Melvin Cantarell Gamboa

Que el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe topen con una AL insumisa I

"En el caso que nos ocupa, de aceptar Latinoamérica el reconocimiento de los derechos que Trump quiere imponerle, no sólo es un crimen contra nuestra dignidad, sino que niega el valor intrínseco e incondicional de nuestros pueblos a la autonomía, la soberanía y una existencia decorosa y respetable".

Melvin Cantarell Gamboa

31/12/2025 - 12:05 am

Trump ha amenazado a AL.
Donald Trump, Presidente de EU. Foto: X @WhiteHouse

Ante el trato que Latinoamérica recibe del Presidente de los Estados Unidos, escribo el presente artículo no como portador de desgracias, sino desde una perspectiva revolucionaria, es decir, desde las emociones relacionadas con el orgullo, la dignidad y el valor de sí mismo y amor por los países hispanos de este continente. Empiezo con una consigna: ¡Latinoamericanos! Jamás concedamos a los Estados Unidos y en especial a su actual Presidente efectos humanitarios, ellos corrompen todo.

Desde el asesinato de la civilización precolombina por España, en el cuerpo de sus diferentes culturas hasta nuestros días, hemos sido víctimas de la codicia y las ambiciones externas. El vocablo, asesinato, en el sentido que aquí damos, fue acuñado por Hegel en los últimos capítulos de su Filosofía de la historia para referirse al genocidio que se desarrolló en el Nuevo Mundo durante cuatro siglos, que costó la vida a más de 50 millones de nativos, producto de guerras, esclavitud, enfermedades, epidemias e innumerables atrocidades. El cargo de asesinato, en este caso, no es un simple calificativo ni resultado de una observación de hechos, sino una categoría dentro del sistema filosófico hegeliano que se puede resumir de la siguiente manera: las civilizaciones precolombinas pertenecen a la categoría de culturas naturales y son vehículos racionales fundamentales para el desarrollo del Espíritu (la totalidad de la realidad). El "espíritu" en la filosofía de Hegel es un concepto fundamental representa la fuerza vital que impulsa, a través de confrontaciones, el desenvolvimiento de la historia humana hasta su realización como autoconciencia bajo la forma de Espíritu Absoluto; estadio último y síntesis que consuma el proceso histórico como autocomprensión y superación de todas las contradicciones; en este largo recorrido, según el filósofo, las civilizaciones originarias juegan un papel esencial, transcurso que en este continente quedó trunco por el asesinato cometido con deshonor por la ineficaz y cruel España. Sí el espíritu europeo no hubiera reformateado el espíritu indígena a su imagen y semejanza, hoy se habría cumplido la profecía de Hegel y seríamos “el país del porvenir” (Hegel dixit) y no presa fácil del imperialismo expansionista yanqui que Trump intenta ampliar a costa de nuestros pueblos, territorios y recursos naturales.

¿Qué hacer? Desde mi punto de vista, optar por la insumisión, una manifestación radical de soberanía basada en la negativa consciente y activa de obedecer cualquier orden o amenaza de un país extranjero, mediante la adopción de una postura crítica y subversiva ante la voluntad de poder de un imperio, un Estado o un pueblo, no con reacciones violentas, sino levantando un muro de contención basado en la unidad, solidaridad, la resistencia y la dignidad.

De este punto parte la importancia de la insumisión a que hago referencia, como fenómeno social. Insumiso es aquel que se niega a ser subordinado al poder y la autoridad de un gobernante o a un poder hegemónico de manera consciente, ética y con autonomía moral. Desde esta perspectiva, la sumisión que el imperio pretende imponernos es inaceptable, pues hacerlo significaría aprobar una situación paradójica y antinatural por su falta de claridad en las intenciones reales del agresor y la incertidumbre de sus resultados; peor si la aceptamos de manera voluntaria. Cuando el joven poeta Étiene De la Boétie a los 18 años escribió su texto La servidumbre voluntaria, lo hizo con la intención de defender a aquellos seres humanos que renuncian voluntariamente a su libertad cuando tienen el poder de resistir; también advierte que el opresor triunfa cuando el poder que exhibe y las amenazas son suficientes para que el amenazado se reconozca como oprimido; literalmente escribió, “la tiranía se sostiene por el consentimiento del oprimido, condición que es antinatural y contraria a la dignidad y a la autodeterminación del individuo o de los pueblos; permitirlo normaliza su condición de siervo, pues  voluntariamente renuncia a sus derechos y a la libertad por miedo, comodidad o indignidad” (Op.  Cit). Cinco siglos después, creo que es el momento de escucharlo, seguir sus consejos y hacer nuestras sus consignas: “el poder del tirano no reside en sí mismo, sino en la anuencia de los muchos. Si estos muchos simplemente decidieran dejar de obedecer, la tiranía se derrumbará por sí sola, ya que el tirano no tiene nada que no le haya sido otorgado por los súbditos” (Op. Cit.)

