Héctor Alejandro Quintanar

El protagonismo discreto de Greta Thunberg

"El discurso oficial del sionismo religioso que gobierna Israel fue ramplón, maniqueo, mentiroso y miserable, como suele ser el discurso de cualquier fascista".

Héctor Alejandro Quintanar

10/10/2025 - 12:05 am

A inicios de octubre, el Gobierno genocida de Israel, encabezado por el criminal de guerra y rostro del nazismo del siglo XXI, Benjamín Mileikowsky, cometió un acto de piratería y secuestro contra la Flotilla Sumud, en donde iban varios mexicanos, y donde la intención de la embarcación era entregar ayuda humanitaria a Gaza. Interceptados ilegalmente en aguas internacionales por el ejército sionista, los tripulantes de la flotilla fueron privados ilegalmente de la libertad.

El discurso oficial del sionismo religioso que gobierna Israel fue ramplón, maniqueo, mentiroso y miserable, como suele ser el discurso de cualquier fascista. Acusaron a la flotilla de estar respaldada o financiada o apoyada o ser tonta útil del grupo terrorista Hamás, en un acto criminal que no sólo violenta, sino pone en peligro a los integrantes de la flota humanitaria, porque, como se acostumbra desde el 11 de septiembre de 2001 gracias a la política criminal de Bush, cualquiera que sea terrorista o asociado al terrorismo, merece sin más el exterminio. Aunque la etiqueta sea, como las armas de destrucción masiva en Irak en 2003 denunciadas por Bush, una mentira.

En un acto más cínico, el genocida Ministro de Seguridad Interior de Israel, Itamar Ben Gvir (un delincuente racista que desde hace décadas exige la expulsión de los árabes de Israel), señaló el cinco de octubre que los miembros de la flotilla humanitaria debían, ellos mismos, ser tratados como terroristas.

El trato que recibieron los integrantes de Sumud fue, desde un inicio, inadmisible. Con un candor que suena más malicioso que ingenuo, algunas voces del debate público mexicano han señalado que los integrantes de la flotilla no se ven heridos ni tienen marcas visibles de maltrato, cosas que sí les hubieran pasado, según la especulación de estos candorosos ridículos, si los hubiera secuestrado, por ejemplo, Hamás.

No es posible admitir como argumento esa estupidez. Que un ejército cometa un acto de piratería y secuestro en aguas internacionales es en sí mismo un hecho criminal, barbárico e intolerable. Cualquier cosa que venga después, sea la retención ilegal o alguna vejación, sólo empeora el hecho inicial. Querer reducir la culpa del ejército genocida con esas comparaciones especulativas es, en el fondo, una postura ideológica, consciente o no, que toma partido por la entidad opresora y colonial que hoy, a ojos de todos, comete una masacre supremacista.

Da igual lo que haya hecho Israel contra los tripulantes de Sumud: cualquier cosa que haya cometido, desde privarles de medicamentos hasta hacerles besar la bandera de Israel en la cárcel, es un agravio inmundo que se monta sobre uno que ya era inmundo también: la privación de la libertad para impedir que enviaran alimentos a Gaza.

En esa flotilla, una voz supo poner en perspectiva y en panorama la situación. Como se sabe, en Sumud iba la activista nórdica Greta Thunberg, una niña -dicho este adjetivo de niñez no para demeritarla, sino para enfatizar su juventud- que desde muy joven ha tomado acción no sólo por las mejores causas, sino por la resolución de los problemas urgentes, como el cambio climático. Con esa conciencia temprana, propia de una adulta formada en años de humanismo y sapiencia, Thunberg ha pugnado por el fin de la ocupación colonial sionista en Palestina.

En medio de la vorágine de la detención ilegal de la flotilla, y una vez liberada para que fuera repatriada, Thunberg dio una lección de activismo y humanismo, cuando denunció que ella podría hablar horas sobre las vejaciones de las que fue víctima por los agentes sionistas, pero omitió hacerlo porque, resaltó, el protagonista de la tragedia y la víctima central ha sido desde un principio el pueblo de Gaza.

Sabia lección de liderazgo discreto, Thunberg enfatizó lo que había que enfatizar: la masacre sigue y no ha habido poder en el entramado internacional que sea capaz de ponerle el merecido alto al genocidio. La herida abierta ya es irresoluble, y la humanidad contemplará, si algo queda de ella, sus culpas pensando cómo pudimos permitir la repetición de una tragedia, enfangada por el hecho de que hoy la perpetran personajes que se asumen portavoces de un pueblo que, efectivamente, también padeció un genocidio en el siglo XX.

Los mexicanos de la flotilla ya están de regreso a México. Este espacio celebra que puedan regresar vivos y repudia el acto de piratería criminal que se une como raya al tigre a la serie de crímenes que Mileikowski y sus hordas de fanáticos envilecidos -como camisas pardas del siglo XXI-, ya han cometido. Se debe reconocer siempre el valor que tuvo un grupo de gente de diversos países para ir a darle la cara a un Gobierno que no respeta nada y que ha comprado para el futuro un boleto al basurero de la historia, donde compartirán espacio con los persecutores del pueblo judío, como los nazis o el Ku Kux Klan.

Se podría reflexionar sobre si hubiera sido posible un éxito de la flotilla de llegar a Gaza a repartir ayuda humanitaria, a juzgar por la conocida sevicia del Gobierno de Israel. Pero si se va a juzgar un hecho por sus efectos, la flotilla ya tiene uno muy útil: evidenciar a los genocidas como piratas y secuestradores. Y también, mostró una forma de liderazgo muy útil en estos tiempos: la de una joven como Thunberg, que supo ejercer con valentía y discreción la labor de ponerle el cuerpo y resistencia al opresor a sabiendas de que la víctima central es el pueblo palestino.

Héctor Alejandro Quintanar

Héctor Alejandro Quintanar

Héctor Alejandro Quintanar es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, doctorante y profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Hradec Králové en la República Checa, autor del libro Las Raíces del Movimiento Regeneración Naciona

Lo dice el reportero