Héctor Alejandro Quintanar

El regreso de López Obrador y el peligro de un golpe de Estado

"En ningún momento en la historia mexicana, hubo jamás indicio alguno de que López Obrador se quisiera reelegir".

Héctor Alejandro Quintanar

05/12/2025 - 12:05 am

En noviembre de 2021, un señor llamado Luis Carlos Ugalde, que fue Consejero presidente del IFE y corresponsable del fraude de 2006, hizo una aseveración curiosa. En una mesa de presunto análisis sobre la gobernabilidad del país, organizada por el PRI, el exburócrata electoral, sin ningún tipo de miedo al ridículo, aseguró que para López Obrador su sexenio no sería suficiente para lograr una transformación y que él no descartaba que hubiera un escenario de reelección o de que impulsara a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller a la Presidencia para gobernar a través de ella.

Ugalde emitió su augurio con un lavatorio de manos muy oportuno, pues en vez de asegurar esos escenarios por cuenta propia, se curó en salud con vaguedades, al matizar que esas posibilidades no se descartaban porque quizá en el movimiento obradorista surgieran voces que efectivamente reclamaran o la reelección del tabasqueño o la imposición de su compañera. Dicho de otro modo, Ugalde ni siquiera fue capaz de exhibir sus predicciones febriles con valentía, y tuvo que sublimarlas en presuntas acciones de terceros.

Digamos lo obvio: ni en ese momento de 2021, ni en ningún momento en la historia mexicana, hubo jamás indicio alguno de que López Obrador se quisiera reelegir, ni de que su esposa tuviera ya no digamos la intención de ser candidata a la Presidencia, sino de participar en algún cargo político cualquiera, ni siquiera en el ámbito cultural o literario, que es el suyo.

Debe decirse que los que, como Ugalde, en algún momento auguraron que AMLO se reelegiría, lo hicieron basados en los muy rigurosos y confiables métodos del ocultismo y el esoterismo, ya sea porque leían la mente del Presidente, quizá usando métodos de Madame Zazú; o quizá leyendo su carta astral.

Eso, porque si nos atenemos a la evidencia histórica, no había ningún indicio que nos dijera que AMLO tenía intenciones reeleccionistas o de imponer a su esposa. Por ejemplo, en todos los cargos públicos que tuvo el tabasqueño (líder del PRI tabasqueño; Oficial Mayor en Tabasco; líder del PRD en Tabasco, dirigente nacional del PRD; Jefe de Gobierno; líder nacional de Morena), nunca hizo nada para acrecentar, extender o repetir su periodo legal de mando, ni tampoco movió hilos para imponer sucesor, procesos donde no sólo fue respetuoso (y derivaron en sucesiones normales, como la elección perredista interna en 2005 para elegir candidato a Jefe de Gobierno), o incluso, por seguir principios ideológicos de no intervención o de no claudicación, López Obrador acortó su periodo de poder, como lo hizo con su renuncia a la Oficialía Mayor Tabasqueña por discrepar con el PRI local; o haciéndose a un lado de la elección interna perredista en 1999, que terminó en conflicto prolongado y una presidencia interina.

Esa es la evidencia histórica, que nunca mostró signos de que AMLO tuviera intención de prolongar de más su mandato presidencial o de imponer a un familiar en ello. Pero tal vez gente como Ugalde o Krauze estaban muy ocupados leyendo con Walter Mercado la mente del tabasqueño; o leyendo con Bárbara Tijerina su lenguaje corporal y otras fuentes científicas confiables; que no pudieron darse cuenta de que, por ejemplo, Vicente Fox sí quiso imponer a Martha Sahagún como candidata -tal cual lo documentó Alfonso Durazo en julio de 2004-; igual que Felipe Calderón, respaldando con firmas falsas la candidatura de su fraudulenta esposa Margarita Zavala, tanto en 2016 como en 2020.

