Jaime García Chávez

AMLO, el Cincinato tropical

"El ofrecimiento de salvador de la Patria de este Cincinato tropical, a quien perjudica es a su sucesora, a la que supuestamente quiere salvar. Pero qué difícil es que lo entienda".

Jaime García Chávez

08/12/2025 - 12:03 am

El expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sorprendió al reaparecer en un video para promocionar su nuevo libro: Grandeza. Foto: X @lopezobrador_

El último complejo de López Obrador es el de convertirse en el Cincinato mexicano. Estará esperando que la Patria lo llame para salir en defensa de la democracia, la soberanía y de la Presidenta Claudia Sheinbaum. Cincinato fue el legendario político de Roma al que se recurría en momentos de crisis mientras él gozaba de su retiro labrando la tierra. Cumplida su misión, se replegaba prácticamente sin hacer ruido, según la leyenda, elevada a mito.

López Obrador quiere tener una vida paralela, si no al romano, sí a su ejemplo; pero es difícil de tener sus palabras por sinceras dada su insaciable hambre de poder. 

Cincinato vivía en una sociedad rural, sin instituciones. Aquí permitir el entronizamiento de un hombre fuerte, llamado “dictador” en esa época romana, como los que han existido en Latinoamérica y el Caribe, sería negar la senda de un constitucionalismo que con muchas dificultades ha caminado en dirección de una República democrática y federalista, con división de poderes y contrapesos, por más que estos últimos vayan en dirección de desaparecer.

López Obrador cubrió un ciclo político complejo y sin duda muy destacado, para no regatear absolutamente nada. El año 1988, año de la ruptura con el viejo sistema dominado por el PRI, lo encontró aún perteneciente a este partido que empezó a disminuirse en su hegemonía. 

Personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Ifigenia Martínez y otros muchos realizaron una faena histórica que hizo posible, acompasadamente, que ese quiebre fructificara y se diera una transición que hoy no ha desembocado en una consolidación efectiva del sistema democrático.

Todo este proceso en el que el PRD desde la izquierda jugó un papel significativo, aunque no único, se pretende utilizar para respaldar una concepción heroica de la historia en la que López Obrador vendría a ser el demiurgo, el todopoderoso que, avanzando el tiempo, se considera el “imprescindible” para estar a disposición de la historia y salir de su búnker a defender la “democracia amenazada”, la tentativa de un golpe de Estado, o ponerse al frente para salvaguardar la soberanía nacional, según él.

En pocas y llanas palabras, lo que tenemos en presencia es la expresión de una megalomanía, un delirio de un poder que se cree depositado en una personalidad con una capacidad y conocimiento sin par en el país. Que las instituciones le pongan arcos del triunfo desde Macuspana a la Ciudad de México para que regrese como el gran salvador. De risa.

Es la historia de los políticos importantes y poderosos que se colocan por encima de todo y de todos, y que además –es el caso– aparentan hacerlo con humildad y sacrificio. 

En un país como México, con una institucionalidad hoy en riesgo, esa forma de conducirse de López Obrador denota que en su cabeza la involución política está más que presente en amenaza directa de lo que es, o debería ser, una República. Me puedo preguntar, ¿es qué no hay Presidenta suficiente en México?, ¿carecemos de instituciones para garantizar elecciones limpias y competitivas?, ¿no hay diplomacia?, ¿no hay Ejército ni Fuerzas Armadas? Si las respuestas a estas interrogantes fueran negativas, entonces estaríamos hablando de un país tribal que niega la existencia misma del Estado que nos ha narrado la Cuatroté desde hace siete años.

La azarosa historia de nuestro presidencialismo, después del Maximato callista, es que el que ya fue, ha de retirarse completamente. López Obrador ya sacó todas las cerezas del pudín a las que tuvo acceso. Nos falta mucho para que el que ha sido Presidente o Presidenta de la República pase a una ciudadanía normal, ordinaria. El caudillismo es una tentación que hay que desterrar. 

El filósofo Hegel lo dijo con otras palabras: “Alcanzado el fin (estos hombres poderosos), semejan cáscaras vacías que caen al suelo”, más cuando ese empeñan en pretender contrarrestar a la ley de la gravedad, en este caso, política. 

Y lo digo con mayor claridad: el ofrecimiento de salvador de la Patria de este Cincinato tropical, a quien perjudica es a su sucesora, a la que supuestamente quiere salvar. Pero qué difícil es que lo entienda.

¿O acaso estamos frente a una Presidenta que padece capitis deminutio minima y necesita un tutelaje? 

Jaime García Chávez

Jaime García Chávez

Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

Lo dice el reportero