Casi todos los problemas mexicanos giran alrededor de un solo factor. Nuestra falta de educación. Hay hasta en esto bastante ignorancia. A la escuela va uno a recibir una preparación. Instrumentos para una vida laboral. No vamos a recibir una “educación”. Porque si ese fuera el caso, bastaría con mejorar las escuelas en todos sus aspectos para convertirnos en un país del primer mundo.
Nuestra falta de educación viene de aspectos más profundos de nuestra psique. ¿Qué hace diferente a un acosador sexual de un sicario? Ambos, bajo las condiciones propicias pueden asesinar sin miramientos a alguien. La parte trágica de nuestra situación en todos los niveles viene de manera precisa de lo que le enseñamos a nuestros hijos en casa, o lo que no les enseñamos.
Nadie nace con maldad. Este tipo de comportamientos son aprendidos. Esto es, de la libertad se pasa al libertinaje. Somos una sociedad precaria porque aceptamos modelos disfuncionales de conducta como buenos. El que roba es el chingón, el que hace trampa es el que adelanta en la vida. Fulano se metió a la política y mira como le ha ido. Perengano se metió a la maña y ya tiene muchas propiedades. El modelo priísta replicado a todos los niveles. Anda en malos pasos pero reparte el botín. Y todos calladitos.
Yo les preguntaría aquí a los padres de los cientos de miles de malandrines ¿Qué están haciendo o que hicieron mal? Porque los asesinos y los rateros de la política no son de generación espontánea. Son un reflejo de nosotros. ¿Por qué aceptar que está bien la corrupción? ¿O porqué callarla si me beneficia?
La educación mexicana viene de casa. El modelo social tiene mucho que ver también. Los modelos sociales punitivos funcionan. Y los mexicanos si viven en estos los aceptan. Pongamos de ejemplo el caso de los mexicanos viviendo en Estados Unidos. Saben que por cada acto hay una consecuencia. Y en Estados Unidos hay una gran industria que permite castigar todo tipo de comportamientos fuera de la ley. Te prometen muchísima libertad, pero esta libertad transita por una línea muy delgada. Hay un amplísimo sector dedicado a este asunto del respeto a las leyes. Y es un negociazo. Mientras en México el dinero se genera por romper las leyes, en Estados Unidos el negocio está en perseguir a los que rompen estas.
Jueces, policías, guardias de seguridad, abogados, fiscales (estos buscarán por todos los medios que seas culpable) y un buen número de cárceles privadas, cuyo principal negocio es mantenerte en la cárcel, pues el gobierno les paga por cada preso, son un ejemplo del enfoque punitivo que regula o inhibe cierto tipo de comportamientos.
Tampoco digo que sea lo más justo. Es claro que hay un enfoque racial en la manera que se manejan las prisiones y el sistema en general.
En México los comportamientos cuasi psicópatas de los acosadores son permitidos. ¿Qué pasaría si el sistema funcionara? ¿Qué pasaría si cada acosador tuviese por fuerza que usar una chamarra de color rosa chillón por un periodo determinado de tiempo? ¿Que fuese exhibido? ¿Y si su familia fuera exhibida también? Miren, estos son los padres del acosador o del sicario, o del político corrupto.
El primer paso sería un mea culpa colectivo. Un político roba porque no tiene educación. Una persona bien educada en su casa no roba. No tiene nada que ver la escuela. Porque muchos rateros hasta doctorados tienen.
Mientras sigamos reproduciendo este tipo de arquetipos distorsionados no vamos a llegar lejos. Debemos empezar por nuestro entorno inmediato. Preguntarnos qué tanto colaboramos como individuos a este estado de cosas.
¿Por qué alguien decide que matar a otra persona es normal? ¿Por qué no ir con sus familiares y preguntarles porque criaron a un asesino?
Y sobre todo, ¿Por qué obedecer de manera ciega a alguien que sabemos está actuando con maldad?
Por supuesto que es una labor cuesta arriba. Alguien que decide abusar de una mujer, lo hace sabiendo que será poco probable que sea castigado. Un político que tiene muchos millones de dólares sabe que ha diseñado un marco legal que protege sus tropelías. Un asesino sabe que solo agarran a tres de cada cien, pero solo consignan a uno, así que sus posibilidades de andar libre son altísimas.
Y lo que todos sabemos es que detrás de ellos hay un padre ausente o desobligado, una madre demasiado complaciente que acepta los comportamientos machistas del hijo, o muchos familiares que no dudan en disfrutar lo mal habido sin remordimientos.
Una terrible falta de educación. (Y no quiero ni mencionar a los animales que en los eventos deportivos a nivel mundial se la pasan exhibiendo a nuestro país).
El tema da para mucho más. Pero empecemos por reflexionar. Dejemos de culpar a los demás. Hagamos algo.






