Alejandro Páez Varela

¿Es de izquierda la 4T?

"Si la 4T se siente de izquierda, debería actuar como izquierda. No me explico por qué le tiene tanto miedo a ser de izquierda y a reclamar que sean de izquierda aquellos a los que entrega porciones de poder. El discurso de izquierda es el que llena los zócalos a la 4T en cada convocatoria. A la 4T le encanta decirse de izquierda para llenar las plazas. ¿Por qué tiene tanto miedo, entonces, a deshacerse de los que no son de izquierda? ¿Por qué cobija a gente como Evelyn Salgado, Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal, Pedro Haces, Ricardo Gallardo o Adrián Rubalcava, entre tantos muchos? ¿Por qué los encumbra, cuando abiertamente son cualquier cosa, menos izquierda? ¿Por qué el miedo de la 4T a ser realmente de izquierda?".

Alejandro Páez Varela

08/12/2025 - 12:08 am

https://www.youtube.com/watch?v=uBjBjQam7d8

¿Qué tan de izquierda es la 4T? La pregunta no es para los núcleos de oposición porque la respuesta se distorsiona. Ricardo Salinas Pliego, el nuevo Claudio X. González, rebajaría el diálogo a una frase escatológica que no es siquiera de él: “Zurdos de mierda”, diría. Jesús Zambrano compararía la matanza de estudiantes de 1968 con alguna fuga de agua en alguna Alcaldía gobernada por Morena. Enrique Krauze diría que Porfirio Díaz fue un niño de pecho frente a las atrocidades que supuestamente ha cometido la supuesta dictadura de Claudia Sheinbaum. Es decir, no hay manera de esperar de los opositores un análisis limpio a partir de la pregunta; sólo vómito, palabras llenas de hiel y baba.

Pero la pregunta está allí, sigue allí. Quizás a la misma 4T no le interese responderla porque no tiene esa necesidad, sobre todo después del extraordinario apoyo popular mostrado en la concentración del sábado 6 de diciembre en el Zócalo de la Ciudad de México. La pregunta fuerza un análisis riguroso de eventos recientes y personajes que son parte de la coalición gobernante. Se complica para la misma 4T preguntarse qué tan de izquierda realmente es. Los políticos suelen transformar el pragmatismo en una concha gigantesca (y muy personal), en México y en el mundo.

Recientemente, por un evento vergonzoso y a la vez aleccionador, me encontré haciéndome esa pregunta. Como es de conocimiento público, Evelyn Salgado, la Gobernadora de Guerrero, le organizó un homenaje al asesino Rubén Figueroa Figueroa, uno de los verdugos más crueles de la izquierda, un torturador cruel y sanguinario capaz de tomar bebés de guerrilleros como rehenes y apuntales con su pistola en la cabeza. Su crío, Rubén Figueroa Alcocer, es otro matón y también ha recibido los reconocimientos de la mandataria guerrerense; es un tipo vinculado a la represión de campesinos y en particular, a la matanza de Aguas Blancas, por la que tuvo que pedir licencia. Pero la Gobernadora Salgado convive con él en eventos y seguramente lo seguirá haciendo, incluso en público, porque no se ha retractado del homenaje que le rindió a un opresor que encendería la ira de cualquiera que se sintiera de izquierda, y porque sus líderes en Morena no le reclamaron nada.

Esto último es importante. Es el núcleo de la discusión si es que queremos respondernos la pregunta de qué tan de izquierda es la 4T. Si alguien asesina a mi hermano carnal –y esto es completamente hipotético–, lo reconoce con desfachatez y además queda impune, ¿soy yo capaz de rendirle un homenaje al homicida? Si es mi hermano el agraviado, yo soy el agraviado, ¿qué no?; si es agraviada su descendencia, yo soy el agraviado, también, ¿no? ¿Cómo podría yo sentarme junto a la familia del asesino de mi hermano para dedicarle palabras aduladoras? A menos de que yo sea un insensible que raya en la imbecilidad, no veo cómo podría yo homenajear al asesino de mi hermano carnal.

Ahora, si el hijo del asesino de mi hermano es también un asesino y torturador, ¿cómo podría yo sentarme junto a un asesino y torturador cuyo padre, otro asesino y torturador, mató a mi hermano?

