El 15 de noviembre se habrá de organizar una presunta protesta contra el Gobierno mexicano que, desde su punto de partida, se autodefinió como “juvenil”, perteneciente a la llamada “Generación Z” y, más importante, blande una supuesta identidad política que se nombra “ni de derecha ni de izquierda”.
Muchas veces se ha dicho, con razón, que quien se asume ni de derecha ni de izquierda, usualmente es un derechista vergonzante o un derechista que no sabe que lo es. Pero también una corriente de opinión podría esgrimir “no ser ni de derecha ni de izquierda” cuando en realidad lo que se busca decir es que no se simpatiza con los partidos, lo cual es un error que consiste en reducir las disputas ideológicas, siempre presentes en la sociedad, a esas organizaciones político-electorales.
¿Qué tratan de decir entonces aquellos que hoy en el México contemporáneo esgrimen tal consigna? Va aquí un decálogo de lo que implica asumirse ni de derecha ni de izquierda.
- Ignore usted con profundidad justamente lo que las izquierdas y las derechas son. Creerse ajeno a las ideologías no es una forma de manifestar superioridad moral, sino desconocimiento de las mismas. Todos los seres humanos que viven en sociedad imaginan formas ideales de convivencia, cuyos rasgos los inclinan, necesariamente, a algún planteamiento ideológico, conservador o progresista. Pensar que alguien está por encima de esto es un autoengaño similar al de aquellos que, renegando su condición de sujetos, piensan que existe la neutralidad.
- Vanaglorie la protesta por la protesta misma. Vacíe de contenido la razón de tomar las calles. Así, un derecho consagrado y que no podía ejercerse en otros tiempos, se torna más en una especie de pasarela que en una demostración de ideas o de fuerza.
- Al asumirse ni de derechas, ni de izquierdas para protestar, precisamente cuando gobierna una versión de la izquierda partidista, necesariamente te inclinara al lado diestro del espectro político. Pero eso se puede disimular con la exaltación de la juventud como un valor en sí mismo. Poco importa que la juventud no siempre tenga los valores más solidarios posibles, como pasa hoy con los militantes de Milei en Argentina o los de Vox en España. Como nos explicó ya Pablo Stefanoni, la rebeldía puede ser de derechas, cuando ésta se ejerce no para romper con esquemas rígidos y autoritarios, sino para exigirlos de vuelta disfrazados de modernidad.
- Escucha el canto de las sirenas mediáticas. Cualquiera pensaría que halagos del lodazal comentocrático mexicano estándar, como el que aparece en TV Azteca por ejemplo, serían grandes banderas rojas que indican que vas por mal camino. Pero que más da: en la era de lo efímero más vale estar en boca de todos que ser famoso por mérito propio.
- Plantéate que tú estás en contra del poder. Así, “poder” en abstracto. Como si el poder fuera uno solo y se compactara en una única entidad maligna. Eso te dará pinta de contestatario e insurgente, pero sólo ante los ignorantes, porque el poder, nos guste o no, tiene variaciones políticas, económicas y sociales, algunas de las cuales no necesariamente son autoritarias. Por ejemplo: no es lo mismo cuestionar a un poder que llama “ninis” a los jóvenes mientras cierra oportunidades de estudio; que otro que lleva a cabo programas como “jóvenes construyendo el futuro” mientras lleva a cabo intentos de oportunidades a ese sector. Pensar que el contenido de ambos poderes es igual, es como si al ser adolescente odiaras a los adultos por el simple hecho de serlo y aunque algunos estén de tu lado, con lo cual te conviertes en aquello que juraste destruir.
- No sospeches de las peores voces del país que te lanzan un respaldo abierto. Si gente como Salinas Pliego o Krauze (que como la granja de Orwell, ya no es posible distinguir quién es uno y quién es otro, porque dicen más o menos lo mismo aunque en tonos distintos) te lanzan alabanzas, es momento de poner en duda tus decisiones, por el hecho simple de que tales personajes ya representaron una forma caduca y antidemocrática de ejercer el poder.
- Reduce la rebeldía a las formas, no a los contenidos. Quizá parezca muy disruptivo usar a un personaje heroico de manga o una bandera pirata de caricatura atractiva. Pero si bien la estética es un componente fundamental de todo movimiento social, la parte liberadora de éste se encuentra en sus demandas, no en sus vestimentas. Acuérdate de que el actual Presidente argentino, Milei, apostó, y ganó, a que la rebeldía estaba en el pelo desgreñado y las chamarras de cuero negro, aunque sus propuestas pretendan devolver al país al siglo XV. Así, secundarás al primer virgen de la nación argentina, que pretende esconder en una estética punk el alma rancia de una monja autoritaria.
- Permite que a tu convocatoria se sumen los oportunistas de siempre. Así sean los jovenzuelos ambiciosos y violentos de los partidos políticos, como el porro priista Carlos Mancilla o los vocerillos irrelevantes de las juventudes del PAN, no te alarmes de que esos muñecos de ventrílocuo, hambrientos de notoriedad, se monten en una causa para darle un contenido reaccionario.
- Peor aún, abre tus puertas no sólo a esos jovenzuelos irrelevantes, sino también a sus titiriteros no tan jovencitos, como los Claudios Equis, los Salinas Pliegos o los barones que juegan a ser oposición partidista sin partido formal. Ellos también estarán felices de repetir contigo que tampoco son de derechas o de izquierdas.
- Recuerda que, al final de cuentas, no ser de derecha ni de izquierda no es un compromiso con la sociedad, sino una forma de darle la espalda, como lo hace el Guasón cuando le preguntan cuáles son sus convicciones y responde que él no cree en nada y alienta no a una mejor civilización, sino a la destrucción de los estándares mínimos de la misma.
Así, con este decálogo, lograrás que el “no ser ni de derecha ni de izquierda” convierta una protesta en un cascarón vacío para ti, pero no para quienes te observan, porque el ser de derecha o de izquierda también se puede detectar a partir de desde dónde protestas, contra quién protestas, con quiénes te dejas acompañar, quiénes hablan bien de ti y, asimismo, qué exiges.





