Diego Petersen Farah

Frankenstein, ¿quién es el monstruo?

"Guillermo entendió mucho mejor que otros directores que han filmado Frankenstein que la obra de Mary Shelley es una novela romántica, no sólo en lo referente a la historia de amor, más o menos bien explotada en todas las versiones, sino a los valores fundamentales del movimiento romántico de finales del siglo XVIII y principios del XIX".

Diego Petersen Farah

07/11/2025 - 12:02 am

Frankenstein
El director Guillermo del Toro de tomó una selfie con fans que acudieron a la Alfombra roja de la película Frankenstein realizada en el recinto de San Ildefonso. Foto: Graciela López, Cuartoscuro.

Guillermo del Toro es el genio de los monstruos tiernos. Sabe encontrar el lado humano detrás de las criaturas más espantosas y restregarnos en la cara el lado monstruoso de los humanos. Son los personajes más inocentes, los aparentemente insignificantes, quienes conectan con el lado sensible de los monstruos: Aurora en Cronos; el niño que tiene una plática casual con Hellboy sentados en la banqueta; la burócrata muda, Elisa Espósito, que se enamora del “hombre-pez” en La forma del agua; Ofelia, la niña inocente que conecta con El laberinto del fauno. En este sentido, podríamos decir que Frankenstein es un continuo en el discurso de Del Toro, pues también acá es Elizabeth, una mujer tímida, recién salida de un convento, quien nos revela el verdadero ser del monstruo. Como en otras de sus películas el elenco es excepcional y la factura impecable. Sin embargo, hay en esta cinta algo mucho más profundo y personal que, independientemente de cómo le vaya en los premios y reconocimientos, la hacen su obra maestra.

Guillermo entendió mucho mejor que otros directores que han filmado Frankenstein que la obra de Mary Shelley es una novela romántica, no sólo en lo referente a la historia de amor, más o menos bien explotada en todas las versiones, sino a los valores fundamentales del movimiento romántico de finales del siglo XVIII y principios del XIX: la naturaleza salvaje del ser humano, la rienda suelta a la imaginación, y el individuo y sus dudas como centro dramático. Al espíritu romántico de la novela original Del Toro sobrepuso dos elementos que hacen que la película adquiera otra dimensión: su historia personal y su estrategia narrativa.

En varias entrevistas Guillermo a dicho que la película, que comenzó a imaginar desde que tenía 11 años, está impregnada de la relación con su padre y con su ser padre. El eje dramático de la película está sostenido en el vínculo de Víctor Frankenstein con su padre, con quien tiene un sentimiento de amor y odio, miedo y respeto, y con su criatura, a la que continuamente le reprocha no ser lo que él quiere que sea. Otro elemento sumamente personal son las continuas referencias a su formación católica, expresadas, por ejemplo, en la relación que tiene Víctor con el arcángel Gabriel, quien es a la vez su guía y su tormento; la crucifixión del cuerpo de la criatura antes de su resurrección; las reflexiones sobre la esencia del perdón y la culpa; la espantosa promesa de la vida eterna, y la relación del creador y su creación.

Darle voz a la criatura para que sea él quien cuente su historia es uno de los mayores aciertos de la estrategia narrativa de la película de Del Toro, pues ello le permite profundizar en lo esencialmente humano del monstruo (algo, por cierto, que descubrimos a través de la mirada de un ciego) y lo monstruoso que podemos llegar a ser los seres humanos cuando nos da por jugar a ser dioses.

Diego Petersen Farah

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