Las consecuencias de restarle importancia a la ortografía son mayores de las que usted, que maneja el ke, se imagina. Nomás mire un megacaso: en este país las cosas se empezaron a enredar desde que surgió la confusión sobre si se escribe cibismo o civismo. Así, para evitar broncas y como suena parecido, adoptamos el cinismo en sustitución, sobre todo desde el poder, y ya ven como nos ha ido.
El cinismo es como el lavado de manos de Pilatos, aunque hemos llegado a extremos de resucitar a Lázaro Cárdenas para que le lave las manos al presidente, por ejemplo. Es una actitud que nos enerva y para contrarrestarla optamos por tomar uno de dos caminos: el humor o la pataleta. Los dos llevan a donde mismo: a ninguna parte.
Como los que están arriba gracias a su voto no leen, y la inmensa mayoría de mexicanos tampoco (aunque pongan en “su muro de feis” perlitas estilo: “leer es como besar: se nota en la lengua”), pues el asunto se ha alejado de ser un simple problema ortográfico para convertirse en normatividad: ser cínico es ser un gran mexicano, dirigir destinos, llevar el timón, controlar emociones, asumir riesgos, comprar un departamento de lujo en Dubai.
Las redes sociales aparecieron cual panacea para todas nuestras calamidades. Nuestro índice sobre el mouse juega hoy el papel del dedo de la creación de Miguel Ángel. Es poderosísimo y omnipresente; en el mismo momento puede resolver la costosa operación de un cáncer de una paciente en Australia, protestar por el maltrato a los animales en Alaska y apoyar a una estudiante de secundaria de Somalia que sufre bullying por parte de sus compañeros.
Son tantas las buenas acciones que se pueden emprender desde ahí, que pronto los confesionarios van a quedar desiertos y si al “me gusta” le añadimos un comentario, más fácil. Y si compartimos una imagen representando a Dios, Jesús o a la Virgen, mucho mejor: visa celestial garantizada.
La red se ha convertido en una trinchera de idealistas resueltos a todo si el todo se resume a un click; ejércitos despiadados que le mientan la madre sin pudor a los Deschamps, Azcárragas, Slims y a cuanto cínico por el estilo se les ponga por enfrente; bonzos que se inmolan firmando furiosas cartas colectivas para correr de este país a una vociferadora de la tele, turbia (por no decir sucia), ignorante (por no decir pendeja) y peruana, o en contra de la privatización del Nevado de Toluca o la reducción de cuatro mil millones de pesos en el presupuesto de cultura. Cartas que, por supuesto, surten tanto efecto como echarle sal al mar. Y la mancha de cínicos, muertos de risa desde sus butacas, o dormidos en sus sillones en el Congreso o renovando vestuario en “saldos” de Louis Vuitton, Tiffany o Versace en changarros de Bervely Hills.
Cuando se presenta el terrible mal de amores dicen que un clavo saca otro clavo; en la miseria existencial de las crudas se recomienda el veneno contra veneno, ambos dichos aplicables al caso. El amor y el alcohol embrutecen, pero con más amor y más alcohol se nos quita u olvida lo bruto; lo mismo debe ocurrir con el cinismo: encabrona, pero si aportamos nuestra dosis, a lo mejor mitigamos la pena, como con el clavo, como con el veneno.
Iniciemos por la definición, que nunca está demás. Cinismo: Desvergüenza y descaro en el mentir o en la defensa y práctica de actitudes reprochables.
Así, con toda tranquilidad, podemos asumir que nuestro presidente es un reformista compulsivo que no se conforma con lo educativo, lo energético lo fiscal, sino que va en busca de lo geográfico. Exijamos que revisen de nuevo los libros de texto, es bastante probable que el Océano Pacífico se vea en el Atlántico y que los burros no consideren el estado de Monterrey, donde hizo su maestría el presidente sin dejar huella. También propongamos la reforma del copete del presidente, parece de niño en primera comunión.
Sobre el asuntito ese, ya saben ustedes, ese de la pelotita, de once contra once… bueno, entienden a qué me refiero (uno es cínico, pero tiene sus pruritos). Si le dicen que seguimos en la batalla gracias a los gringos, lance un escupitajo de lado, deje que asome un palillo de dientes en la boca - eso es muy de cínico; la actitud apantalla. Diga que su pinche madre eso de que los gringos nos ayudaron, que todo estaba premeditado por “el gigante de la CONCACAF”, que por eso somos los gigantes, no fregaderas. Arrebáteles los argumentos, no los deje hablar, ¡grite como la Bozzo! mencione la chilena que dejó con la boca abierta a los panameños, el mejor gol de todo el hexagonal, practicado una y mil veces y no producto de un milagro Guadalupano, según el tal por cual Juan Villoro. Dígales, pa’ que lo sepan de una vez por todas, que los mexicanos somos bien lanzas, que nos hicimos patos fingiendo perder para ganar dos juegos más en el repechaje. Ganaremos más lana que los otros atragantados y bailaremos en noviembre esa que va y que dice “nos vamos al Mundial, nos vamos al Mundial”. Me cae.
Seamos cínicos hasta la ignominia. Si Gael García y otros artistas e intelectuales considerados como de izquierda hacen lo que están haciendo, digamos que es la nueva estrategia de penetración del ala progresista de este país, como unirse al PAN en las elecciones que dejaron a Malova en Sinaloa, como pronunciarse a favor de las medidas en contra del pueblo por parte de la presidencia de la república, como agarrarse cariñosamente de la greña con el otrorita cómplice. Añada que el "Che" se bajó de una motocicleta para seguir los diarios a bordo de un Ferrari estilo el morro Deschamps, e instruya, cuando lo acusen de falta de, y sin temor a equivocarse, que Escrúpulos fue un aburrido juego de mesa y cartitas que nunca fue exitoso. Desvíe el tema y acabe explicando su dinámica. Dígales que lo jugó de prenda con su novia, para que tenga más interés. El tema original se esfumará porque la simple mención de sexo es la perfección absoluta para olvidar la seriedad en cualquier asunto.
Y enseña a tus hermanos, a tu novia y esposa, a tus hijos, a usar las redes sociales para que en este intercambio de cinismos participen todos ellos. ¡Ah!, y tu mamá también.




