Alejandro De la Garza

Si Dios existe, todo está permitido...

"El sino del escorpión atestigua cómo la guerra desatada por Israel contra Palestina, y en particular la tragedia humanitaria en Gaza, exponen de manera brutal la manera en que la religiosidad puede convertirse en justificación para la violencia extrema".

Alejandro De la Garza

20/09/2025 - 12:02 am

Si Dios existe, todo está permitido...
“Israel llevó a cabo cuatro de los cinco actos genocidas tipificados en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948". Foto: ONU

El sino del escorpión atestigua cómo la guerra desatada por Israel contra Palestina, y en particular la tragedia humanitaria en Gaza, exponen de manera brutal la manera en que la religiosidad puede convertirse en justificación para la violencia extrema. Bajo la retórica de un mandato divino al “pueblo elegido”, los actos bárbaros del ejército israelí se han querido presentar como moralmente legítimos.

Todos hemos visto con azoro bombardeos masivos, atentados indiscriminados, emboscadas a población desarmada, asesinato de niños y mujeres civiles, la misma hambruna intencional con fines de exterminio. Ante esta barbarie, a la célebre frase de Dostoievski: “Si Dios no existe, todo es posible”, el provocativo filósofo esloveno Slavoj Žižek —junto con el alacrán—, opone la frase inversa: “Si Dios existe, todo está permitido”.

Este aserto aparece en la novela de 1880 Los hermanos Karamázov, como una advertencia sobre el vacío moral que puede surgir cuando se elimina el fundamento trascendente de la ética. Dostoievski no afirma que el ateísmo conduzca necesariamente al crimen, pero sí plantea que, sin Dios, la moral se vuelve relativa y el ser humano puede justificar cualquier acción.

Žižek retoma y revierte provocativamente la famosa frase para plantear una crítica radical al fundamentalismo religioso. En lugar de asumir que la ausencia de Dios lleva al caos moral, el esloveno propone lo inverso, que la creencia en Dios puede justificar cualquier acción, incluso las más atroces, si se hacen en su nombre. Las incontables guerras “en el nombre de Dios” atraviesan la historia toda de la humanidad, apenas enumera el venenoso: conquistas, masacres, colonialismos, genocidios, el capitalismo bárbaro y esclavista de “In God We Trust” y, desde luego, el terrorismo yihadista y su “guerra santa” contra los infieles.

En Gaza, el Estado israelí, amparado en una narrativa de destino histórico, seguridad existencial y fe religiosa, ha justificado bombardeos masivos, desplazamientos forzados y bloqueos humanitarios como actos de defensa legítima. A su vez, grupos islamistas radicales también apelan a la voluntad divina para justificar ataques indiscriminados. En ambos casos, la ética queda suspendida: el otro deja de ser sujeto moral y se convierte en enemigo absoluto, despojado de humanidad.

Casi en la misma fecha de la novela del titán ruso, el filósofo danés Søren Kierkegaard publicó su libro Temor y temblor (1843), donde propone la noción de “suspensión religiosa de la ética”. Ahí analiza el relato bíblico de Abraham y su terrorífica disposición a sacrificar a su hijo Isaac por mandato divino. Este acto, que desde una perspectiva ética sería inaceptable, se convierte en el paradigma de la fe religiosa que trasciende la moral universal. 

No es que Kierkegaard propugne la violencia, colige el arácnido, su diagnóstico ofrece un marco para entender cómo la religiosidad puede ser instrumentalizada en la esfera política cuando un grupo o Estado reclama una misión divina, se aparta de la ética humanista y se arroga el poder de decidir quién merece vivir o morir. Esta idea, reinterpretada por Žižek, previene sobre la creencia de que un mandato divino puede justificar actos atroces si se elimina la responsabilidad ética. Llevada al terreno del fundamentalismo, esta “suspensión de la ética” puede convertirse en una anestesia moral, donde el creyente se siente autorizado a discriminar, castigar o matar en nombre de una causa divina.

El Estado de Israel ha reclamado su legítimo derecho a la defensa propia tras la terrible masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023, el asesinato masivo y la toma de rehenes, pero a la vez afirma que “enfrenta a más de 30 mil combatientes atrincherados en Gaza”, algo claramente falso. Y afirma también que la crisis humanitaria y las víctimas civiles son consecuencia directa de la estrategia de Hamás de usar escudos humanos y de negar la liberación de rehenes, más que de un plan intencional de exterminio.

No obstante, poco a poco, esta coartada del Estado de Israel se ha ido desmoronando para revelar su misma vieja ambición de apoderarse, finalmente, de todo el territorio Palestino y la Franja de Gaza. Las imágenes y videos de los hechos han probado, ante los ojos atónitos del mundo, la desproporcionada y crudelísima respuesta de Israel a Hamas a lo largo de los dos últimos años, al punto de cobrar las características de un genocidio sustentado en su narrativa de ser “el pueblo elegido” que exterminará a los palestinos.

El 16 de septiembre de 2025, la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre los territorios palestinos ocupados, establecida por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, publicó un informe en el que concluye que las autoridades y las fuerzas israelíes han cometido genocidio contra los palestinos en la Franja de Gaza.

Según el informe, entre el 7 de octubre de 2023 y el 31 de julio de 2025 Israel llevó a cabo cuatro de los cinco actos genocidas tipificados en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948: 1) Matar a miembros del grupo palestino; 2) Causarles daños físicos o mentales graves; 3) Infligir deliberadamente condiciones de vida destinadas a provocar su destrucción total o parcial, y 4) Imponer medidas encaminadas a impedir nacimientos en el grupo afectado.

“Las declaraciones explícitas de altos mandos civiles y militares y el patrón de conducta de las fuerzas de seguridad indican que estos actos se realizaron con la intención de destruir, total o parcialmente, al pueblo palestino de Gaza”, concluye el Informe, que a Israel le ha resultado ya casi imposible refutar.

Al día de hoy no hay unanimidad absoluta, pues si bien muchos organismos internacionales, decenas de gobiernos y buena parte de la opinión pública global han calificado las acciones en Gaza como genocidio, varios países clave, en favor de sus propios intereses —Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia— evitan emplear ese término y hablan de “crímenes de guerra” o “crímenes contra la humanidad”.

En Gaza, esta lógica a llevado a la deshumanización a los palestinos y ha convertido la violencia en deber religioso sin compasión, diálogo ni justicia, lamenta el escorpión.

Alejandro De la Garza

Alejandro De la Garza

Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

Lo dice el reportero