se lo dije con tanta convicción que el miedo la abrasó. Me dijo que para siempre era mucho tiempo y le dije que sí; desde antes no entendíamos nada y desde entonces seguimos sin hacerlo. Me di cuenta que desde hace mucho, incesantemente busco que me responda que sí desde adentro para que yo le diga también desde adentro que si para siempre es mucho tiempo, entonces la quiero para siempre. Pero bueno, le decía que a ella le dio miedo, qué digo miedo, no podía quitarse la cara de pavor; entonces, para tranquilizarla, le mentí: no te preocupes, amor, quita esa cara que yo tampoco quiero estar para siempre, solo déjame otro ratito más.

Antes de casarme –comenzó a platicarme Lorenza–, mi esposo me dijo que utilizara la única razón para quedarme con él y me quedaría toda la vida. Funcionó. Nos dedicamos a vivir un día a la vez con la única promesa de distinguir nuestros cuerpos cuando se encontraran en un abismo, ambos juntos, nunca uno solo; el secreto es despertar con la certeza de que quieres seguir. El circo que viste hace un rato de la puerta y la muchacha pseudolibre que, a leguas se notó, se quedaría con alguien para siempre por costumbre e ínfimo amor propio, es un juego que Santiago y yo hacemos para ver qué hace la gente y, aunque no lo creas, si miras con cuidado y un poco más cerca, puedes notar cuando alguien cree en el amor eterno.

Lorenza se despidió de mí y salió del lugar tomándole la mano a su viejo. Luego sonreí.

Hoy solo me basta que la mujer que quiero para siempre quiera estar conmigo por el resto de la tarde, pero cuando se va conmigo a casa, nunca cierro con llave, dejo la puerta abierta y, sin que ella lo note, le lleno la cara de besos por si en la mañana se le ocurre, no sé, irse.

Julieta Cardona

Julieta Cardona

Lo dice el reportero