El 2 de diciembre de 1974, uno de los iconos de la izquierda internacional, el maestro Lucio Cabañas Barrientos, fue asesinado por una combinación de fuerzas federales y locales que lo persiguieron y que se atrevieron a torturar a comunidades enteras (y no se diga a la familia directa) que lo protegían en su clandestinidad. Durante la persecución, Figueroa Figueroa violó a la última pareja de Lucio, Isabel Ayala, mientras estaba detenida. Así lo cuenta Micaela Cabañas Ayala, hija del guerrillero; así lo contó la misma Isabel, quien resultó embarazada producto de esa violación.

La represión militar y política contra los movimientos sociales llevaron a Lucio Cabañas a renunciar a la vida pública y se fue a la clandestinidad. Fundó el Partido de los Pobres mientras su familia era conducida al Campo Militar Número Uno de la Ciudad de México, donde la tuvieron 18 meses. No es una suposición, no son siquiera los dichos de los sobrevivientes: la misma Comisión de la Verdad del Estado de Guerrero lo dice así en su informe final de 2014, donde documenta violaciones a los derechos humanos, desapariciones forzadas y asesinatos durante la “guerra sucia”, en la que Figueroa Figueroa fue una pistola humeante. Y él, y su hijo que todavía vive, se han ufanado siempre de ser pistola humeante.

Cualquiera de nosotros, seres humanos, nos sentiremos agraviados por las atrocidades cometidas contra Isabel Ayala, Lucio Cabañas y la hija de ambos, Micaela Cabañas Ayala, a quien el asesino Figueroa Figueroa puso una pistola en la cabeza cuando era una bebé para que la esposa del profesor declarara dónde estaba. Asesino, violador, torturador: eso era ese personaje y ese es su legado hasta ahora, aún muerto.

Y cualquiera de nosotros que se sienta un ciudadano progresista tiene que sentirse doblemente enojado y doblemente agraviado con ese, ¿cómo decirle?, marrano que fue Gobernador de Guerrero. Piense como Micaela: ¿qué sentiría usted si le dijeran que siendo una bebé la tuvieron en el Campo Militar Número Uno, y que su madre quedó embarazada después de haber sido violada por el asesino de su padre, un profesor que dedicó su vida a los más pobres, un maestro que fue perseguido y luego ejecutado y su cuerpo expuesto como un trofeo? ¿Qué sentiría usted si fuera esa niña Micaela, indígena de la sierra de Guerrero, sin oportunidades y con los sueños rotos por un marrano al servicio del Estado? ¿Cómo se sentiría usted?

Bueno, ahora debemos preguntarnos quién es Evelyn Salgado, de dónde salió, a quién respeta si se sienta junto a un asesino y torturador para rendirle homenaje al padre, que también es un asesino y torturador. Debemos preguntarnos quién es Evelyn Salgado que es capaz de ignorar los 50 años del asesinato del profesor Lucio Cabañas y en cambio se rinde frente a la memoria nefasta de Rubén Figueroa Figueroa.

Obvio nunca consideraré a Evelyn Salgado de izquierda porque hace todavía más dolorosas sus decisiones soberanas. Pregunto quién es ella como para ignorar la historia reciente de México, y no en términos izquierda-derecha, sino por su propio papel en los intentos del viejo régimen corrupto, asesino y represor para mantenerse vigente; qué rol juega ella dentro de las élites guerrerenses que siguen detentando el poder e idolatran a la gente que torturó a los líderes de izquierda durante décadas y los asesinó, y los encarceló, y les cortó todas las vías civiles hasta volverlos parias sociales.

Pero resulta que Evelyn Salgado llegó al poder por la 4T. Y entonces me pregunto, con la mayor sinceridad posible y con ganas de encontrar realmente respuestas: ¿Qué tan de izquierda es la 4T si permite que la Gobernadora de Guerrero aplaste la memoria de un líder social icónico para la izquierda en el mundo, al tiempo que rinde homenaje a un represor de ultraderecha?

