Mario Campa

Trump enterró las reglas del juego globalizador

"Reconocer las bondades y limitantes del comercio internacional es condición necesaria para escapar de la trampa del ingreso medio de la que México es presa. Torear a Trump no debe ser un fin en sí mismo, sino la antesala de un proyecto adecuado al sentido común del orden mundial que está por venir".

Mario Campa

09/04/2025 - 12:05 am

En pleno caos autoinfligido por sus políticas comerciales, Trump postureó optimismo frente a las cámaras: “Ya verán cómo resulta, nuestro país va hacia un boom”, declaró antes de viajar a Florida para jugar al golf. Dejaba colgado un trasfondo de pánico financiero, económico y diplomático. Al mismo tiempo, las implacables redes sociales ridiculizaban al Presidente por el arancel del 10 por ciento al territorio volcánico australiano de las islas Heard y McDonald cerca de la Antártida, habitada por… pingüinos. Horas antes, la fórmula usada para calcular aranceles que nada tienen de recíprocos había sido expuesta como un timo, calculada con base en déficits comerciales y no en las barreras comerciales contra Estados Unidos pretextadas por Trump. La serie de burlas y reproches a la Casa Blanca y el derrumbe de los mercados condensaban la explosión de malestar.

     Trump violó las reglas del juego y hiere como pocas veces al consumidor estadunidense. El centro especializado The Tax Foundation estima que los aranceles de Trump equivalen a un aumento tributario de más de 2100 dólares por hogar en 2025. Estima que la tasa arancelaria promedio aumentará al nivel más alto desde 1933 y representan el mayor aumento de impuestos desde 1982. Encima, la debilidad del dólar encarece más las importaciones, muchas insustituibles de corto plazo con aranceles a casi todo el mundo. Todo sumado, el poder adquisitivo caerá incluso en el improbable escenario de que la actividad económica no pierda dinamismo.  

     El cataclismo gatilló represalias y reajustes geopolíticos ayer impensables. China y Francia solicitaron a sus empresas suspender inversiones en los Estados Unidos. Japón, Corea y China acordaron un frente común para contrarrestar a Trump. Canadá, aliado histórico y socio comercial de larga data, impuso un arancel del 25 por ciento a los vehículos importados de Estados Unidos que incumplen el T-MEC. En suma, la guerra comercial hierve en una olla de presión mal sellada. 

     La primera víctima mortal del tsunami es la Organización Mundial de Comercio. La OMC, aunque pocos lo saben, es un organismo internacional que regula y facilita el intercambio global. Creada en 1995, sustituyó al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) establecido en 1947 como parte de los acuerdos de la posguerra donde Estados Unidos e Inglaterra sentaron las bases del multilateralismo. Su objetivo en el papel es— o era— garantizar la fluidez, previsibilidad y libertad del comercio, promoviendo la cooperación económica y reduciendo barreras. Sus 164 países miembros representan el 98 por ciento del intercambio mundial. China despegó como potencia comercial con su ingreso en el 2001. Hasta hace poco, la OMC era imprescindible. Pero su incapacidad para resolver conflictos y la estocada estadunidense entierran su razón de ser.   

     En este mar de incertidumbre degenerativa, la economía mexicana ganó un salvavidas para navegar la tormenta. México eludió nuevos aranceles a más de 180 países y territorios, además de una nueva tarifa base mínima del 10 por ciento para todas las compras del exterior. Los bienes que cumplan con las reglas del T-MEC seguirán exentos, lo que preserva el acceso preferencial de México y Canadá al mercado estadounidense. Los sectores afectados son el automotriz y el acerero, así como el comercio que escapa las reglas del T-MEC hoy sujeto a un arancel del 25 por ciento con posibilidad de reducirse a la mitad en función de los flujos de fentanilo. Queda latente la posibilidad de una revisión del tratado en los próximos meses, con las reglas de origen como tema central a tratar.

     Las dinámicas de relocalización permanecerán más o menos firmes por la ventaja relativa que gana México frente a competidores como China o Vietnam, castigados con aranceles prohibitivos que mermarán su cuota de mercado estadunidense. Asumiendo sin conceder que las grandes empresas opten antes por Estados Unidos que sus socios regionales para eludir aranceles, una red de proveeduría se generaría por derrama hasta en el peor escenario. Si bien de incierta magnitud, el repliegue de la globalización eleva el atractivo de México en el bloque regional de los Estados Unidos, que guste o no seguirá como epicentro de la demanda. México tendría una rebanada más grande de un pastel más chico.     

     La victoria pírrica no debe engañar a nadie. Estados Unidos dejó de ser un socio comercial confiable. La asimetría económica y el desprecio unilateral permanecerán; Estados Unidos mantendrá el proteccionismo aun sin Trump por lo difícil que será desmontarlo. Al final México sí construirá un muro, pero de desconfianza hacia un hegemón refugiado en un chovinismo que erosiona su poder blando y recrudece animadversión por el brutal cambio de reglas. Con ello, el sentimiento antiyanqui crecerá como mecanismo de defensa aquí y en China.

     El nuevo orden económico internacional frena en seco la globalización. Un afán neomercantilista se apoderó de la ultraderecha trumpista y amenaza con reproducirse hasta hacerse endémico. Por una combinación de geopolítica, ideología y cierta torpeza, los republicanos embistieron un molino de viento. “Tengo un déficit crónico con mi barbero; no me compra absolutamente nada", dijo alguna vez el premio Nobel de Economía Robert Solow sobre la irrelevancia del déficit comercial. 

     A México le toca despertar. Diversificar socios comerciales y robustecer el mercado interno es el primer paso para revertir el modelo orientado a la exportación legado por el PRI y el PAN. La famélica política industrial, el abandono al campo y la poca o nula compensación a los perdedores de la globalización fueron tres errores del fundamentalismo de mercado vencido por la Historia. Reconocer las bondades y limitantes del comercio internacional es condición necesaria para escapar de la trampa del ingreso medio de la que México es presa. Torear a Trump no debe ser un fin en sí mismo, sino la antesala de un proyecto adecuado al sentido común del orden mundial que está por venir. 

Mario Campa

Mario Campa

Mario A. Campa Molina es economista político e industrial, graduado del MPA de la Universidad de Columbia (2013-2015). Colabora como columnista y panelista en diversos medios y es editor contribuyente en español de la revista de ideas Phenomenal World, del Jain Family Institute (NY). Tiene experiencia laboral en el sector financiero, energético, público y académico.

Lo dice el reportero