La vuelta del PRI al poder ha dejado en 2014 este mensaje: nada estará por encima de la impunidad.
La impunidad (en este caso, y no la ley) es la que ha sostendio en este año el poder del Estado: entre más impune es, más poderoso se erige.
¿Qué estudiantes van a reprocharle sus rapacidades? Ninguno: porque los asesina sin sufrir demérito alguno.
¿Qué periodistas se atreverán a denunciar sus arbitrariedades? Ninguno: porque los asesinan y se empodera más.
¿Qué defensores y activistas de los derechos humanos se alzarán en contra de sus excesos? Ninguno: porque los agreden y acosa de forma abusiva.
Se ha recrudecido tanto el poder del presidencialismo en nuestro país, que incluso hasta el poder eclesiástico devino en podercito (véase el reciente crimen del padre Goyo, que se atrevió a denunciar los lazos del gobierno con el crimen organizado).
México se alza ahora sobre una montaña de impunidad, impunidad que, a su vez, hará más invulnerable el autoritarismo y la represión del Estado.
Sin espacio para el diálogo, sin oportunidad para el debate, la única voz que se oirá será la del Estado despótico, y no la de la democracia.
Viviríamos en una democracia si no se asesinara al disenso.
Por eso, este 2014 mexicano merece un premio a la impunidad, el más rabioso y desconsolador de todos.
Esperemos que 2015 nos depare otro porvenir.
@rogelioguedea







