I
Un vaso de agua al amanecer
traduce el sueño en verdad;
sus gotas
en las líneas de las manos
impregnan el camino:
palabras
que son huellas.
II
Yace la Luna
en la piedra del templo;
mutilada,
cuando la guerra avanza,
es la pesadilla de muchos.
Nos convertimos
en turistas del dolor;
intermediados del vacío.
La vorágine de las redes,
la realidad virtual,
su silenciado tumulto,
dejan como saldo
un existencial agotamiento.
III
Las fachadas se desmoronan.
Las cadenas del ronquido
son la herencia,
de los demonios extraviados
en la noche de los tiempos.
Arrastran los pesares de los días
y arrojan en sus estertores
el enfado de las rutinas.
Los ronquidos pretenden
engrapar la madrugada,
arrugar la tenue luz
que se aproxima
y rasgar las sábanas del silencio.
IV
Las lagartijas de nuestras inquietudes
asoman su versatilidad,
entre las fisuras de las paredes
que nombramos personalidades;
conductas horadadas;
puños de lodo,
olvidos,
que se convierten en desiertos.
La ignorancia
que se reviste de ataduras.
V
Estamos ante la generación espuma:
su banalidad estructural,
el ruido de su cotidianidad;
el eslabón suelto…
El idioma explica la aparición;
su poder de nombrar
es inmemorial.
VI
El acuerdo que convoca
a proseguir
más allá de las trampas
en uno;
inútiles espejismos
de los hábitos propios de la inercia,
de la materia misma de nuestra psique.
VII
Intuir el desprendimiento
sin temor alguno,
sin desgastados prejuicios.
La llave de la devoción
nos permite caminar
con la certeza
de una primordial armonía.
VIII
Respirar la inmensidad dentro
es la renovación permanente;
sacudir el polvo que se acumula
en los quehaceres de los días
y en esas engatusadas noches.
La primordial certeza
de sabernos pasajeros.
La dicha inmensa
de una lucidez que renuncia
a cualquier posesión posible,
incluso la del intelecto.
Rendija
El Gobierno de Estado Unidos, de facto, le declaró la guerra al Gobierno mexicano y no tiene que ver con los aranceles, que son una política económica general aplicada en sus redefiniciones del capital mundial y su naturaleza de excesos de toda índole. La declaración de guerra a nuestro país se debe a la expansión y dominio de los cárteles y su simbiosis con el sistema político mexicano advertida por el Gobierno del Presidente Trump, respaldado en este vital tema tanto por republicanos como por demócratas.
Esta es la razón central y más grave: la seguridad nacional de nuestros vecinos se interpreta amenazada por las ya nombradas organizaciones terroristas de los carteles que, prácticamente han operado voluntaria o involuntariamente para las mafias chinas, con el beneplácito de las autoridades políticas mexicanas provocando la muerte de decenas de miles de ciudadanos, sin un sólo disparo: con las balas letales del fentanilo.
Este es el quid del entuerto, con su carga de más certezas que especulaciones, de un enfrentamiento donde nos convertimos en un alfil, que ignora a los verdaderos jugadores del tablero. Los carteles del sistema político mexicano no sólo han destruido la vidas de miles de familias en nuestro país sino que han servido de esquiroles en una confrontación más allá de nuestras erosionadas fronteras.
Romper el formulario ideológico, asumir el escenario del poder, en medio de la tormenta con la serenidad y certeza que da la responsabilidad adquirida; desenterrar la verdad, dejar que ella misma, en su revelación reencuentre el camino extraviado de la Nación. Sin más odios, sin mentiras, al menos intentarlo. (ver Rendija: julio 31 del 2024)
