«I think the truly natural things are dreams,
which nature can't touch with decay».
—Bob Dylan.
No sé soñar con los ojos cerrados, por eso no me gusta dormir. La otra vez le dije a una amiga que si supiéramos soñar, otra cosa maravillosa sería.
—En serio, piénsalo así: viviríamos más, conoceríamos más personas y lugares a los que nunca has ido, ¡dirías cosas que no tienes idea que sabes!— le dije.
La cosa es que yo no aprendo.
Hoy vengo a contar lo que he soñado últimamente para que, al menos, no se me quede esto aquí adentro aunque lo tenga enterrado. Y porque dicen que quien platica sus sueños se expone desnudo ante un mundo cabrón que no tardará en juzgarlo y cobrar ventaja por interpretación; además también decidí escribir sobre mis sueños porque cuando pensaba en un personaje de alguna historia que se me ocurría, terminaba muerto; y yo para revivir algo o a alguien soy remala.
Tengo un sueño recurrente con un hombre al que no pude amar como él me amó: él está parado al borde de unas largas escaleras viéndolo todo (como Leo DiCaprio cuando está esperando a Rose en Titanic y ella lo observa de lejos; malditas películas, jo), pero yo no me le acerco porque no puedo; él está distinto, triste, enojado conmigo (más enojado que triste), pero esperándome, queriéndome igual o tal vez un poquito más. En serio, lo sueño tanto que siento que lo sueño tal y como lo había olvidado. Y así transcurre todo: yo llevo a cabo mi rutina diaria mientras el hombre es omnipresente y me mira en silencio.
Luego pesadillas; si no es con mi abuela muerta es con mi novia que me es arrebatada. Cuando el asunto es mi abuela, me despierto llorando y gritando, mas cuando tengo suerte, solo me despierto por falta de oxígeno; será que como ya no la tengo, asumo los sueños como pretextos para encontrarnos. Así que cuando me tranquilizo después de soñarla, entiendo que la rítmica de mis sueños con ella consiste, básicamente, en el número de apariciones suyas mientras duermo. Inmediatamente llega el insomnio, ese gran provocador del peor concurso de fantasías.
En el último sueño que tuve con mi novia, escapábamos de alguien que nos perseguía con una lanza (como las de la película de “300”; malditas películas, jo) buscando matarnos; yo intentaba manejar mi sueño diciendo: “Este es mi sueño y yo lo controlo, no nos matarán”, pero el enemigo se acercaba con una velocidad tal, que solo logré despertar justo antes de que la lanza atravesara el pecho de mi chica. Me despierto sudando y tratando de liberar los gritos sofocados… será que en mis sueños lúcidos también la pierdo.
Luego este, que van dos veces que sueño lo mismo en lo que va de este mes: me encontraba con una vieja amiga (que se convirtió en mi amiga después de que no pudimos enamorarnos) y ella me reprochaba infinidad de cosas mientras yo asentía porque en todo tenía razón. Oye, nena, trae para acá esa carita bonita e intentémoslo, le decía yo, pero de nada de eso servía porque me contestaba derramándome un balde caliente de mi brandy favorito. Y ahí estaba yo en mi sueño, intentando probar cualquier cosa excepto que era honesta porque ni en sueños hubiéramos podido estar juntas. La sabiduría del destino hasta cuando una cierra los ojos.
Al final y ya despierta, no me resigno a nada de lo que pasa en mis sueños, por eso cierro los ojos y, a veces, todo vuelve a comenzar.