Con esos antecedentes, a nadie inteligente ni emocionalmente sano le extrañó que López Obrador terminara con toda normalidad su periodo presidencial en 2024, sin que en ningún momento de éste se insinuara alguna posibilidad de reelección. Cuando en ese año ya fue más que obvio que la supuesta “reelección” del populista de Macuspana fue una más de las tantas paparruchas, chismarrajos, mitos delirantes, leyendas negras religiosas y demonizaciones que la derecha más obtusa y febril le ha endilgado al tabasqueño, esa misma derecha se vio en la necesidad de modificar su mito, y ese es que, según esto, sigue mandando desde su finca e imponiéndole agenda a la Presidenta Claudia Sheinbaum.

Los argumentos en ese sentido son iguales a la lectura de mentes esotérica de años atrás, pues se asume que Sheinbaum se ve nerviosa, que su lenguaje corporal la delata, que su enojo con sabrá dios qué la exhibe como sometida al tabasqueño. Los que se creen más serios, usan otro argumento penoso, como el de que “Claudia está sometida a AMLO porque no ha roto con él”, lo cual, además de esotérico, es absurdo porque ambos son constructores y militantes del mismo movimiento político; del mismo modo que sería absurdo pedirle al portero de una escuadra de futbol que se deslinde de sus compañeros mediocampistas, cuando son parte del mismo equipo.

En este marco de una amlofobia rabiosa, que sin embargo necesita de López Obrador para darse sentido, es que reaparece el expresidente de México. Y lo hace cumpliendo su palabra: luego de un año de monacal silencio, se sentó a escribir sobre las culturas prehispánicas de México y salió a emitir el anuncio de su libro, antes de volver al recogimiento y aislamiento.

En su anuncio de casi una hora, sin embargo, López Obrador dejó un anuncio interesante, pues señaló que sólo saldría a la vida pública para defender a la democracia, a la soberanía o a la Presidenta Claudia Sheinbaum, a quien llenó de genuinos elogios, de un intento de golpe de Estado.

El mensaje no es para las Fuerzas Armadas, que en América Latina han sido tradicionalmente el actor golpista por excelencia; cosa que sin embargo en México, de forma excepcional en la segunda mitad del siglo XX, no se replicó. El mensaje es para los golpistas mexicanos del siglo XXI, escenario donde los golpes de estado y las defenestraciones ilegítimas ya no se hacen con las armas del ejército, sino con trampas legislativas, mediáticas y jurídicas, como ha pasado en Brasil, en Ecuador, en Perú, en Bolivia, en Argentina, en Honduras, en Paraguay y en un largo etcétera.

Y aquí se coincide con la tesis del maestro Luis Hernández Navarro, el golpe blando es un concepto muy serio que sí ha tenido presencia en América Latina, aunque no todo lo que hace la oposición mexicana, por repugnante que sea, cuenta como golpe blando.

Pero sí hay probados golpistas en nuestro país: el primer caso de golpe jurídico en el norte de América Latina en el siglo XXI, fue ni más ni menos que el desafuero de López Obrador en el bienio de 2004-2005, donde un grupúsculo de autoritarios envilecidos trataron de separar de su cargo y encarcelar a un personaje inocente, para evitar que éste fuera candidato presidencial.

Muchos de esos golpistas siguen ahí en activo, como politicastros mediocres, comentaristas o voces públicas, como Santiago Creel, Vicente Fox, Rafael Macedo de la Concha y su entorno como la señora Zulema Mosry; Felipe Calderón y Margarita Zavala; Marisela Morales o la señora María Amparo Casar. Pero hay que decirlo con claridad: es preocupante que esos seres de pulsiones autoritarias persistan en la vida política del país, pero están ahí debilitados, con escaso margen de maniobra, aminorados por su propia corrupción e incompetencia, condenados a la irrelevancia.

Pero más allá de eso, no está de más que el expresidente López Obrador los evoque indirectamente con su frase de defender a la Presidenta Sheinbaum de un golpe de Estado, pues aunque no haya condiciones ni posibilidades de tal atrocidad, no está de más recordar que los que sí actuaron autoritariamente hace veinte años, ahí siguen, y los mantienen unidos los mismos mitos absurdos que guían su conducta. Como esa añagaza de que López Obrador iba a reelegirse.

Héctor Alejandro Quintanar

Héctor Alejandro Quintanar

Héctor Alejandro Quintanar es académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, doctorante y profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Hradec Králové en la República Checa, autor del libro Las Raíces del Movimiento Regeneración Naciona

Lo dice el reportero