En julio de 2025, fue creada una nueva asociación que se autodenomina “Alianza Mexicana por un Consumo Moderado”. Esta alianza se presenta como una coalición de expertos independientes en nutrición, microbiología, psicología y antropología. Sin embargo, una mirada de cerca revela que en realidad se trata de una iniciativa creada junto a la industria del alcohol, al parecer, por Cerveceros de México: un poderoso grupo de presión de la industria del alcohol en el país.
La industria cervecera en su conjunto, y las grandes empresas de alcohol en general, se maquillan de responsabilidad social con campañas en las que dicen promover el consumo moderado de su producto. Sin embargo, es sólo un maquillaje, hacen lo contrario.
Las empresas del alcohol dependen del consumo elevado y de alto riesgo de alcohol para obtener gran parte de sus beneficios. El 50,4 por ciento de las ventas de alcohol en Alemania, que ascienden a 5 mil 820 millones de euros, se deben al consumo de alcohol de alto riesgo. Si todos los consumidores de alcohol siguieran las directrices de consumo de alcohol de bajo riesgo del Reino Unido, la industria del alcohol perdería casi el 40 por ciento de sus ingresos. En los países de ingresos medios, las ocasiones de consumo elevado de alcohol representan aproximadamente el 66 por ciento de las ventas de la industria del alcohol. Unas primeras estimaciones indican que, en México el 40 por ciento de las ventas de alcohol se da para consumo de alto riesgo y eso lo saben las empresas.
Los costos del consumo del alcohol, como del tabaco, las bebidas azucaradas y los ultraprocesados son enormes. Lo que pagan estas corporaciones en impuestos es insignificante frente a lo que le cuesta a la sociedad enfrentar las consecuencias del consumo de sus productos.
En el documento de FUNDAR y El Poder del Consumidor “Impuestos Saludables. Más recursos para la salud pública”, se estima que los costos totales provocados por el consumo de alcohol en México ascienden a 552 mil 200 millones de pesos, y lo que pagan estas empresas como impuesto especial a productos y servicios es de casi una décima parte de ese monto, 48 mil 682 mil millones. Lo mismo podemos observar con los costos provocados por el consumo de bebidas azucaradas y ultraprocesados, así como por el consumo de tabaco. Las corporaciones se llevan enormes ganancias y la sociedad carga con enormes daños.
Bajo el lenguaje académico y la retórica centrada en la salud se esconde una táctica fundamental de la industria: desviar la atención de los daños que causan sus productos y prácticas, y de las soluciones eficaces en materia de políticas sobre el alcohol, hacia mensajes sobre la responsabilidad personal que culpa a las personas por los daños del alcohol y no a sus estrategias multimillonarias de publicidad, penetración y asociación de su consumo con el deporte, con los eventos musicales dirigidos a jóvenes, el diseño de nuevos productos, como la creciente oferta de cócteles enlatados con sabores dulces y colores atractivos para los jóvenes, entre muchas otras estrategias dirigidas a aumentar las ganancias.
Como es el caso de muchas otras corporaciones globales, su maquinaria está dirigida a incrementar las ganancias de manera permanente para poder ofrecer acciones en la Bolsa de Valores atractivas a los inversionistas. Hay que ganar más y más, y las estrategias son muy diversas, principalmente, en el caso de los productores de mercancías que hacen daño a la salud o el medio ambiente, bloquear las políticas de salud pública dirigidas a reducir el consumo de estos productos.
Esta táctica en México no es un caso aislado, se inscribe en una estrategia global como la de la Alianza Internacional para el Consumo Responsable de Alcohol (IARD, por sus siglas en inglés), el grupo de presión que representa a las mayores empresas de alcohol del mundo, entre ellas AB InBev, Heineken, Diageo y Pernod Ricard. La IARD ha intensificado últimamente su campaña para propagar la "responsabilidad" de la industria del alcohol y promover conceptos estratégicamente ambiguos como "moderación" y "consumo responsable", al tiempo que ataca a la ciencia independiente y a los académicos que publican estudios que demuestran que no existe un nivel de consumo de alcohol saludable o sin riesgos.
No se trata de prohibir estas bebidas, sería lo más equivocado, se trata de regular las prácticas de las grandes corporaciones globales que buscan crear hábitos y adicciones desde temprana edad, que tratan de normalizar su consumo en un país donde éste se asocia significativamente con el aumento de la violencia contra las mujeres, la violencia intrafamiliar y comunitaria.
El objeto de estas iniciativas es bloquear el desarrollo de soluciones políticas costo-efectivas, como los impuestos saludables sobre el alcohol, la prohibición de la publicidad, y los límites a los puntos de venta y horarios; es decir, todas las que han demostrado reducir los daños a nivel poblacional. Pero estas medidas afectan las ganancias de estas empresas y para evitarlas hay que desviar la atención.
La evidencia es abrumadora en nuestros países: a mayor cantidad de puntos y horarios de venta, bajos costos, promociones y patrocinios de eventos por parte de la industria del alcohol, consumo, mayores daños en salud y mayor violencia.
Debido a que gran parte de sus ganancias dependen del consumo elevado de alcohol, la industria del alcohol ve las soluciones políticas basadas en la evidencia como una amenaza a sus intereses. Por eso, crean grupos fachada, con las que promueven las mismas posiciones políticas que han defendido durante décadas, mientras aparentan compromiso con la salud pública. La evidencia muestra que estas iniciativas otorgan ventajas estratégicas comerciales, disfrazadas de un supuesto interés en la salud colectiva.
El alcohol ha sido una bebida presente en muchas culturas, el problema surge cuando este producto queda en manos de las corporaciones globales que buscan aumentar sus consumidores y que quienes consumen sus productos los consuman más. Sabemos cuál es el resultado: ganan más las grandes corporaciones y los daños se vuelven impagables. Daños enormes que no pagan las corporaciones, ellas sólo se llevan las ganancias, los daños no hay manera de pagarlos, los sistemas de salud no los pueden asumir y las familias son rebasadas.
Un pequeño ejemplo: en 2020 en el estado Massachusetts en los Estados Unidos el Gobierno recolectó 11 dólares por persona a través de impuestos al alcohol, diez años antes los costos por persona de los daños provocados por el alcohol fueron cerca de 80 veces más.
Agradezco la colaboración de Maik Dünnbier y Pierre Anderson de Movendi Internacional.
Fuentes:
https://movendi.ngo/wp-content/uploads/2025/01/BAE-Annual-Report-2024_final_web.pdf
https://bigalcohol.exposed/heineken-uses-dating-to-push-beer-turns-loneliness-into-a-sales-strategy/
https://bigalcohol.exposed/the-largest-alcohol-producers/heineken/
https://movendi.ngo/science-digest/origins-and-purposes-of-big-alcohols-public-relations-groups/
https://movendi.ngo/policy-updates/2020/01/28/africa-is-heineken-brewing-better-future/
https://movendi.ngo/science-digest/is-big-alcohol-doing-well-by-doing-good/