Hago este rodeo antes de abordar el problema en su concretud porque nunca me han satisfecho los análisis coyunturales basados en hechos inmediatos; creo que los acontecimientos importantes requieren, en cada caso, ubicar su origen, es decir, su genealogía como el lugar que define la esencia de los hechos; principalmente cuando lo que se expresa parte de una posición de poder, pues es probable que sus argumentos conlleven mentiras absurdas, carentes de lógica y sustento real, por tanto, no deducibles de los argumentos que justifican la acción. En el caso que nos ocupa, de aceptar Latinoamérica el reconocimiento de los derechos que Trump quiere imponerle, no sólo es un crimen contra nuestra dignidad, sino que niega el valor intrínseco e incondicional de nuestros pueblos a la autonomía, la soberanía y una existencia decorosa y respetable; en los hechos, un crimen de lesa humanidad por las muertes que provocará y el miedo, el caos y la incertidumbre que está provocando entre las poblaciones; amenazar con invadir países libres y soberanos en nombre de supuestos derechos de propiedad o de seguridad nacional inventando delitos es repudiable en cualquier circunstancia.

Ahora bien, es importante hacer la siguiente observación, la expulsión de migrantes, los ataques a Colombia, Cuba, México y Venezuela, por el uso que está dándosele, es en gran parte retórica con fines políticos de carácter electoral. La dura persecución y trato contra los migrantes, por ejemplo, tienen como objeto recuperar y ampliar el apoyo popular a un Presidente que rechaza la mayoría de los norteamericanos, pues pone en peligro el predominio del partido republicano. Los denuestos contra los migrantes acusándolos de criminales, violadores, traficantes, envenenadores de la sangre americana, más lo que se sumen, tienen el propósito de desviar la atención hacia los problemas internos y proyectar una imagen de fuerza y control fuera de sus fronteras; de la misma manera, hablar y acusar a Colombia, México y Venezuela de dictaduras, crisis humanitaria, represión, persecución, terrorismo y ser traficantes de drogas tiene la misma función política, el más simple análisis colocaría esas afirmaciones fuera de lugar en el actual contexto geopolítico y mostraría que esta retórica sólo sirve para escalar tensiones y librar de toda culpa al verdadero causante: Trump. 

Además, el antiamericanismo y la migración de los pueblos latinoamericano son consecuencia de factores históricos y políticos practicado por los estadounidenses en nuestros territorios que se sintetizan en el saqueo, la apropiación de nuestras tierra y la explotación capitalista de la fuerza de trabajo de mujeres y hombres que llegan a Estados Unidos provenientes de todos los países al sur de los Estados Unidos; seres humanos que para sobrevivir viajan miles de kilómetros hacia el norte para ser sobreexplotados en un país que no invirtió en su manutención, al que no le costó un centavo su salud ni su educación para ir a agotar su fuerza de trabajo en el extranjero a causa de factores internos, ya que abandonan sus pueblos sin coacción de ningún tipo, excepto la carencia de bienes y empleos bajo la forma de   población excedente del campo y las ciudades empobrecidas de Centro y Sudamérica. 

Si la retórica trumpista tuviera éxito se deberá, y esto hay que subrayarlo, a la credulidad del norteamericano medio que por domesticación ideológica y por tradición creen lo que sus gobernantes dicen cuando se refieren a imaginarias amenazas, supuesta protección de su seguridad, bienestar y, fundamentalmente, porque esas ideas les han sido inculcados a través de la religión, la educación y los gobernantes sustentada en la creencia de Estados Unidos está llamado a cumplir el designio divino de dominar el mundo por su superioridad racial y material sobre los demás pueblos.

El historiador norteamericano, Howard Zinn explica este fenómeno de la siguiente manera: “No hay país en la historia mundial en que el racismo haya tenido un papel importante y durante tanto tiempo como en los Estados Unidos. Se inició con la esclavitud; desde la llegada de los primeros negros; lo que empezó como una relación laboral desarrolló en los blancos un sentimiento racial de la superioridad del amo que se expresó en odio, menospreció, piedad y paternalismo que produjo un pensamiento peyorativo hacia el inferior que conocemos como racismo” (La otra historia de los Estados Unidos). A esta premisa es necesario sumar el mito grandilocuente inventado por el protestantismo y el evangelismo norteamericano que fue pilar fundacional de Estados Unidos para moldear su identidad nacional, política y económica y los llevó a ese pueblo a concebir su nación como un “nuevo comienzo” en la historia del mundo. (continuará)

Melvin Cantarell Gamboa

Melvin Cantarell Gamboa

Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

Lo dice el reportero