Lo más cercano a lo que Andrés Manuel López Obrador postula desde hace más de 30 años es Lucio, quien 40 años antes que AMLO enarbolaba una bandera que decía: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Nunca se les olvide que fundó el Partido de los Pobres; que luchó contra los medios de comunicación porque, dijo, son “instrumentos de control burgueses”; que denunciaba cómo las élites se habían apoderado del modelo económico en su propio beneficio y cómo, por medio de caciques locales y enemigos del ejido, controlaban a los más necesitados. Lucio combatió a Luis Echeverría como lo combatieron Heberto Castillo, Rosario Ibarra de Piedra, Valentín Campa y otros muchos más que con su lucha facilitaron el cambio democrático en 2018 y que, aunque duela decirlo, llevaron también al poder a Evelyn Salgado.

Si la 4T se siente de izquierda, debería actuar como izquierda. No me explico por qué le tiene tanto miedo a ser de izquierda y a reclamar que sean de izquierda aquellos a los que entrega porciones de poder. El discurso de izquierda es el que llena los zócalos a la 4T en cada convocatoria. A la 4T le encanta decirse de izquierda para llenar las plazas. ¿Por qué tiene tanto miedo, entonces, a deshacerse de los que no son de izquierda? ¿Por qué cobija a gente como Evelyn Salgado, Adán Augusto López Hernández, Ricardo Monreal, Pedro Haces, Ricardo Gallardo o Adrián Rubalcava, entre tantos muchos? ¿Por qué los encumbra, cuando abiertamente son cualquier cosa, menos izquierda? ¿Por qué el miedo de la 4T a ser realmente de izquierda?

AMLO dijo en marzo de 2023: “Hoy de nuevo manifestamos, exclamamos a los cuatro vientos: nada de zigzaguear, sigamos anclados en nuestros principios, reafirmemos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde que inició el Gobierno. No a las medias tintas, no aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”.

Cuántas ganas de escuchar a López Obrador, otra vez, con la plaza llena.

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Siempre tuve una enorme fascinación por Lucio Cabañas. Desde que era un jovencito. Lucio, directo y honesto. Lucio, el que deja todo por los pobres. Se necesitaba ser Lucio para romper el cerco que le impuso su nacimiento en las sierras de Guerrero: indígena, pobre, con tremenda vocación social. Maestro. Y con la rabia suficiente para encender la sangre y para levantar el puño y maldecir.

Cuando un grupo de jóvenes de Chihuahua fue a verlo para pedirle un consejo y sugerirle un frente nacional, con esa misma candidez y con esa misma contundencia los bautizo como “Los Guajiros”. Guajiros, como sinónimo de “inocentes”, de “ingenuos”. Mi amigo Francisco Javier Pizarro era casi adolescente entonces. Yo era muy joven cuando Pizarro me lo contó con la misma candidez. Lucio se reía de ellos, de tan ingenuos. Lo que pensaba Lucio era en ganar su pequeña batalla, en su sierra, con el puñado que lo acompañaba. Y después pensar en ir más lejos.

Porque Lucio no tomó las armas por gusto: le cerraron las puertas y lo persiguieron hasta mandarlo a la clandestinidad. En cambio los Figueroa torturaron y mataron por gusto; porque tenían el poder y tenían las respuestas a tanta miseria e injusticia. Pero esas respuestas pasaban sobre su propia riqueza; sobre sus propios latifundios.

Pobres Diego Lucero Martínez, Avelina Gallegos y tantos que murieron tan jóvenes, en manos de un Estado represor que no les ofreció alternativas. Pobre Lucio, pobre Isabel, pobre Genaro Vázquez Rojas. Pobres. La única razón por la que celebro que no estén vivos es por, imagínense, la decepción que seguro se llevarían al saber que la izquierda finalmente se hizo del Gobierno en Guerrero, y que el primer homenaje fue al asesino y torturador Rubén Figueroa Figueroa. Asesino, violador y torturador de jóvenes. Con cuánta tristeza tendríamos que contarles, si volvieran, sobre las Evelyn y los Adán Augusto. Con cuánta desilusión y vergüenza, pero más vergüenza.

Alejandro Páez Varela

Alejandro Páez Varela

Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

Lo dice el reportero