
El impacto y estragos de las recientes lluvias revelan pendientes estructurales y abren una ventana de oportunidad para fortalecer la capacidad del servicio público ante la gestión de riesgos.
Esta área deja de ser una rama técnica para asumirse como política institucional. Gestionar el riesgo no consiste sólo en reaccionar ante desastres, sino en anticiparlos, reducir su impacto y reconstruir con inteligencia. Implica diagnosticar amenazas, entender la vulnerabilidad social, planificar el territorio con base científica, crear protocolos de respuesta y, sobre todo, formar servidores públicos capaces de coordinar instituciones y comunidades en escenarios de crisis.
Se trata, como lo ha planteado la Presidenta Claudia Sheinbaum, de convertir la prevención en cultura y la planeación en una forma de justicia social. No hay seguridad climática sin gobierno preparado con servidores públicos formados.
La graduación de la Cuarta Generación de la Maestría en Gestión Integral del Riesgo de Desastres de la Escuela de Administración Pública (EAP) representa un ejemplo concreto de esa visión. Durante la ceremonia, el director general Hegel Cortés lo sintetizó con claridad al señalar que este grado no es sólo un reconocimiento académico, sino un compromiso con la protección y el bienestar colectivo.
El fortalecimiento del servicio público exige también un liderazgo político que respalde la ciencia, técnica y coordinación interinstitucional. Pablo Yanes, secretario de Educación de la CdMx lo entiende al reconocer la necesidad de formar mujeres y hombres capaces de pensar al Gobierno como una red de protección. Esa comprensión es esencial en tiempos donde los fenómenos naturales no se detienen en las fronteras políticas ni administrativas.
Desde lo institucional hay una visión precisa para el fortalecimiento de la gestión de riesgos. En la graduación, Gloria Luz Ortiz, representante de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, puso sobre la mesa una advertencia que define nuestra era: la tecnología por sí sola no salva vidas. La diferencia la hace la interpretación humana de los datos, la capacidad para traducir modelos predictivos en decisiones concretas y la sensibilidad social para priorizar a las comunidades más vulnerables.
El modelo impulsado por la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, sigue esa lógica integral. Su Administración ha dado continuidad a una política de prevención que trasciende la emergencia y se traduce en cultura, con herramientas como la línea de emergencias 9-1-1 del C5. Incorporar la educación para la prevención desde la niñez, planificar obras con enfoque ambiental y promover la participación ciudadana en la protección civil son pasos que consolidan una visión moderna de Gobierno.
Los recientes desastres en Veracruz, Puebla e Hidalgo confirman la urgencia de replicar ese enfoque y asumir la gestión del riesgo una inversión política y técnica.





