Quizá este par de ejemplos sirvan para ilustrar la realidad mexicana. Dos casos de personas que se fueron por caminos opuestos y que de una u otra forma alcanzaron la fama (por la buena y por la mala)
México es bipolar. Nos la vivimos dando bandazos históricos por todos lados. Y es natural que estos bandazos tengan que ver con la composición social. Los mexicanos somos un proyecto inacabado, se dice de mala manera que somos un país del tercer mundo.
Somos un país fraccionado en parcelas primer mundistas y tercer mundistas (aunque el término primer mundo o tercer mundo que son los más socorridos no reflejen las realidades complejas que hay en cada país).
El éxito de las sociedades desarrolladas reside en el hecho de que un hombre mediocre pueda llevar una vida decente. Esto es, un hombre con pocas habilidades puede tener un techo, comida, y darse ciertas libertades. Hay una dinámica que lo permite. En nuestro país no. Se necesita ser tramposo para hacer dinero.
No hay generaciones de emprendedores simplemente porque el sistema está roto. Volvamos al punto principal, ¿Qué oportunidades tuvo Iñárritu y cuales la “Tuta”?
Bajo ninguna circunstancia me permitiría poner en tela de juicio la capacidad del director de cine mexicano. Es solo que puede ser un caso ilustrativo, al igual que el del grandioso Jorge Castañeda, cuyas gestas heroicas solo son ensombrecidas por las de Alejandro Magno.
En una sociedad funcional, alguien con una idea brillante puede hacerse millonario. En una sociedad como la nuestra, las personas brillantes son inmediatamente atacadas en las escuelas, los partidos, los lugares de trabajo. Son una amenaza al status quo. Los directores de cine mexicano son un ejemplo. En México jamás hubiesen tenido oportunidad. Al igual que los cientos de miles de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos.
La “Tuta” formó un imperio criminal porque el costo beneficio era desorbitado. Un delincuente tiene muchísimas posibilidades de quedar impune. Un mexicano normal, con grandes ideas, será absorbido por el sistema que le impide avanzar si no acepta la corrupción.
Pero la “Tuta” no tuvo becas, oportunidades en el extranjero, posibilidades de rozarse con la gente bien, la que controla el dinero. Se puede ser millonario si se aceptan las otras vías, por ejemplo, la delincuencia sin violencia: la política. (No intento hacer apología de una carrera delictiva, pero para cientos de miles en nuestro país, de manera triste es la única alternativa).
Si la “Tuta” fuera presidente, quizá tuviese más dinero, sus hijos vistieran ropa de diseñador, viajaría por el mundo codeándose con lo más granado de la alta sociedad y la gente lo toleraría. Pero escogió el camino equivocado. No nació en cuna de oro, no es un mirrey pues.
Mientras no existan las condiciones para que un hombre normal pueda superarse sin corromperse, la multiplicación de los casos como el que he ilustrado se seguirán multiplicando.
Un sistema que se empeña en fomentar la desigualdad, la polarización, la estupidización, la banalidad como forma de vida.
Cuando el abismo que separa la vida del crimen de la de los emprendedores exitosos por la buena disminuya de manera drástica, entonces, y solo entonces avanzaremos a una sociedad más justa.
Una sociedad en la que ser talentoso no sea un lastre. En fin.






